De izquierda a derecha: 1- Fruta en el mercado, 2- jugando en un auto destartalado en medio del camino a Palca, 3- Botellas de la suerte en la calle de Las Brujas, 4- Estatua del Ekeko, 5- Partido de futbol con el Illimani de fondo, 6- Obrero trabajando en una de las calles del centro, 7- Con nuestros nuevos amigos en el café Blueberry, 8- Cholita en la calle Illampu.
¡No se la pase tanto frente al computador!
Retrato de Lilly Ungar, vendedora de libros judío-austriaca que lleva la librería Central; la librería plurilingüe más antigua de Bogotá.
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Lilly Ungar no se priva de ninguna actividad: Cada mañana a las 9:30 es una de las primeras en la Librería Central al Norte de Bogotá en la calle 94 # 13-92. Se sienta en su escritorio pegado a una pared que separa la literatura internacional de la latinoamericana. Allí recibe a clientes, amigos, empleados, periodistas, pero también las llamadas. Hace pedidos, discute sobre la colocación de los libros en las vitrinas. “Ya no puedo leer 24 horas al día. Mis ojos ya no son los mismos”, comenta sonriente. Escudriña los catálogos, las revistas nacionales e internacionales, hace pedidos en Alemania, en Los Estados Unidos y España, y en las filiales colombianas a las editoriales mexicanas y españolas.
“¿Tenemos suficientes del de Jobs? “El libro sobre la vida del fundador de Apple, Steve Jobs, está actualmente en boca de todos. Ese que se pueda ver bien cunando uno está en la caja. La vendedora y amante de libros de 90 años, quien junto a su esposo Hans Ungar, ya fallecido desde hace algunos años, fundó hace 60 su primera librería en Bogotá, como ella dice: “su hobby y su alegría”, es una mujer amable pero decidida. Tiene el mando sobre los libros en español, inglés y alemán. Y le enfurece el hecho de que el Instituto Goethe local haya cerrado su biblioteca por problemas de espacio. Y sin libros, ¿cómo se puede aprender un idioma?
El matrimonio Ungar hizo, como ningún otro, un aporte a la escena cultural de la ciudad: Abrió la primera galería dedicada al arte contemporáneo colombiano, y organizó, entre otras, la primera exposición de Fernando Botero y Alejandro Obregón. Hans Unger se hizo un nombre con sus viajes antropológicos en territorios inexplorados del país.
Mientras una empleada nos servía un té de hierbas, tomé asiento en un sillón de cuero y eché una mirada a las fotos familiares de la pared: Un archivo completo. También puse mi mirada en esa dama elegante de suéter de lana y con collar de perlas que habla un vienés melódico salpicado de hispanismos. “En casa tenemos una biblioteca de 26.000 ejemplares en cuatro idiomas que ocupa cuatro habitaciones. Este va a ser un problema para nuestros herederos, pues todos tienen apartamentos pequeños.”
En 1939 Lilly Ungar huyó por razones políticas y raciales, junto con su padre y su hermana apenas a tiempo de Austria en el mes de septiembre cuando se dio inicio a la guerra. En el viaje en barco a Colombia, las hermanas aprendieron español sólo con libro. Lilly Ungar no tenía aún los 18 años. Cada persona sólo podía llevar consigo 25 dólares. Al principio vivieron un año en Medellín, donde su hermano ya había conseguido un puesto. Cuando éste encontró uno aún mejor en Bogotá, todos se mudaron con él. Allí Lilly conoció a su esposo Hans. “A pesar de todo lo que había pasado, empezamos después a viajar a Viena una vez al año. Allá teníamos muchos amigos. Hoy ya no quedan muchos”, contaba en voz tenue.
De Lilly Ungar emana una sofisticación evidente. Acaba de releer “José y sus hermanos” de Thomas Mann y lo entendió esta vez diferente a las anteriores. El libro se encuentra en su traducción al español cerca de la caja, al lado del de Jobs y al lado de la muy aclamada novela “Tres ataúdes blancos” de su hijo Antonio Ungar, quien vive hoy en Palestina. Una novela política de suspenso sobre un país inventado llamado Miranda que no sólo por casualidad se parece a Colombia.
Con fe inquebrantable Doña Ungar ha defendido toda su vida la literatura. Mas ahora ve una amenaza moderna:” El computador es muy perjudicial para las librerías. En París han cerrado ya el 35 por ciento de las librerías pequeñas.” Por eso desearía que “la gente leyera más y volviera a comprar libros, y que no sólo se la pase frente al computador. Cuando éramos niños nos hacía felices que nos regalaran libros.” De despedida me regaló dos caramelos y el consejo de mirar con calma los 35.000 ejemplares de su librería. “Deje su cartera aquí bajo mi escritorio. Ése es el lugar más seguro.”
Postal de Bogotá
De izquierda a derecha: 1. Misa dominical en el Santuario de Monserrate. 2. Una farmacia en el centro de la ciudad. 3. Vista de la Plaza Bolívar. 4. Grafiti en el centro de la ciudad. 5. Vista de la ciudad desde el Santuario de Monserrate. 6. Monumento a Rufino José Cuervo editor del primer diccionario de La Real Academia de la Lengua Española. 7. Pancarta de las protestas estudiantiles en el centro de la ciudad. 8. Personaje de Hay días que amanezco muerto, libro de crónicas escrito por Cristian Valencia.
Asistentes al taller en Bogotá
El taller en el segundo piso de la librería Luvina en el barrio La Macarena (El Greenwich Village de Bogotá, según dicen) atrajo a visitantes muy diversos: A Cristian valencia, uno de los columnistas y cronistas colombianos más conocidos. Aquí dos de sus textos. Éste utiliza la red sobre todo para encontrar nuevas lecturas, o sea como archivo o biblioteca.
Al profesor Jaime Alejandro Rodríguez de la facultad de filosofía y letras de la Universidad Javeriana de Bogotá y director de CEANTI (Centro de Educación Asistida por Nuevas Tecnologías) le interesa sobre todo la colaboración, la franqueza y la ausencia de jerarquías, que genera nuevas formas de literatura. Él escribe por ejemplo sobre el “relato digital” y lleva el blog de narración colectiva Narratopedia. Es también colaborador de la versión en español de Wikipedia. También se encontraba presente Esteban Hincapié Barrera, uno de los redactores de un equipo de cinco de la revista relativamente nueva “Aceite de Perro“, que está dedicada exclusivamente a los cuentos cortos y a la prosa. Así mismo, pasó por aquí Martin Sarmiento: Un bloguero clásico. Éste escribía/ escribe el blog bilingüe Latinlover. Anne Bechstedt de la sección cultural del Instituto Goethe tiene buenas experiencias con Wikis colectivos. Y John Jairo Rodríguez Saavedra, uno de los autores que también ha escrito para Los Superdemokraticos, quiere empezar su propio blog. Actualmente escribe para revistas literarias en línea de Argentina y México. Agradecemos la hospitalidad de Carlos Torres, quien junto con su esposa tiene la librería Luvina ¡donde se puede tomar té de frutas con frutas frescas (maracuyá, mora, mango)! Él se preguntó cómo se podía ganar pues plata con los nuevos medios. Ésta es y seguirá siendo una de las más grandes preguntas. Nosotras presentamos algunos modelos. Quien sepa de alguno, ¡que corra la voz!
En la radio
Ayer tuvimos nuestra primera entrevista en la radio. En la esquina, frente a la emisora estaban parados dos soldados armados, en el estudio estaban sentados tres moderadores, dos de los cuales hablaron y el otro tenía unos extraños botones en la oreja. Las preguntas giraron alrededor del tema qué es de hecho un blog y qué es la Superdemokracia, y sobre nuestra opinión sobre los jóvenes que saltan en gritos de júbilo en la red (si es que entendí lo correcto). Y naturalmente también nos preguntaron qué pensamos de Bogotá y la comida. Como llevábamos sólo medio día ahí, no nos quedó otra que decir: “¡el mejor café del mundo!” Y Rery trató de descubrir cómo se llamaban esas bolas de pan de maíz con queso que se había comido. Resultado: “pan de queso”. Podría ser también alemán. Aquí una pequeña muestra sonora:
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Bandera roja
En nuestra gira por Venezuela, Colombia, Bolivia y México encontramos a los autores con los que trabajamos desde 2010 en el blog bilingue www.superdemokraticos.com, un proyecto piloto de comercio justo intelectual entre Alemania y América Latino con ensayos sobre preguntas globales. El poema del poeta aléman Jörg Fauser con los voces del equipo superdemokratico en Berlín, describe la situacion de un pais partido por una ideología.
El objetivo de la gira es encontrar a otros activistas literarios, para conocer sus textos y intercambiar experiencias de escritura en el ciberespacio, así que los micrófonos de los superdemokraticos están abiertos para los autores que deseen presentar su trabajo. Llevamos de regalo: “El mecanismo de estar acá”, una antología de poesía de activistas literarios berlineses y muchas ideas, publicado por el editorial Milena Berlín.
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Cuestión de método…
Nunca me imaginé que conocería a Santiago Gamboa gracias a Ulises y menos en Caracas. Cuántas posibilidades remotas había de empezar esta Odisea, que se origina en muchos sentidos a partir de la experiencia de la extranjería, tomando tan tranquilamente una copa de vino. La extranjeria, eso que además de ser un estado legal es sobre todo un estado mental. El sustrato de la globalización, tal vez la expresión sentimental del rizoma de Byung- Chul Han. Debo reconocer que leo pocas novelas, que prefiero la filosofía y la historia, la poesía y el ensayo. Hace años que me cuesta mucho concentrarme en la ficción y cuando me tienta, normalmente no aguanto más de un cuento. Hasta 10 páginas, 15 máximo y si los relatos sólo tienen 5 folios es mucho más probable que termine el libro, con las novelas me cuesta más. Es raro que lea más de tres al año, de ahí que me acuerde más o menos bien de los libros. El Síndrome de Ulises es para mi un libro salvavidas. Cayó en mis manos prácticamente cuando acababa de despedirme de la librería que tenía en Berlín con una colega. Me lo regalo Marina Beltrán, la española más macanuda que he conocido en mi vida. Cuenta la historia de un joven escritor pobretón, intentando sobrevivirse en un ambiente que, si no es hostil, al menos es terriblemente indiferente. Incapaz de entender sus problemas, sus preocupaciones, de reconocerlo como un individuo. A veces pienso que sin Bolaño y sin Gamboa, 2007 habría sido inbancable. En mi caso, siempre han sido las palabras el punto de partida de cualquier tipo de relación y creo que encontramos a las personas gracias a lo que se ha dejado escrito. Tengo amigos con los que al principio no podía hablar, porque no sabía hablar alemán. Gente a la que he aprendido a querer, a partir de un cómico lenguaje sordomudo salpicado de títulos, de nombres de autores, de canciones. Salpicado de referencias, que a su vez se convirtieron en nuevos amigos que fueron, que son, tan genios de seguir mandándome libros en español a Berlín o de traérmelos o de dejármelos, después de conocernos fortuitamente.
Postal de Caracas
De izquierda a derecha: 1. Estudiante leyendo en la Universidad de Caracas. 2. Uno de las maniquís tetonas de Chacaíto. 3. Librerías del Sur, cadena de librerías estatales. 4.En el metro de Caracas. 5. Estante de libros en la Universidad de Caracas. 6. Fotos de los líderes de la oposición como criminales buscados por la ley en una de las esquinas de la Plaza Bolívar. 6. Monumento a la nacionalización del petróleo. 7. Algunos de los muchos policías y militares que tiñen de verde olivo el centro de la capital venezolana.
¿Estás seguro?
Hemos llegado, a Caracas. El aeropuerto, delante del agua, está cargado del aire húmedo-caliente del Mar Caribe. La ciudad de 6 Millones de habitantes está hacia el interior del país, frente a una cordillera que también podemos ver desde la terraza de nuestro hotel. Ahí las nubes forman coronas de aire sobre las cumbres, mientras a nuestro alrededor palmeras oscilan en el viento y el tránsito hace ruido. Idilio natural versus urbanidad. A las 5 a.m en la alborea de mi Jetlag, escucho un pájaro trinar, un extraño ruido ajeno entre edificios. ¿Cómo sobreviven los animales entre concreto y escape de gas?
Debería aprender de ellos, pues el primer día tuve un pequeño shock cultural y estoy algo insegura, sobre todo por las medidas de seguridad, que nos fueron comunicadas para movernos en esta, presuntamente la cuarta ciudad más peligrosa del mundo…sólo visitar ciertos barrios, no estar en la calle después de las 10pm, mejor tomar taxi, casi todos tienen vidrios oscuros, no aceptar pedazos de papel o tiquetes de extraños, quizás están empapados en la droga burundanga, que te quita la voluntad, no apretar el bolso, sino llevarlo suelto, joyas y relojes costosos mejor dejarlos en casa. Así se crea una atmósfera de desconfianza, en la que cada ciudadano es el potencial enemigo del otro.
Cuando fuimos de compras a la zona peatonal de Sabana Grande, era la atmósfera asombrosamente relajante. Aquí una pequeña impresión del Dolby Surround de caracas:
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Una cosa sí es clara: Caracas necesita otra política de transporte, por ejemplo: fines de semana libres de carros, carril especial para los buses y taxis, catalizadores y otros precios de la gasolina (en este momento llenar un tanque de 60 litros cuesta 50 centavos de euro). ¡Por una circulación libre!
Traducción: Natalia Guzmán – Apartes del texto en alemán