Nunca me imaginé que conocería a Santiago Gamboa gracias a Ulises y menos en Caracas. Cuántas posibilidades remotas había de empezar esta Odisea, que se origina en muchos sentidos a partir de la experiencia de la extranjería, tomando tan tranquilamente una copa de vino. La extranjeria, eso que además de ser un estado legal es sobre todo un estado mental. El sustrato de la globalización, tal vez la expresión sentimental del rizoma de Byung- Chul Han. Debo reconocer que leo pocas novelas, que prefiero la filosofía y la historia, la poesía y el ensayo. Hace años que me cuesta mucho concentrarme en la ficción y cuando me tienta, normalmente no aguanto más de un cuento. Hasta 10 páginas, 15 máximo y si los relatos sólo tienen 5 folios es mucho más probable que termine el libro, con las novelas me cuesta más. Es raro que lea más de tres al año, de ahí que me acuerde más o menos bien de los libros. El Síndrome de Ulises es para mi un libro salvavidas. Cayó en mis manos prácticamente cuando acababa de despedirme de la librería que tenía en Berlín con una colega. Me lo regalo Marina Beltrán, la española más macanuda que he conocido en mi vida. Cuenta la historia de un joven escritor pobretón, intentando sobrevivirse en un ambiente que, si no es hostil, al menos es terriblemente indiferente. Incapaz de entender sus problemas, sus preocupaciones, de reconocerlo como un individuo. A veces pienso que sin Bolaño y sin Gamboa, 2007 habría sido inbancable. En mi caso, siempre han sido las palabras el punto de partida de cualquier tipo de relación y creo que encontramos a las personas gracias a lo que se ha dejado escrito. Tengo amigos con los que al principio no podía hablar, porque no sabía hablar alemán. Gente a la que he aprendido a querer, a partir de un cómico lenguaje sordomudo salpicado de títulos, de nombres de autores, de canciones. Salpicado de referencias, que a su vez se convirtieron en nuevos amigos que fueron, que son, tan genios de seguir mandándome libros en español a Berlín o de traérmelos o de dejármelos, después de conocernos fortuitamente.