Me alegro de no tener que flotar por ahora en altamar para hallar la ruta a India. Le doy las gracias a los valerosos navegantes, descubridores y aventureros que pueden ahorrarme hoy en día ese penoso trabajo. Si Google Earth no tuviera la capacidad de confirmarme todos los conocimientos que aprendimos en las clases de Geografía, la curiosidad me partiría en dos y acabaría finalmente por hacerme a la mar. Y, tal como sugiere el título de un libro de Ilja Trojanow: El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina, esto es, el mundo está recogido en nuestras cabezas y nos ofrece interminables mundos refulgentes por los que poder viajar. La migración pierde su difuminado extranjerismo cuando se la observa a través del cristal de la globalización. De golpe todos parecemos parte de un gran extranjero o de otro planeta.
Sin embargo, para mí la tierra tiene extrañas máculas. Está segmentada y deshilachada políticamente, y esta fragmentación siempre me recuerda que el ciudadano del mundo es algo ideal, apenas real, porque cada ciudadano se estrella contra las barreras políticas nacionales-estatales antes de poder convertise en un ciudadano del mundo (o mundos). Y eso, ya desde Cristóbal Colón. ¿El mundo es grande? No para todos. ¿Salvación? Depende. ¿Quién ha gobernado el mundo entero? ¡Nadie! Y nadie lo hará, porque el mundo entero no puede caber en sólo una cabeza. Ni siquiera se puede disponer de dinero en cualquier parte, por tanto: Money doesn‘t rule the whole world, but just a part of it.
No obstante, ¿cómo podría yo convertirme en ciudadana del mundo, al más puro espíritu de Humboldt? ¿Sería suficiente pasar más de seis meses al año en aviones, perdiendo por tanto mi residencia en Alemania? Me convertiría en una molestia y se me reclamaría que estableciera un lugar fijo de residencia; por los impuestos, claro, no existen los impuestos mundiales. Sería una apátrida, estaría perdida, nadie querría tener nada que ver conmigo. Tendría terribles problemas para viajar y entrar en otros países, porque no estaría claro de dónde procedo: ¡podría ser un elemento hostil! El estatus Mujer del Mundo es más fácil de alcanzar: sólo hace falta viajar un poco y poder contar muchas historias exóticas. Internet resulta de mucha ayuda para eso. Los ciudadanos del mundo (con todo lo que conllevan los términos “mundo” y “ciudadano”), a día de hoy no pueden ser nadie fuera de las organizaciones nacionales-estatales. El término es demasiado idealista: al fin y al cabo, el mundo no es tan redondo como se nos presenta.
La globalización es también un ideal, al cual le repugnan las asimetrías políticas del planeta. Es un término tan erróneo como universal o total. Lo ideal son los medios de coacción, sin llegar a ser regímenes por sí mismos. E, increíblemente, sólo Humboldt alcanzaría el ideal de ciudadano del mundo, porque incluso en sus tiempos el planeta estaba ya globalizado en las mentes de muchas personas. Sus ideales permanecen como tales hasta hoy, sin embargo. La globalización tiene mucho que ver con la pregunta: ¿cómo entra el mundo entero en mi cabeza? Y la respuesta para ello es la capitulación ante el miedo a la pérdida de peso social o cultural. Pero el mundo no abarca toda la tierra, ni observándolo de una forma global.
Traducción: Ralph del Valle