Jugo de naranja

Desde que tengo uso de la memoria he querido ser otra cosa. A los seis años me echaba bocarriba en el patio de casa y miraba a las estrellas; estaba seguro que allá me esperaban mis verdaderos congéneres. Unos extraterrestres idénticos a mí dirigían sus miradas a la tierra y las recibía en forma de luz. Durante el día nos comunicábamos a través de dibujos en las nubes.

Adolescente, quise cambiar de color de ojos. Estuve muy cerca de comprar unos horrendos lentes de contacto azules, pero gracias a la pobreza no lo conseguí. Los 90’s fueron una época en donde una mañana tu mejor amigo tocaba a tu puerta, le abrías y lo encontrabas sonriendo con unos extraños ojos color jade. Tu amigo se había transformado en un muñeco diabólico, pero no le decías nada.

Nunca olvidaré una tarde alucinógena: llegados a cierto punto, mi amigo comenzó a llamarme “jugo de naranja”. Para su percepción, mi cuerpo se había disuelto completamente y me veía como un líquido anaranjado adentro de un vaso. Al inicio nos reíamos como unos idiotas, hasta que me puse demasiado paranoico y comencé a exigirle que me explicara qué estaba sucediendo. Tampoco me hacía gracia su mechón de pelo rubio, siendo alguien tan moreno le lucía ridículo.

Teníamos quince, estas cosas podían ocurrir.

Años más adelante, molesto por ser tan delgado, quise llenarme de músculos y comencé a asistir a un gimnasio junto a mi camarada, quien vivía torturado por su gordura. Las mujeres le huían y le reventaba que a mí no me fuese tan mal. Éramos contrarios casi en todo. Nuestro instructor resultó ser un famoso medallista de las olimpiadas especiales y su cuerpo estaba hiperdesarrollado de la cintura para arriba. Como primera cosa nos recetó una dieta que era una bomba proteínica, la que al poco tiempo convirtió a mi amigo en la versión chichimeca de Hulk, mientras a mí me infló y luego me desinfló, dejándome casi sin fibra muscular.

Después del experimento anabólico, nuestros caminos se separaron y nos dejamos de ver durante mucho tiempo. Muchísimo. No fue sino hasta hace un par de meses, cuando  me conducía por el Centro y sentí un pálpito horrible en el pecho. Volví la mirada y era el cuerpo de mi amigo, tendido, acribillado sobre el asfalto.

Ahora intento contarle que todavía me echo bocarriba a mirar las estrellas. Que redacto en la página los mensajes de aquellos Alanígenas y sus amigos. Pues ellos me van indicando la necesidad de transformarme, de acuerdo con las circunstancias.

3 comentarios sobre 'Jugo de naranja'

  1. Por algo te decimos Lou Reed, nuestro querido transformer.
    Seguí echado bocarriba mirando las estrellas, nuevos y mejores mensajes nos esperan

    Abrazo

    SpanDeutsch (Barbara):

    Darum nenne wir dich Lou Reed, unser geschätzter Transformer.
    Bleib du nur weiter auf dem Rücken liegen und beobachte die Sterne – neue und bessere Botschaften erwarten uns.

  2. Adelle de Paris dice:

    alguna vez me parecio ver a un hombre convertirse en una “tarte au citron meringué”…no fue culpa de ninguna droga, aun peor, fue el efecto del enamoramiento.

    genial Mr. Mills, como siempre.

    SpanDeutsch (Barbara)

    Einmal schien es mir, dass ich gesehen habe, wie sich ein Mann in eine “tarte au citron meringué” (Zitronen-Kuchen mit Baiser, Anm. d. Übersetzerin)…es lag nicht an einer Droge, sonder -was noch schlimmer ist – es war der Effekt des Verliebens.

    genial Mr. Mills, wie immer.

  3. Alan Mills dice:

    Gracias Alejandro, este Lou Reed de los trópicos garantiza que los nuevos mensajes siderales valdrán la pena. Abrazaremos a ejércitos de chicos índigo en el espacio.

    Y ya lo hemos hablado, chere Adelle, el enamoramiento puede ser un atentado contra la propia materialidad. Love is the drug, diría mi admirado Bryan Ferry. Que el retorno a París te sea leve, bisous,

    Alan

    SpanDeutsch (Barbara):

    Danke, Alejandro, dieser Lou Reed der Tropen verspricht, dass die neuen siderischen Botschaften es wert sein werden. Wir werden Scharen von indigo Jungs (Anm. d. Übersetzerin “chicosindigos” ist der Name des Blogs von Alejandro Mendez, an den dieser Kommentar geht) im Weltraum umarmen.

    Und wir haben ja schon darüber gesprochen, cher Adelle, das Verlieben kann ein Attentat auf die eigene Gegenständlichkeit sein. Love is the drug, würde mein geschätzter Bryan Ferry sagen. Ich hoffe, dass dir deine Rückkehr nach Paris leicht fallen wird, bisous,