Ni idea no es una excusa

No es fácil para mí dar una respuesta clara a la pregunta “¿Qué has aprendido sobre la historia de tu país?”, porque el país que es el mío y cuya lengua hablo, no ha sido siempre mi país. Mis primeros 18 años de vida los pasé en un estado en el que prácticamente se empleaban las mismas palabras y reglas gramaticales que en el otro estado (en el que hoy vivo), donde definitivamente la lengua vernácula era otra…

La República Democrática Alemana en la que crecí bailaba en el círculo de las dictaduras comunistas del Este y Centroeuropa que se establecieron tras las Segunda Guerra Mundial. Porque en ellas y hasta el final uno siempre tenía un gran problema con comportarse con naturalidad, siendo imposible por ello salir de una obligación histórico-política de dar explicaciones, empezaron con el lavado de cerebro ya desde el colegio. Por si acaso. No les tocó de cerca a los que se dedicaban a las ciencias naturales, razón de más para afectar a los ámbitos intelectuales. Sobre todo, la enseñanza de la Historia, cuyos temas y melodías siempre los dictan aquellos que tienen el poder. En el caso de la RDA se forzaban los acontecimientos relevantes (si es que acaso los había) de forma concienzuda para que encajaran en la lucha política de clases, lo que al final no podía significar otra cosa que la Dictadura del Proletariado, y con ella, el Triunfo del Comunismo. Que ese rígido sistema que nos rodeaba no iba a ser una cima en la Historia de la Humanidad, se daba cuenta cualquiera.

Quien a pesar de esto no empezaba a cuestionarse las tesis oficiales, podía acabar rápidamente en una confusión intelectual como la de un estudiante de Filosofía de la RDA sobre el que hablo en mi segundo libro. En la primavera de 1989, a la pregunta de por qué tenía a Platón por un filósofo idealista, respondió con total sinceridad y sin ironía alguna: “¡Porque Platón no reconoció el papel dirigente de la clase trabajadora!” Lo cual, en realidad, no se puede negar. Por supuesto que Platón no reconoció el papel dirigente de la clase trabajadora: también menospreció por completo el peligro de idiotización a través de la televisión. Y la influencia negativa de la contaminación electrónica en las flores de Bach.

Yo tuve más suerte que este joven digno de lástima. En mi familia se valoraba especialmente el no aceptar fácilmente lo que se nos trataba de hacer creer, sino que cada uno se formara su propia opinión, y eso sólo tras haberse tomado el tiempo de reflexionar sobre ello. Una sabiduría parental que entonces y ahora les agradezco de todo corazón. Por ello mantengo hasta hoy en día un cierto escepticismo ante declaraciones oficiales y dogmas, y tiene sentido preguntarse si vivimos en una democracia. Las acontecimientos y sus causas tienen siempre dos (o más) lados y uno no es capaz de ver el conjunto si sólo mira en una dirección. Esto afecta a la Historia tanto como a la Política, el Amor o incluso a la Vida.

Lo hermoso de la libertad: uno puede instruirse sobre cualquier tema, ilustrarse, informarse. Nadie tiene ninguna necesidad de meter ilícitamente en la misma olla a Platón y a la clase trabajadora. Y si lo hace, será su culpa. La época de las excusas ha pasado ya, al menos en Alemania. El cabaretista Dieter Nuhr, inteligente y ácido a partes iguales, lo ha resumido muy certeramente: “Si no tienes ni idea, ¡al menos cállate la boca!” O infórmate. Ya no está prohibido.


Traducción:
Ralph del Valle

no más comentarios