Vasos sucios, ceniceros llenos

Yo tenía un profesor de Derecho que había estudiado en Alemania y por lo tanto, tenía la idea de que era más bien profesor de Filosofía. Con él nos tocó estudiar el concepto de la intimidad, como un círculo imaginario a nuestro alrededor en el que sólo dejamos entrar a quien queremos. Ese círculo yo me lo imaginaba como una pequeña fiesta con tragos y música, en la que estamos todos desnudos y vamos al baño con la puerta abierta. Mi profesor decía que ese círculo invisible, pero poderoso, es lo que nos protege de la mirada insolente de los otros y nos da entre otras cosas el derecho a que nos dejen en paz. Es decir que en cualquier momento yo podría cerrar la puerta y decirle a todos los de la fiesta que se pusieran la ropa y se fueran.

En la intimidad sabemos sin hablarnos, y a veces sin mirarnos. Más que saber, adivinamos, y nos movemos a una distancia tal que nos permite todavía sentir el calor de la piel del otro. En la intimidad no tenemos miedo de nada, y mucho menos del otro. Dentro de ese círculo damos por ciertas algunas cosas que el resto del mundo jamás comprenderá.

Pero la intimidad también significa estar solo, darse espacio sabiendo que tarde o temprano volveremos a tocarnos. No negar la existencia de esa parte de mi que nunca te voy a dar, los detalles que nunca te voy a contar, el silencio que todavía existe entre vos y yo.

No se si era la juventud, o es el país de donde vengo, pero me parece que la intimidad estaba mucho más disponible, lista para tomarla entre las manos. Tuve amigos instantáneos, confianzas inmediatas, llegábamos a visitar sin llamar y abríamos la puerta de la refrigeradora para ver qué había. En cuestión de días podíamos hacernos amigos íntimos y contarnos cosas de enorme potencial destructivo. Por otra parte, siempre fue difícil mantener cualquier cosa en la vida privada, imposible mantener nada oculto, ni los superhéroes pueden con sus identidades secretas.

En Inglés, tener relaciones íntimas significa tener sexo, lo cuál siempre me ha dejado perpleja puesto que tener sexo con alguien es algo que se consigue mucho más rápido que hacer un amigo. En la ciudad donde vivo, o quizás a la edad que tengo, me parece que la intimidad se construye más despacio, la confianza se gana, el placer de verse se dilata por años, las amistades son profundas y a prueba de tormentas pero se forman a partir de mensajes cortos y la repetición de las mismas horas.

A veces extraño una forma y a veces la otra. A veces me gustaría poder volver a enamorarme de cualquiera que pasara por la calle y contarle todos mis miedos. A veces me gusta ir descubriendo cómo, a fuerza de hablar de las mismas pequeñas conversaciones sobre el trabajo y la política, alguien se me ha vuelto imprescindible.

En la confusión de la mudanza, mi círculo de la intimidad se ha reducido a su expresión mínima. La fiesta se ha acabado y han quedado los vasos sucios y los ceniceros llenos. La música cada vez suena más bajito y en un rincón estamos sentados dos o tres, viendo el amanecer.

4 comentarios sobre 'Vasos sucios, ceniceros llenos'

  1. Hola Lena, me gusta tu descripción de la intimidad. El círculo se reduce con los años, no cabe duda, o al menos es esa la experiencia de muchos. También es que perdemos un poco la manera de hacer girar nuestro círculo alrededor del cuerpo, dejando que describa muchos más círculos efímeros y azarosos, círculos intangibles, cuya trayectoria no se puede anticipar. La intimidad tiene que ver con la forma en que nos (re)conocemos en relación con nosotros mismos, la forma en que interactuamos con aquello que creemos ser. Hacer girar el aro-círculo-de-la-intimidad según las variaciones rítmicas del cuerpo (olvidando esa falsa separación entre cuerpo y mente), dejando que él trace la estrategia de interacción…

    La intimidad tiene mucho de lo que se supone contraria: lo público, pero sobre todo, lo relacional.

    Sentada en el rincón junto a ti, soy yo pero también soy (ustedes tres)tú.

    Saludos

    Spandeutsch (Marcela):

    „Hallo Lena, deine Beschreibung der Intimität gefällt mir. Der Kreis reduziert sich mit den Jahren, darüber gibt es keinen Zweifel, zumindest ist das die Erfahrung Vieler. Außerdem verlieren wir ein wenig die Fähigkeit, den Kreis um unseren Körper zirkulieren zu lassen und lassen es zu, dass er viele andere flüchtige und waghalsige Kreise dreht, unantastbare Kreise, deren Laufbahn nicht erahnt werden kann. Die Intimität hat zu tun mit der Art und Weise wie wir uns in Beziehung zu uns selber (wieder)erkennen, die Art und Weise wie wir mit jenem, das wir glauben zu sein, interagieren. Es bedeutet, den Ring-Kreis-der-Intimität sich gemäß der rhythmischen Variationen des Körpers drehen zu lassen (wobei wir die falsche Trennung zwischen Körper und Geist vergessen) und es zuzulassen, dass er die Interaktions-Strategie zeichnet…
    Die Intimität hat viel von dem, was man als gegensätzlich annimmt: die Öffentlichkeit, aber vor allem das Relationale.
    Ich sitze neben dir in der Ecke und bin ich aber auch (deine drei) du.
    Grüße“

  2. Para quienes crecimos bajo la batuta del catolicismo, la intimidad ha sido un placentero viaje a través de lo prohibido, ha significado ese sentimiento de culpa y remordimiento ante la certeza del cuerpo propio y de los otros cuerpos. Cuando al final el cuerpo gana la batalla de la conciencia, el viaje de la intimidad se convierte en una revelación maravillosa, una mirada abierta y nunca más de reojo.

    Spandeutsch (Marcela):

    „Für jene, die unter der Fuchtel des Katholizismus aufwuchsen, war die Intimität eine angenehme Reise durch das Verbotene, es bedeutete ein Gefühl der Schuld und des schlechten Gewissens vor der Gewissheit des eigenen und anderer Körper. Wenn schließlich der eigene Körper den Kampf des Gewissens gewinnt, verwandelt sich die Reise der Intimität in eine wunderbare Offenbarung, und begegnen ihr mit einem offenen Blick und sie wird nie wieder schief angeschaut.“