Las historias son vitales, son los espacios en los que me muevo, cuando se reproducen mis aprehensiones concretas en un espacio físico en todas las dimensiones posibles, en mí y a mi alrededor. Eso da como resultado un paisaje narrativo anacrónico y variable. Y como todos los espacios, necesita cada cierto tiempo una mano de pintura.
Para mí no existe la Historia, sobre todo la pasada, yo me muevo en una construcción histórica compleja, muy dinámica, que está compuesta de habitaciones de recuerdos, de salas para cuentacuentos colectivos e incluso de compartimentos utópicos, y todo ello se reforma y se vacía cada cierto tiempo.
Lizabel Mónica habla en su ensayo muy certeramente de las lenguas de la Historia, porque ella no quiere hablar de una Historia, porque ésta no puede narrarse en realidad. Por lo tanto, cuando alguien cuenta una historia, aporta a la misma su propia construcción histórica dinámica. Por eso una Historia absoluta es inabarcable e incomunicable. Yo abogo por la anulación de este Singularia tantum, porque conduce a un pensamiento totalitario.
El concepto de que la Historia sólo puede ser contada por historiadores es anticuado y medieval. Con ello las historias de muchas personas son silenciadas, con ello se mantiene una pétrea y ruinosa construcción histórica que resulta no pocas veces una carga para el desarrollo posterior de las sociedades. De esta faceta contraproducente habla mi primer ensayo. Incluso una historia como la de Hänsel y Gretel puede contarse cada vez de un modo distinto, si uno quiere poner el foco en otro aspecto. Cuando las historias son memoria, y la memoria un continuo narrativo subjetivo, dinámico y progresivo, entonces queda rebatida la cita del historiador Johannes Fried en 2006 en Spiegel sobre la tesis de una gran Historia única y abarcable, que decía: “La Historia no trabaja para los historiadores, sirve a la vida y a su necesidad de sus adaptaciones corrientes”. La Historia no tiene un tiempo concreto ni ningún singular.
Traducción:
Ralph del Valle
Tunear la Historia
Amado Nervo solía afirmar: eres el arquitecto de tu propio destino. Los neonewageros aseguran que cada uno elige su circunstancia personal. Emmi BraslavSKY dice: una Historia absoluta es inabarcable e incomunicable. Lo anterior sin duda es estimulante y complejo. Por ejemplo: el mapa del genoma humano, es una Historia absoluta, y hemos llegado a dominarla. Sin embargo, el holocausto refleja los dos lados de la moneda. Recurro a una frase hecha: la Historia la escriben los vencedores. En este sentido, podemos atribuir al exterminio judío los dos juicios: por una parte es una Historia absoluta y abarcable para los alemanes y por la otra es una Historia incomunicable para los judíos. Aquí falta un ingrediente, lo que indica que no existe una sola Historia. A pesar de ello, no se falta al principio elemental de este texto, la Historia, es decir ambas, son absolutas. Considero que a la Historia lo que le estamos haciendo es lo mismo que le hacemos a los autos que se modifican, los llamados carros tuneados. Estos coches se alteran con la intención de ser “mejores”. El resultado es que terminan por ser monstruosos. De la misma manera tratamos de tunear la historia y terminamos por joderla. En una analogía con el mapa del genoma humano, la Historia va a ser mejorada, pero como en los clonamientos nos parecerá artificial. Se recurrirá tanto a este fenómeno que llegará el día que la Historia sea tan artificial que dejaremos de padecerla, y no es fatalismo, pero en verdad la Historia va a desaparecer, y ese será su punto más alto de absolutismo.