La pregunta que nos han hecho esta semana: Si la historia es algo importante para nosotros.
La historia estaba expuesta en el lugar para las ofertas hacía dos semanas. Primero tenía a su lado al gel de ducha, en promoción por 99 Centavos, se agotó en el día. Luego vinieron los manís, finamente salados, sin cáscara, por 50 Centavos. Cuando el último paquetito se vendió, le gritó a la historia, sonriendo maliciosamente desde el carrito: “¡Per-de-do-ra!” La historia se puso cabizbaja y decidió marcharse. Si nadie estaba dispuesto a pagar por ella, se iba a regalar. Empezó a tocar timbres. Fue a lo de los Martínez, los Márquez, los Santos y a lo de los Rivera. “No gracias, ya tenemos”, le decía la gente, sin siquiera escucharla. Si llegaban a necesitar algún dato de la historia, siempre podrían fijarse en Wikipedia, le dijo el hijo de Rivera. ¿Pero, cómo reconocerían si lo que encontraban allí era la verdad? El chico miró desconcertado, hizo una pausa y dijo: “Googleo todo, es fácil. Y lo que tiene más resultados, es cierto.”
Con Herodoto la historia más o menos había podido. Pero hoy en día todo el mundo quería participar en su escritura. Los administradores de Wikipedia, Guido Knopp en Alemania y Felipe Pigna en Argentina, miles de Bloggers y Twitters. Hace mucho que había perdido contra los manejos de la CIA, eso lo tenía claro, y desde “Bastardos sin gloria” también contra Tarantino. Aldo el Apache, el cazador de Nazis, pronto se iba a encontrar en los libros escolares.
Todo estaba en internet, pero nadie sabía nada. La historia estaba enfadada. Que hicieran lo que quisieran. Que se hundieran con su sistema financiero, ¿no se acordaban del efecto tequila y de la crisis en Argentina? Que se fueran a pique con sus buques petroleros, ¿no se acordaban del Titanic? Dictaduras, derechos humanos, guerras. Ya no era problema suyo. Que los seres humanos repitieran todas las tonterías, todos los errores ya cometidos, si eso era lo que querían.
La historia es el mejor maestro con los alumnos más distraídos”, había dicho Indira Ghandi una vez sobre ella. Eso le había enorgullecido. Ella no necesitaba del hombre, el hombre necesitaba de ella.
Seguía sintiendo rabia. Pero también tenía sensatez suficiente para reconocer que a lo largo de los milenios había cometido siempre el mismo error. Había llegado tarde. A cada paso. Cuántas veces había muerto gente cuando ella recién estaba por llegar. Aunque era cierto que con los años se había vuelto más rápida. Las tropas estadounienses recién habían llegado a Iraq cuando se supo que las supuestas armas de destrucción masiva nunca habían existido.
La historia decidió reflexionar sosegadamente cómo seguir. Apagó el I-Phone, se sentó en la hamaca, calentándose las manos en una taza de té de tilo. Comenzó a tranquilizarse, aunque con un atisbo de mala consciencia. Otra vez iba a llegar cuando todo ya habría terminado. Suspiraba. Era así, qué se le iba a hacer.
Traducción: Karen Naundorf
Hola Karen,
Tu personalización de la historia es bien interesante. ¿Qué pasaría si todos pensaramos en la historia como un ser de carne y hueso? Muchas cosas cambiarían, pues una historia de carne y hueso sería un ser con un cuerpo afectivo, con una ética personal de acuerdo a un cúmulo de prioridades que tendrían que ver a su vez con la historia de la Historia, ja ja. Lo más curioso de todo esto es que es así… Nuestra historias nacionales son historias de carne y hueso, historias con cuerpos afectivos y prioridades que las hacen arbitrarias como condición para existir. No hay una historia objetiva, y eso está bien. Pues la historia está escrita por las personas y para las personas. Lo que sí deberíamos pedir, como propuesta de ética política -habiendo saldado el paso inicial de la “historia desidiologizada”, buen chiste…- es no fingir tener una versión única de la(s) Historia(s), y que cada una de las versiones que emerjan dejen la puerta abierta para el diálogo.
La historia llegando tarde, pero además, la historia vaga e irresponsable, entretenida en placeres mundanos, es una excelente imagen. Una imagen digna de una disquisición filosófica. Pero en suma una imagen que lleva hacia el reconocer toda producción humana como arbitraria e imperfecta. La gracia no es buscar la perfección, sino aceptar la imperfección e intentar los buenos azares.
Por último contarte que la nota suspicaz sobre Internet dentro de tu artículo, junto a la referencia a la “mercadería de la historia” me encantaron.
Hola Lizabel, gracias por tu comentario y la buena onda 🙂