Cuando hay fútbol, Iowa City se enloquece. Las calles son ríos de gente y la gente va vestida de negro y amarillo. Desde los zapatos hasta las cabezas. Las mujeres se pintan el símbolo de los Hawkeyes en la cara y los hombres lo llevan en los calzoncillos. Hay Hawkeyes completos, con sus plumas de peluche, patinando en los andenes y borrachos que insisten en que les choqués cinco. Antes del partido la gente se emborracha en los bares y luego del partido vuelve a emborracharse. Si los Hawkeyes ganan.
Hoy ganaron. Vi una pelea desde mi ventana, vi una mujer en tacones que se desvanecía y antes de caer al piso volvía a levantarse, vi varios tipos directamente en el piso y vi un mendigo con un letrero que lo acreditaba como miembro de la Small Penis Foundation. La gente se reía y metía monedas en el tarro. El tipo se estaba aprovechando de la histeria colectiva. Yo también. Caminaba por las calles y pensaba en el papel del intelectual en la sociedad. Aullidos, insultos, besos furtivos, gente caída. Todo en negro y amarillo. Nunca había visto tanta histeria colectiva.
Si el mundo fuera una aldea y la aldea fuera Iowa City, existirían solamente dos clases de personas en el mundo. Las bestias salvajes del fútbol y los intelectuales. Iowa City es la sede del Iowa Writers’ Workshop, del Iowa Playwrights’ Workshop, del Iowa Summer Writing Festival, del Non-fiction Writing Program y del International Writing Program. Si Iowa City no tiene el récord del mundo en programación literaria, por lo menos fue declarada Ciudad Literaria por la Unesco.
Yo estoy en el International Writing Program. Como escritora residente con otros 36 escritores de todas partes del mundo. Gente de Australia y Nueva Zelanda, de Europa Oriental y Europa Occidental, de Irlanda y Escocia, del Medio Oriente y del lejano Oriente, de África y Latinoamérica. Poetas, dramaturgos, novelistas, escritores de no ficción, cuentistas. Pero, en realidad, 37 escritores en Iowa City no significan nada. En Iowa City todo el mundo es escritor. Todo el mundo que no es bestia salvaje del fútbol.
El barman que nos sirve en FoxHead es poeta, la amiga de la recién conocida que espera a un hombre en la barra es crítica literaria, la recién conocida que espera a un hombre en la barra es profesora de inglés y el hombre al que espera es escritor. Novelista del Writer’s Workshop. Novelista aspirante, es decir. El tipo llega. Chaqueta de corderoy con parches en los codos y libros debajo el brazo. Luego de darnos las manos y los nombres, esto es lo que sigue:
–Así que eres escritora, ¿cuántos años tienes?
–39.
–¿Cuántos libros publicados?
–Tres.
María se ríe con la historia. María es la argentina del International Writing Program. Me dice que debí haberle contrapreguntado Y che, ¿a vos cuánto te mide? Es que miralos, me dice señalando a un transeúnte, miralos. El transeúnte lleva libros debajo del brazo, un puro y una boina. Miralos disfrazados. La risa de la argentina surge de para adentro y es contagiosa.
Yo preferí irme a hablar con Brandon. Brandon trabaja limpiando la escuela. Es la primera persona que conozco en Iowa City que no es escritor. Aunque, bueno, a veces dice que le gustaría o le hubiera gustado o podría haberle gustado escribir. Yo le cambio el tema. Brandon, vamos afuera.
Afuera de FoxHead uno siempre se encuentra con los fumadores del International Writing Program. Y con cualquier cosa. El sudafricano insultando a alguna bestia salvaje del fútbol que pasó insultando. El filipino tirado en el suelo porque se tomó demasiados whiskies, él que solo toma cerveza. La alemana aullando mientras tira golpes de karate. Una pareja, a lo lejos, en el frío, dándose el beso que no debería estarse dando ni la demás gente viendo.
En Iowa City solo hay partido los sábados y las bestias salvajes del fútbol dormitan toda la semana. Y nosotros, claro, también escribimos, participamos en paneles y ofrecemos lecturas. FoxHead no abre los lunes, ¿o es los domingos?