Nuestro extranjero

Libertad de circulación por Europa: Sí. Libertad de circulación de otros hacia Europa: No. En realidad, ¿cuáles son las fronteras que nos separan?

Bajo del techo del coche, respirando aire caliente. Cruje la música en la radio. Todavía me acuerdo de la fila de carros antes de pasar a Italia, de la espera por el control de admisión en la antigua RDA, del olor polvoriento del tapizado del carro que acompañaba el presentimiento de que se acercaba un punto final. Fue justo a tiempo. Unos años más joven y no alcanzo a tener estos recuerdos, para mí Europa sería una sola, cuya apertura termina exactamente allí, donde uno no quiere ir, un mundo, cuya barrera más severa para los europeos occidentales son los precios de los billetes de avión. La idea de frontera, como una imponente arruga de acero que cae del cielo para separar dos países, ya me es extraña.

El concepto de frontera parece estar suspendido. En muchas áreas, desde los campos de batalla, pasando por la ubicación de las empresas, hasta nuestras propias experiencias, ya no tienen mucho que ver con un territorio delimitado, sino que se dan en puntos erráticos, que aparecen a veces por aquí, a veces más allá, pero que no se establecen claramente en ningún territorio específico. El extranjero nos pertenece, allá compramos, aunque aparentemente solo vamos al Lidl de la esquina, allá descansamos, hacemos una reserva para el verano, cuando en Europa occidental es invierno. Allá tercerizamos la guerra. Ya no son colonias, sino que hemos absorbido el extranjero en su totalidad, subcontratamos en pro de nuestros intereses. La diferencia entre el interior y el exterior del país se define como: todo aquello que es agradable, menos del clima, es el interior y todo lo que es feo, venenoso, peligroso, desagradable es, a excepción del clima, el exterior.

Aún hay contiendas violentas sobre el trazado exacto de las fronteras, pero en esa parte del extranjero no hemos hecho reservas, queda tan lejos de nuestras casas adosadas, que las percibimos solo como un rumor de dudosa veracidad. No obstante parece que, de modo inesperado, vuelve el tema de las fronteras dentro de la misma Unión Europea. El acuerdo de Schengen cambia su cara o alguien le dibuja un bigote, le pinta el pelo, para recordarnos que entre sheriff y Schengen la diferencia no es tan grande*. Definitivamente apreciamos la libertad de circulación por Europa, pero ¡hágame el favor! si los italianos nos echan a todos los refugiados al patio delantero, nos toca subir la reja otra vez.

Es importante el concepto de frontera, y las fronteras mismas son como arrugas de hierro, en las que figuras lamentables se enredan y se pierden. Nosotros no lo lamentamos, poco nos enteramos de eso. Son como los límites del vaso coronario, que son más una válvula que un muro: se puede salir, mas no se puede volver a entrar. Pero nuestras fronteras son más pérfidas que una válvula normal, pues entre los que salen, distinguen a los pertenecientes del interior, y entre los que están en el interior, registran a los que en realidad pertenecen al exterior, ellas cambian la dirección del flujo según el caso. Claro que no es arbitrario, nuestras fronteras son legales y reglamentadas y a cada uno de nosotros nos implantan un dispositivo de detección, que nos define como “interiorados” o “exteriorados”. En las personas que tienen el dispositivo mal afinado, salta un desagradable chillido de acoplamiento, cuando una frecuencia interna y una externa se estrellan.

Nuestras fronteras nos pertenecen, como nos pertenece el exterior, y nosotros decidimos lo que en ellas se puede hacer, su forma de operar y para quiénes son válidas. Nosotros nos tomamos Tailandia o Chile por dos semanas al año, arrendamos un pedazo de Asía para usarlo como parque industrial, movilizando fábricas horribles que arrojan veneno, con el cielo encapotado, los malos sueldos y toda la cantidad de riesgos que trae consigo la industria. A veces me pareciera que la Europa occidental fuera un pequeño país de las maravillas, como lo era antaño la villa de la familia Krupp -Naturaleza, idilio, rosales, rodeados por un suave bosque, y abajo, en el valle que no alcanzamos a ver, porque una gruesa bruma de nube nos separa del resto del mundo, allá abajo debe ser todo como feo, pero eso no lo sabemos exactamente.

*En alemán Schengen / Schergen:
sólo las diferencia una letra, la primera es la localidad donde se firmó el acuerdo de libre circulación (Luxemburgo), la segunda significa sheriff, esbirro, secuaz.

Traducción:
Natalia Guzmán Díaz

no más comentarios