Nuestro blog Los Superdemokraticos une a dos regiones que tienen un punto de vista muy distinto sobre la inmigración, ese fenómeno que en todo el mundo impregna las sociedades, la literatura. Alemania tiene problemas para reconocer a sus inmigrantes como una parte integral (sigan el debate sobre Sarrazin -el antiguo responsable de finanzas en Berlín- en los textos de Jo Schneider y Emma Braslavsky) y eso que en este momento cada segundo ninho tiene un tranfondo migratorio. Países latinoamericanos como Argentina, por el contrario, se entienden así mismos hace mucho como países de inmigrantes (sigan el texto de Karen Naundorf), otros países -México, Cuba, Bolivia- están marcados por el éxodo de sus habitantes: quieren irse a USA o Europa.
Todo ser humano lleva de alguna manera a un inmigrante dentro de si, a lo mejor se trata del buen ciudadano que se encontró René Hamann. (el que en este momento niegue con la cabeza debe mirar la historia de su familia un par de generaciones hacia atrás). Lo nuevo es que cualquiera puede permanecer unido con su país gracias al Internet, la televisión por cable, la radio y el skype. Los cables que atraviesan el mar sirven como cordones umbilicales, con eso el juego Fort-Da de Freud es llevado al absurdo: es posible estar tanto aquí como allá, por lo menos como un hermano, amigo, padre, contacto en Facebook hiperreal. A partir de esa tension es posible crear una „nueva manera de identidad hecha de practicas culturales propias y ajenas“, como lo formula Lizabel Mónika. Ella pide que el „ser extranjero sea aceptado como una forma de tráfico entre ciudadanos“. El que es extraño, ve las cosas de otra manera. El que es extraño puede dar consejos constructivos. El extranjero vive malos entendidos.
Hoy basta con viajar en bus para sentirse, voy a decirlo, „extranjero productivo“. Para mostrar donde cojea el debate. En los buses de linea de la empresa estatal de transportes se encuentran trabajadores y desempleados, turistas, asilados y personas que viven aquí hace mucho tiempo, familias, parejas y solteros, estudiantes, obreros, músicos callejeros. Ellos utilizan los colectivos, el tranvía, el metro y los trenes por casualidad. En un vehículo se convierten en compañeros de un cotidiano común. Agustín Calcagno escucha en el bus una mezcla entre cumbia y minimal Tech, María Medrano voces de mujeres que visitan a sus parientes en la cárcel, Leo Felipe Campos se compadece de visitas que no quieren arriesgare a vivir „las aventuras de los distintos medios de transporte“, Rery y yo encontramos turistas y a un pintor boliviano muy famoso en el M29. Hago una petición aquí, fundar una nueva manera de ciudadanía, la ciudadanía-bus. Frente al bus somos todos iguales. ¡Viaja más en bus! Atrapa la vista de los otros.
PD. Podrán decir naturalmente que eso es una locura. Pero esa manera de aproximación a distintos códigos culturales sería al menos un principio. Podríamos empezar a hablar con ellos, con aquellos que se sientan a nuestro lado. Desde los dos lados. Un bus y un beso, eso iría bien.