En el colegio electoral

Cuando mis padres van a votar se visten de domingo, como antes lo hacía la gente en los pueblos para ir a la iglesia, van silenciosos y reverentes hasta el final de nuestra calle. Hasta el colegio electoral instalado en una escuela primaria, una construcción de hormigón de los anhos 60. Así demuestran que la articulación de su voz no es simplemente una obligación, sino también un ritual que define a todo ciudadano en primera intancia como ciudadano. Recuerdo el lugar donde voté la última vez (pero no como iba vestida) y se trataba de un referendum en Friedrichshain- Kreuzberg, el barrio de Berlín en el que vivo. En esa ocación estaba en juego una franja de costa sobre el Spree -el río que cruza la ciudad- en la que habían bares, frabricas abandonadas y espacios verdes que fue vendida a investores por el gobierno de la ciudad. En el futuro tendran su sede en ese lugar grandes empresas de medios de comunicación, que quieren cercar el acceso al río, privatizar el espacio – y quitarle así al barrio un lugar público y agradable para los vesinos. En el referendum el 87% de los votos estuvieron en contra de los planes de inverción, pero en las negociaciones ese resultado fue simplemente ignorado.

Sigo enojada por eso. Me dí cuenta de la poca influenca que tienen las elecciones democráticas y los movimientos sociales en la política, de que vivimos en una „postdemocracia“, según la define el politólogo britanico Colin Crouch. Elites económicas, grupos de lobbyistas y asesores toman las desiciones, porque el Estado se retira cada vez más de su tarea de asistir al ciudadano. Crouch pide que se creen nuevas identidades ciudadanas.

¿Cómo podrían verse? Emma Braslavsky sugiere un posicionamiento cotidiano como „Ciudadano-Individuo“, que se caracteriza por la adaptación y la resistencia. Lizabel Mónica se siente llamada a nalizar las „frases politicamente inactivas“ en el texto de Rene Hamann. Nesecitamos pues, un permanente ensanchamiento de nuestra conciencia. Solo en la medida en que las realidades son reconocidas y adecuadamente descritas pueden modificarse, ya sea en Megacities, como las de Leo Felipe Campos o Calos Manuel Velázquez o atravez de „objetos mágicos“ (Fernando Barrientos), con los que se consigen lugares imaginarios autogestionados y con eso una retroalimentación en la que interviene la realidad. Tomar una libro en la mano, es algo que podemos elegir.

Si „ciudadano“ es un concepto usado y antiguo, uno que ya en su forma primitiva era elitario, ya que solamente hombres poderosos podían elegir en la Polis, tenemos que reciclar al ciudadano, lo digo así en nombre de los alemanes, que siempre queremos reciclarlo todo. Si nos ponemos juntos a pensar, podríamos hacer de los „No-Lugares“ (Karen Naundorf) ahora a menudo muy virtuales, en los que el sujeto se siente libre, pero en los que al mismo tiempo está „permanentemente ausente“, nuestros bares habituales. Con eso no quiero proponer una vuelta la cultura original, sino a una cultura de la comunidad. Todos necesitamos nuestro lugar en el que augmented reality, en el burguésamente cotilleemos (Luis Felipe Fabre) y presentemos nuestras posiciones. Donde seamos nuestros propios representantes.

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