Una cosa es ser varón. Y otra es ser hombre
Vida / Canción de Rubén Blades
Pertenezco a esa estadística axiomática del ciento por ciento de personas que nace de una mujer. Aparte de esa totalidad escandalosa y obvia, entro en un rango indescifrable pero evidente en América Latina: el de los hijos de madres solteras. Esto quiere decir que si soy, además, machista y egocéntrico, la culpa –o esa responsabilidad virtuosa– le corresponde a la mujer que me crió. La misma que me parió. Palabra clave: moda. Tengo la mitad de mi vida, o un poco más, preocupándome por las mismas cosas: el fútbol, la noche y su fiesta, el dominó, y las mujeres, en plural. Ahora también me ocupo del lenguaje y la ficción, pero estoy seguro que se trata de algo pasajero, un mal menor de mi juventud que todavía no termina.
De pequeño me esforzaba por escupir más lejos que el resto, por saltar más alto, pegar más fuerte y correr más rápido. Era simple y divertido, tomaba riesgos sin reparar en las cicatrices; al contrario, cada marca era una estrella y tales estrellas valían favores, helados, sueños y leyendas propias.
La primera de ellas llegó mientras aprendía a caminar. Pegué la boca de la esquina de una mesa de noche y con el resbalón se me fueron el buen humor y la memoria. Mi madre me cargó en sus brazos; el resto lo hicieron un caramelo y dos puntos de sutura perfectos.
La segunda cicatriz es la mejor, parece un alacrán boca arriba y aún se puede palpar sobre uno de mis tobillos, en la pierna izquierda. Me abrí la piel con una lata de zinc en unos carnavales, y, dos mujeres, mi madre y su amiga, casi se desmayan del susto al ver la mezcla pastosa que formaban la sangre y la grasa. Desde entonces pasé de ser un gordito de cuatro años, a un gordito de cuatro años que rebosaba de orgullo.
Antes de los diez, por fin me pude romper la frente. Estaba en casa de mis tíos jugando a patinar descalzo sobre el agua. La pirueta que comenzó siendo exigente se transformó en aparatosa. Cuando levanté la cara del piso para revisar la puntuación que me darían los otros niños, noté con sorpresa el espanto en sus rostros: fueron nueve puntadas en diagonal que mis primas trataron de borrar sin éxito, con cariños y velas, antes de contarle a mi madre por el hilo telefónico. Su grito de preocupación desde el otro lado, a nueve horas de carretera, no hizo sino reforzar lo que ya sabía. Mi tío me lo dijo engreído, si tienes una marca entre el cráneo y la barbilla, no te preocupes y saca el pecho, ya comenzaste a ser un hombre. Si tienes dos, como tú, podrás ser incluso un hombre prometedor.
Mi última lesión visible es en el brazo derecho, soy puro equilibrio. Fue en una pelea y apenas tenía doce años. Bueno, casi trece. La pelea comenzó porque defendí a un muchacho más pequeño para agradarle a una chica que estaba de visita, la misma que me envolvió la cortada profunda de seis centímetros con papel de baño y me acompañó hasta mi casa, para avisarle a mi madre. Salí con la estampa del valiente, un héroe herido en batalla, me sentía realizado. Además, me quedó un keloide, ese término que se utiliza para reducir el ya escaso valor estético que puede tener una cicatriz a mucho menos que una anécdota grotesca.
A partir de entonces aprendí otras cosas sobre la hombría que poco tienen que ver con las heridas y sus consecuentes –y a veces inmediatos– cuidados femeninos. Amo a las mujeres, como al fútbol, la noche, la fiesta, el dominó y, temporalmente, a la literatura y sus frases-trampa. Pero sobre todo amo ser hombre por otras dos razones. Creo que solo siendo hombre puedo valorar en su justa dimensión el surco que me dejó en el alma la muerte de mi madre, mi madre soltera, y todo lo que ella trató de enseñarme sobre el peso, la importancia, el valor y el coraje de las mujeres: tan sensoriales, tan inteligentes, tan sensitivas, tan delicadas, tan fuertes y también tan frágiles. Por ser mujer quizás no habría tenido menos cicatrices, es verdad, pero seguro habría disfrutado menos de ellas y hasta habría tratado de ocultarlas.
Soy de los que piensa que con cada nuevo dolor reaparece el miedo, y el trauma que me provocó la partida de mi madre solo podía ser curado por otra mujer, mi hija. Esa es la segunda razón: después del miedo sobreviene el placer y tu memoria cambia. Por supuesto, la vanidad de mis heridas fue perdiendo sentido con el paso del tiempo y ahora ese espacio lo han ganado la curiosidad, las metáforas, el aprendizaje y el amor en sus múltiples formas.
Ser madre te permite. ¿Qué voy a saber lo que te permite ser madre? Ser hombre te permite enamorarte de tu madre y de tu hija, en caso de que las tengas o las hayas tenido. Eso no es tan poca cosa y me parece suficiente motivo para no desaprovechar la dicha que me ha dado la conciencia masculina, hasta que me toque ser mujer, en otra improbable vida, y empiece a nacer con la cicatriz que me produzca el nacimiento de cada uno de mis hijos.
No tengo hijos, Leo, y no pienso tenerlos, ya que esto es algo que puedo elegir, pero las cicatrices no se eligen. Por otra parte, podría jurar que hay varores -y también hombres a lo Blades/Campos- que han experimentado las peores cicatrices en su vientre, muy cerca de las entrañas, sintiendo que el abdomen se le parte en dos y una vida le sale de entre las piernas. Me imagino que tú también habrás sentido eso alguna vez. De dolor o de placer.
Saludos habaneros
SpanDeutsch (Barbara):
Ich habe keine Kinder, Leo, und ich gedenke auch keine zu bekommen. Denn das ist etwas, das ich mir aussuchen kann, aber Narben kann man sich nicht aussuchen. Andererseits, bin ich überzeugt davon, dass es Menschen – und auch Männer wie Blades/Campos gibt – die ihre schlimmsten Narben im Bereich des Bauches gleich neben dem Nabel, bekommen haben. Die ein Gefühl hatten, als ob ihr Bauch auseinander bricht und neues Leben zwischen ihren Beinen hervortritt. Ich denke, du hast auch schon einmal ähnliches gefühlt. Aus Schmerz oder aus Lust.
Grüße aus Habana
Lo que he sentido como hombre es un amor tan fuerte que no me deja pensar como quisiera en otras cosas, cuando recuerdo a mi madre o veo a mi hija. El resto en esta vida no me parece accesorio, ni marginal, ni banal o asqueroso; pero en la oposición compleja de esa fórmula hombre-mujer, pretendidamente binaria, creo que el viaje, el juego, la música y todo lo que me apasiona, me sorprende o me conmueve, es independiente de mi hombría y mi masculinidad. Lo primero no. Gracias por comentar, querida. Abrazos caraqueños.
SpanDeutsch (Barbara):
Dieses Gefühl, das ich als Mann empfunden habe, ist eine so starke Liebe, das ich an nichts anderes mehr denken kann, selbst wenn ich wollte, immer wenn ich mich an meine Mutter erinnere oder meine Tochter sehe. Es ist nicht so, dass der Rest des Lebens mir nebensächlich, marginal, unwichtig oder eklig vorkommen würde, aber in der komplexen Gegenüberstellung dieser Mann-Frau-Formel, die vorgibt binär zu sein, glaube ich, dass Reisen, Spiele, Musik und alles andere, das mich mitreißt, überrascht oder bewegt, unabhängig von meiner Männlichkeit und meinem Mann-Sein ist. Das erstere nicht. Danke für deinen Kommentar, meine Liebe. Grüße aus Caracas!
El texto me provocó muchas cosas, mi venezuela prestada, mi madre soltera, mis hijos… así que me permito compartir con ustedes esto
http://laletralate.blogspot.com/2010/07/carmen-helena.html
Saludos bolivianos
SpanDeutsch (Barbara):
Dieser Text löst in mir so viele Erinnerungen aus, mein geliehenes Venezuela, meine alleinerziehende Mutter, meine Söhne…deshalb erlaube ich mir das mit euch zu teilen:
http://laletralate.blogspot.com/2010/07/carmen-helena.html
Bolivianische Grüße
Donde queda tu responsabilidad entre tanto regodeo machista y tanto egocentrismo… asi que solo siendo hombre (esto es, una mujer no )”puedo valorar en su justa dimensión el surco que me dejó en el alma la muerte de mi madre” Cuánto estereotipo, León!
SpanDeutsch (Barbara):
Wo bleibt bei so viel Macho-Vergnügen und so viel Egozentrismus eigentlich deine Verantwortung … also nur wenn man ein Mann ist (das heißt eine Frau demnach nicht) “kann man das richtige Ausmaß der Kerbe in der Seele, die der Tod meiner Mutter hinterlassen hat, wirklich schätzen” Wie Stereotypisch, León!
Ana Rosa: gracias por compartir este latido, íntimo, remoto y sentido.
María: ¿Responsabilidad? ¿Quién la exige? ¿O por qué me la exiges? Un saludo estereotipado y leonino. Grrr.
SpanDeutsch (Barbara):
Ana Rosa: danke, dass du das Pochen, das Intime, das Ferne und den Sinn mit uns teilst.
María: Verantwortung? Wer verlangt die? Warum verlangst du die von mir? Ein sterotypisierter und löwischer Gruß. Grrr.