Ciudad de Hanse Rostock
Consejo de cultura
Señora Dr. Liane Melzer
Revista Spielzeitheft 11/12 del teatro popular de Rostock
Respecto a su prólogo
Estimada señora Dr. Melzer:
En la anteriormente nombrada revista del teatro popular de Rostock usted afirma que “el teatro proporciona educación y promueve la creatividad”. Al respecto quisiera aducir ciertos aspectos complementarios, pero primero quisiera agradecerle de antemano su amable interés:
Su consideración idealizada de asumir al teatro como una institución educativa, no se puede implementar debido a la naturaleza misma del teatro. El teatro no es escuela y tampoco una oferta educativa complementaria, sino un lugar de la subjetividad. El programa de un teatro no es un programa educativo, sino sensibilidad pura y apreciación. Al contrario de los textos escolares y las obras de consulta, los temas del texto dramático no están dispuestos para facilitar la recepción, se hallan ocultos bajo la superficie del texto, que debe ser atravesada, primero por los colegas del teatro y finalmente por el público, para poder ser atrapados. Más que educar, el teatro se dedica a hacer visible la diferencia entre formación e invención. En ello el teatro no responde en ningún momento ante cualquier tipo de orden o administración, sino exclusivamente ante sus personajes. Los medios del teatro no son ni la agitación, ni la influencia didáctica, ni las manifestaciones de lo demócratas, sino los medios de la literatura, especialmente la hipérbole, la alegoría y la abstracción. Es precisamente en el manejo de estos medios que resulta una plusvalía de la información, otra mirada de las cosas, por la que los espectadores van al teatro. No es la educación la que lleva al espectador allí, sino sus dudas respecto a ella
Por lo tanto no es el teatro un lugar de formación, sino un lugar de duda. La empresa del teatro ya no es un lujo para una minoría privilegiada, sino un signo de la confianza de la administración en las capacidades del propio pueblo y la población. La funcionalidad del teatro no se puede medir por el número de entradas vendidas y por otros factores de la economía empresarial, sino por la fuerza de su discurso que se difunde por la ciudad. No es el éxito económico, sino el suministro de inquietud, desorden e inseguridad, el aporte real del teatro.
El teatro, hasta ahora espejo de la ciudad, se convierte en su reflejo. Trabaja, naturalmente conciente del pasado de la ciudad y de cómo se formó ese pasado, hacia delante, es decir dirigido hacia futuro, o dicho de otro modo: una ciudad, que se las arregla sin un teatro, en donde es irrelevante si el teatro se convierte en una escuela o en un centro de deportes o de congresos, o si es completamente arrasado y se olvida de inmediato, es una ciudad del pasado, en la que la población de esta ciudad en vez de crecer y poder crecer, cada año se reduce más, hasta que finalmente todos desparecen.
Antes de terminar mi intervención, quisiera brevemente abordar el concepto de “creatividad”. Este concepto que alguna vez fue sinónimo de una tentativa abierta a resultados inesperados, se ha convertido a través de un uso inflacionario y no acorde con su significado real, en un concepto carente de sentido y tonto. Creatividad hoy en día significa nada menos que basura, sueldos miserables y trabajo apático bajo las condiciones más desagradables. Ser creativo en Berlín significa ser basura en Berlín. Trabajo creativo significa trabajar para otros sin recibir una paga. El llamado trabajo creativo es hoy en día solamente una ocupación. La sola denominación “industria creativa”, utilizada por el sector comercial, revela lo inoficioso que se ha convertido el uso del concepto de creatividad para el arte y el trabajo artístico. Así como la cultura, la creatividad se ha vuelto evaluable y acorde con quienes llevan a cabo esta estimación, es también influenciable. El arte no se deja reducir a estas estimaciones, es independiente, y allí descansa su valor real.
Saludos cordiales desde Berlín.
Oliver Kluck
Traducción: Natalia Guzmán Díaz