Tengo la manía de comenzar a leer las novelas por el final. Hay grandes mitos en torno a la primera frase. El asunto ése de atrapar al lector. Cosas del tipo del multicitado comienzo de Cien años de soledad que se volvió una suerte de modelo de “ábrete sésamo” para los escritores del boom: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…” Mis amigos narradores ya no son tan supersticiosos con la dichosa primera frase. Supongo que, como todo, es un asunto de modas. Pues bien, de moda o no, a mí la primera frase no es la que me engancha: es la última. Cuando abro un libro por primera vez lo hago por la página final. Y esa frase es la que me hace ir al comienzo o no. Supongo que no me gusta que me digan lo que tengo qué hacer: yo empiezo no donde debería si no por donde se me antoja. Supongo, también, que me gusta generarme expectativas: ¿cómo le va a hacer este autor para llegar hasta acá? Una suerte de nostalgia precoz.
No se trata de saber “el final”: el final de la trama casi siempre está antes de la última frase, a veces, incluso, está después: fuera del libro. Incluso hay libros que no tienen última frase, como Los detectives salvajes que se cierra con un enigma visual.
A veces no hay puntuación, o la frase es demasiado larga, entonces leo las últimas palabras. Tal es el caso de uno de mis finales predilectos: ese “sí quiero sí” de Molly Bloom al final del Ulises: esa afirmación tan erótica, tan vital. ¿Cómo no comenzar a leer algo que termina así? Sí, quiero, sí, me dije y me puse a leer. O el final de En el camino de Kerouac, que debo confesar que me saca una que otra lagrimita de cursilería culposa y que me encanta leer y releer en voz alta como si fuera un poema. Una frase que se alarga durante un párrafo bastante extenso para rematar diciendo: “…y nadie, nadie sabe lo que le va a pasar a nadie excepto que todos seguirán desamparados y haciéndose viejos, pienso en Dean Moriarty, y hasta pienso en el viejo Dean Moriarty, ese padre al que nunca encontramos, sí, pienso en Dean Moriarty.” Ahora, que transcribo esos dos finales juntos, caigo en la cuenta de que tengo cierta debilidad por la utilización de la palabra “sí” en las despedidas. ¿Debería terminar diciendo “sí” este texto con el que cierro mi participación en Los Superdemokráticos? ¿Sí?
Realmente me gustaría terminar diciendo las palabras que Salinger pone en boca de Holden Caulfield al final de El guardián entre el centeno: “No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en el que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.” El problema es que no es una frase sino dos. Luego me pasa. Una frase me lleva a la de atrás y ésa a la de atrás y de pronto me encuentro a la mitad de libro habiéndolo leído en reversa. Entonces me voy al principio y termino el libro cuando vuelvo a llegar a la mitad.
Pero no estoy escribiendo en reversa. ¿O sí? Recuerdo de pronto el final de un cuento cuyo título y autor se me escapan. Recuerdo que terminaba diciendo: “Las despedidas no se anuncian y apretó el acelerador”. ¿Era así? Sí, creo que sí.
genial despedida, anoche la recordé cuando por casualidad vi la última frase de la novela que estoy leyendo, decía “aún se encuentra en internet”.
espero algún día conocerte luis felipe, ha sido un gusto compartir altares.
SpanDeutsch (Barbara):
Großartiger Schluss, gestern Nacht habe ich mich daran erinnert, als ich zufällig den letzten Satz des Romans sah, den ich gerade lese, da stand: “selbst wenn es im Internet steht”.
Ich hoffe wir lernen uns eines Tages kennen, Luis Felipe, es war mir eine Freude mit dir die Altäre zu teilen.
Me encantan ese tipo de coincidencias: sí, “aún se encuentra en internet”. Creo que es una buena señal, querida Tilsa. Estoy seguro que nuestros caminos volveran a coincidir. Un gran abrazo.
SpanDeutsch (Barbara):
Ich liebe diese Art der Zufälle: Ja, “selbst wenn es im Internet steht”. Ich denke, das ist ein gutes Zeichen, liebe Tilsa. Ich bin sicher, dass sich unsere Wege wieder treffen werden.
Hola Luis Felipe, seguro no me recuerdas pero fui tu alumna en la Ibero. Llevo mucho tiempo tratando de encontrarte, tener tu correo para escribirte o tu teléfono para hablarte. Me gusta mucho tu poesía y me gustaría platicarte algunas cosas.