¡Arriba la Internacional!

No acabo de entender bien por qué se reacciona como se reacciona ante la globalización. El comercio global, y la homogeneización económica, social y cultural ligada al mismo, no son nada nuevo. Para tomarse la interconexión global de la economía y la anulación de los estados nacionales como un fenómeno exclusivo de la última década, son necesarios muchos años de dormirse en las clases de Historia. Ya Marx y Engels se pronunciaron con precisión sobre este tema:

La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta o otra del planeta. Por
todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. […]
Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. […]
La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero.

TACHAAAAAAN.

Esta cita pertenece al Manifiesto del Partido Comunista, primer capítulo, “Burgueses y proletarios”. El Manifiesto se publicó por primera vez en 1844, por lo que tiene 166 años y su tiempo es anterior a la aviación, a los automóviles, trenes de alta velocidad y barcos de carga, anterior a la electricidad, a las guerras mundiales, internet, a la tecnología móvil y demás modernos inventos del diablo que, según la opinión general, han traído la presente globalización. Incorrecto, sin embargo, si Marx y Engels ya lo sabían entonces. En realidad, el expansionismo yace en el mismo corazón del Capital.

O en la naturaleza del ser humano, incluso. Después de todo, la masacre brutal de gran parte de la población autóctona de Suramérica en manos de los conquistadores tenía algo que ver con una expansión y exportación planetarias de cultura. O la colonización de África, Asia y demás. Si eso no fueron rotundos intentos de globalización…

De hecho, no soy una persona que se destaque por citar a la mínima a Karl Marx (por motivos anclados en la naturaleza de mi historia), pero en el tema de la globalización me resulta sencillamente imbatible. Sobre todo la observación sobre el “mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera”. Precisamente ESO lo he vivido yo en primera persona, el abastecimiento suficuente de alimentos para la población del bloque comunista fue, hasta el final, un considerable problema, y sucedía en cada país con los productos propios de esa tierra. Cuando yo le cuento a un alemán occidental historias sobre este ritmo alimenticio propiciado por la temporada del año, escucho con frecuencia lo ecológico, saludable, tradicional y por lo tanto lo mucho mejor que era este sistema. Los viejos tiempos… Sinceramente: pese a que comprendo perfectamente los múltiples problemas que la importación y circulación global de alimentos supone, intento hacer siempre en este punto una puntualización: ¿cuál es el abanico térmico de Alemania? Creo que los niños del Estado del Bienestar tienen una percepción equivocada del campo. La chucrut y los nabos no son plato nacional por casualidad.

El no tener que comer durante meses col, patatas del sótano y fruta confitada, no es lo único que disfruto en mi día a día de la globalización. También el detalle de poder ir a una farmacia chilena tras darme un golpe contra una roca del Pacífico, pedir “ibuprofeno” con mirada estúpidamente confiada y recibir el medicamento deseado, es globalización.

Y también el detalle de poder caerme al agua como una niña pequeña en Isla Negra, en la otra punta del mundo, es globalización.

Y todo de lo que hablo en este blog germano-sudamericano, es globalización.

Y estar escribiendo todo desde una soleada terraza en Mantua, Italia, a cuyo festival de Literatura he sido invitada junto a otros cien autores de todo el mundo: todo pura globalización.

Estoy condenadamente contenta de ser parte de todo esto. Enloquecería relacionándome sólo con alemanes en Alemania. ¡Viva la Internacional!

Eh, la de la literatura, digo. Como decía, Marx y yo no nos llevamos del todo…

Traducción: Ralph del Valle

hasta ahora 1 comentario sobre '¡Arriba la Internacional!'

  1. Liliana Lara dice:

    Yo tampoco imagino mi vida sin la globalización de la literatura! Me encanta leerte!