No me interesa la nostalgia. Los que afirman que todo tiempo pasado fue mejor, tienen que ser estúpidos o haber vivido en un pasado en que eran de la etnia, género y clase dominante, y sus recuerdos tienen que ver con las maravillas otorgadas por el poder y las normas. Todos los demás, los que tenemos la mala pata de no dominar ni a la menor de las bestias, sabemos que la tenemos un poco mejor ahora y que con suerte el paso del tiempo nos será generoso.
Quizás lo que me irrita es que la gente con nostalgia histórica siempre se asume del lado de los vencedores, de los sobrevivientes. La gente se imagina como parte de la corte de María Antonieta, no en las calles de París peléandose por un hueso con un perro. Nadie se imagina a si mismo muriendo de parto a los 16 años o de viejo a los 35. Nadie sueña con volver al olor de las calles sin sistema de alcantarillado, los viajes entre asesinos y violadores en un barco pirata, seis hijos muertos de rubeola o golpeados por la polio. A la desgracia de ser mujer, negro u homosexual en prácticamente cualquier época, incluida la nuestra.
En el sur de los Estados Unidos la gente se organiza en clubes que se dedican a realizar elaboradas recreaciones de diversas escenas de la guerra civil estadounidense, la que acabó con la esclavitud por ahí de 1865. Cada club se dedica a su propio subtexto: a algunos les interesa el realismo apegado a los hechos, otros se ponen creativos e inventan finales alternativos para las batallas perdidas, otros nada más quieren dispararle a sus vecinos. Los hombres adquieren rangos verdaderos, invierten en uniformes y armas auténticas. Las mujeres también actúan: cocinan para las tropas y alivian a los heridos con un sombrerito en la cabeza. (No tengo idea de si hay afroamericanos participando en este circo, pero yo no lo haría a menos que fuera por una generosa cantidad de dinero). Toda esta gente vive en un loop histórico que cada año repite la derrota de sus antepasados y trata de rescatar las cenizas del privilegio perdido.
Hay un montón de gente en mi país que quiere volver al pasado, con la particularidad de que es un momento que nunca existió. El pasado verdadero está lleno de pobres sin zapatos ni escuela, pueblos abandonados en medio de la selva, una pasividad popular espantosa, un racismo recalcitrante, un clasismo deprimente y una administración del estado que se asemejaba más a la de un pequeño abastecedor rural. Pero nadie quiere vivir ahí, sino en la Costa Rica imaginaria donde presumiblemente todos éramos descendientes directos de un bondadoso Europeo, amantes de la democracia, constructores de majestuosas ciudades, promotores de la paz y sabios conservacionistas de los recursos naturales desde que Cristóbal Colón llegó a maravillarse con las riquezas de nuestras costas.
Personalmente prefiero vivir en el futuro, con robots y naves espaciales. No me interesa volver a ninguna época ni a ninguna parte. Nunca hubo un tiempo mejor que este ni uno más importante ni siquiera uno tentativo, que fuera relevante. Al final, la historia sirve para mantener la ilusión de que los seres humanos somos esenciales, que sin nosotros el planeta no tendría sentido. Qué sería de todos estos parajes solitarios sin nuestra intervención, guiada por la mano de diversos dioses? La historia nos ayuda a sentirnos menos microscópicos en el gran esquema de las cosas. Cuando nos dicen que la tierra donde estamos parados tiene 4.53 billones de años nos encogemos de hombros colectivamente, pero el país vecino corre la frontera cien metros en un libro de texto, y a ver la que se arma.
Lena, comparto muchos de tus puntos de vista y me parece genial como los expresas, esto de morir de parto a los 16 o de viejo a los 35 por ejemplo. Yo creo que el mundo adolece de miedo al futuro y por eso se estanca en su propio pasado, en su historia de pobrezas o riquezas. Este miedo es un poco como la muerte, le llega a todo mundo, tanto al tipo desarrollado que no sabe qué hacer con todo lo que tiene, como al subdesarrollado o peor aún en enternas vías de desarrollo, que no tiene idea de cómo respirar para que no se trate de su última inhalada… allí la perspectiva del futuro se disfraza de queja o de esperanza lagrimita. Un complejo sin remedio, si me preguntas.
Spandeutsch (Marcela):
„Lena, ich stimme sehr mit deiner Sichtweise überein und es ist genial, wie du sie ausdrückst, z.B. das mit 16 Jahren im Kindsbett zu sterben oder mit 35 Jahren ein alter Mann zu sein. Ich glaube, dass die Welt an der Angst vor der Zukunft krankt und sich deshalb in der eigenen Vergangenheit festsetzt, in ihrer Geschichte der Armut oder des Reichtums. Diese Angst ist ein wenig wie der Tod, sie erreicht die ganze Welt, die entwickelte, die nicht weiß, was sie mit all dem tun soll, was sie hat, wie auch die unterentwickelte, oder schlimmer noch jene, die sich auf ewigen Pfaden der Entwicklung befinden, die nicht wissen, wie sie atmen können, damit es sich nicht um den letzten Atemzug handelt… dort verkleidet sich die Sicht auf die Zukunft als Klage oder als kleine Hoffnung. Wenn du mich fragst, ist das ein Problem ohne Lösung.“
Aunque no siempre coincido con tus puntos de vista, me encanta tu forma de escribir! (comentario q claramente no tiene nada q ver con el post, pero es obligado traer!
Ese pasado al que se gusta volver es el romántico (como decís), el resultado de no ser suficientemente críticos con nosotros mismos, con nuestros errores. El que la comodidad nos pinta perfecto para huir de la pelea del hoy.
Spandeutsch (Marcela):
„Auch wenn ich nicht immer mit dir übereinstimme, begeistert es mich deine Form zu schreiben (dieser Kommentar hat sicherlich nichts mit dem Text zu tun, aber er muss gesagt werden!).
Diese Vergangenheit, in die wir zurückkehren möchten, ist eine romantische (wie du auch sagst), es ist das Ergebnis davon, dass wir nicht kritisch genug mit uns selber und unseren Fehlern sind. Es ist die Vergangenheit, die uns die Bequemlichkeit perfekt zeichnet, um vor dem Kampf der Gegenwart zu flüchten.“