La tierra vista desde Mercurio. Un balón iluminado en el espacio oscuro, circundado por un punto claro.
Mi horóscopo estaba agotado. Demasiado ácido cianhídrico, demasiados cambios de humor, demasiado universo. Ayer vi al ciudadano perfecto. Tenía cabellos dorados. Era inteligente y leído, sin mácula, inocente y limpio. Rebosaba buen juicio. Frente a él, yo seguramente era Mercurio. Un planeta abollado. O Plutón, atrás en algún lugar oscuro, o Júpiter, Neptuno, el lado oscuro de la galaxia. La antimateria. Él no podía imaginar la carga que significaba para mi. Él no se imagina nada. Él es el ciudadano perfecto. No proviene de un hogar roto, no tiene caprichos creativos, no tiene cortes en los brazos, no vomita dolor, no tiene ningún dolor. Un miopía como máximo.
La tierra vista desde Mercurio. Fotografiada por el „Messenger“.
Una sonda, que se enroscará en la órbita el año que viene.
Yo escribo por dinero, yo escribo por amor, escribo para la suerte.
Ellos me pagan con veneno.
Vivo en el lugar y el tiempo equivocados. Demasiado universo.
El ciudadano perfecto, un césped inmaculado, la prudencia. Alguien del lado luminoso.
En cuanto uno observa un objeto se modifica. Relación de indeterminación.
Me siento como un adolescente, todos los días vuelvo a perderme desde el principio.
– ¿Sabías que los Gauloises en Francia son una marca para gente de medio pelo?
-No, no lo sabía.
-También en Rusia. Allí son chic esos cigarrillos delgados.
Demasiado yo también. Un mundo que se refleja. ¿Conoces eso?
Cuando el cerebro se calienta. Se prolonga. Un punto lejano.
Y me siento triste frente a mi máquina de sueños. La máquina de sueños en la playa bajo el firmamento. Todos caminan al vacío.
El ciudadano perfecto me preguntó por dinero, se deja invitar. Me da venenos. Veo las fábricas en las que son producidos. Las fábricas son inexpugnables. Serán recorridas. Son de un tiempo distinto.
Busco la frecuencia común, no la encuentro.
Lo que decimos está codificado.
Se refleja en el acensor. Un mundo reflejado en el que me enciendo un Gauloises.
Por lo menos nos abrazamos al despedirnos.
Traducción: Rery Maldonado