Mi abuela siempre decía que la gente que escribe se siente fuera de la sociedad, o que intentaban revestir algo, alguna locura, una anomalía. No están en disposición de dialogar razonablemente, por eso debían gritar escribiendo cosas absurdas, porque no podían aceptar la menor contradicción. Pasé a su lado los años más tiernos de mi infancia, mi padre había perdido la memoria dos años después de mi nacimiento, las conexiones sociales estaban cortadas. Él necesitaba tiempo para reconstruir la imagen que tenía de sí mismo, todavía se estaba reacostumbrando a mi madre y hermana y no conservaba ningún recuerdo de mi procreación. En estos años con la abuela me aferré a la poesía oral, hice rimas de la mañana a la noche y me cuidé de llevarlas al papel. A menudo repetía durante todo el día los mismos versos, para no olvidarlos.
Una mañana (tenía 13 años y vivía desde hacía unos años con mis padres y mi hermana) me desperté y ya no comprendía mi vida. Por supuesto, le sigo echando también la culpa a las hormonas. En un país en el que uno ensaya el pensamiento dialéctico, yo intentaba la contradicción (que de repente me tomé en serio a todos los niveles y que antes simplemente había aceptado) de equilibrarlo cognitivamente. Cogí papel y bolígrafo y escribí; en principio a escondidas, no quería alterar a mi abuela. Después, cuando ella murió seguí a escondidas, porque los textos entraban en contradicción con el comportamiento del discurso, no entendí entonces que el pensamiento dialéctico se identificaba con la aceptación. La conversación con los demás siempre era difícil, escribir rellenaba las carencias, los huecos que debía dejar.
Hasta hoy en día son las carencias, la materia oscura, las que me encadenan al portátil. Proceden de impulsos que eructo con la acidez de mi estómago, no de reflexiones o percepciones producidas por mi cerebro. Con esto, a menudo todo se vuelve anacrónico. Para mí, el presente no brota de un desarrollo temporal lineal, sino de una anatomía específica de lo visible y lo invisible. “Hoy” es sólo un concepto para definir determinadas relaciones con lo visible. Desde hace más de diez años, en mi trabajo como autora, comisaria cultural y filósofa me centro en el escapismo: esto es, en las posibilidades y necesidades de la negación de la realidad y las estrategias de supervivencia, así como en el conflicto entre las memorias privada y colectiva, y el conflicto entre el espacio de maniobra humano y el afán regulatorio del sistema sociopolítico.
¿Es posible que nosotros, en el Oeste, todavía padezcamos un pensamiento totalitario, porque nos han hecho creer que la democracia es un software que se puede instalar y organizar? ¿Es acaso en realidad la democracia un sistema abierto, con una poderosa fuerza de autorregulación que no se debe sobreregular? En una democracia, ¿no debería lo individual estar quizá más centrado en sí mismo y ser fomentado? La democracia ya no admite discusión. Para mí, eso es un error. Precisamente porque en el Oeste nos hemos acomodado, somos los más amenazados de tomar tendencias postdemocráticas…
No, no sufro cuando escribo, martirizarme no es lo mío, siempre he disfrutado de la escritura y así ha sido hasta ahora. Si acaso perdiera el placer de escribir y tuviera la impresión de sufrir por ello, lo dejaría inmediatamente. Y el placer que tengo al escribir, bien se lo merecen los lectores.
Emma, acoto una reflexión que me produce tu nota.
creo que los postdemocráticos, los superdemokraticos, o como sea, aquellos que creemos que la democracia es un valor – yo desconfío mucho de ella, pero decido creer, mi amor en la democracia se asienta en mi total desconfianza como modelo ideal de organización, pero en la simultánea convicción de que es el mejor modelo existente.
Ahora, esta democracia, debe basarse en la discordia, la discusión, el descenso, rechazo los acuerdos como fundamento de la democracia.
Me gusta más pensar una sociedad democrática que fundamenta su convivencia en el conocimiento y aceptación de que sus integrantes son profundamente diferentes y que muchos tienen diferencias irreconciliables, pero que sin embargo somos capaces de convivir democráticamente en la misma sociedad.
No sé, quería decirlo, beso y saludo!
Schreiben kompensiert Lücken… es ist doch wahr! In meinem Fall war schreiben immer ein Bedarf, ein Lebensbedarf, ein Liebesbedarf. Es musste doch viel, viel Zeit vergehen, bis ich mich denn endlich als Schrifstellerin, Autorin oder “escritora” wahrnehmen konnte. Jetzt kann ich es einfach so, weil ich verstanden habe, dass schreiben anderen helfen kann und soll. Danke für deinen Text, Emma!