Nunca había visto y escuchado a dos premios Nobel en vivo hablando el uno con el otro. Hasta hoy! “Dos nobles”, se llamó la conversación entre Herta Müller (PN 2009) y Mario Vargas Llosa (PN 2010) en una sala atiborrada de público. Más corto y lapidario, pero también mas concreto no pudo ser: dos espíritus nobles, por así decirlo. El moderador Juan Cruz Ruiz se contuvo e hizo preguntas aparentemente banales, pero por ello más profundas, sobre la relación entre escribir y vivir, sobre prejuicios, totalitarismo, el efecto terapéutico del ser escritor, el papel público – y rápidamente se develaron las diferencias en el entendimiento de la literatura de los dos sujetos que discutían.
El noble público. Frente a pantallas y tras columnas. A un lado estaba el exdiplomático, hijo único de padres separados clase media, crecido en el Perú, que se denomina a sí mismo como un “demócrata liberal”, del otro lado una exiliada, venida de las minorías alemanas de un pequeño pueblo en Rumania, de un hogar sin libros, en el que la madre advertía: “no leas tanto, eso te enferma de los nervios”. Aunque desde hace mucho es mal visto recurrir al contexto biográfico para el análisis, en ellos no se pueden negar. Y así es para el uno, para quien escapó en el mundo de libros de Karl May y Cervantes, para el representante de la “literatura comprometida” (Satre), es la lectura y el escribir siempre un asunto político, una cuestión de compromiso, de acción, de intromisión, especialmente para el mejoramiento y el progreso de la humanidad en sí. Leer es la vivencia de mundos mejores, en los que el individuo puede reconocer otros valores. Y así es para la otra, para una representante de la literatura del „dolor estético“ (Müller), es un libro una mirada en el infortunio existencial general, una defensa propia, especialmente de lo personal, de lo privado, cosas que no son permitidas en una dictadura, “un compás interno”. Herta Müller recitaba poemas para sí misma, mientras era interrogada: “Dentro de la cultura es hermoso lo que nos causa dolor, porque no tenemos otra palabra para eso. La literatura me consuela, sin engañarme” afirma con sensatez. Llosa, por el contrario, piensa que cada ficción es una mentira, pero una mentira tan bien hecha que podría ser una verdad. Por ello es un instrumento para defender la libertad humana. ¿será que nosotros, europeos post-democracy, podemos seguir creyendo en esos valores?
Hace poco estuve en una conferencia con muchos gestores culturales de países árabes. Ellos también estaban persuadidos de que el arte puede tener una influencia social. Que una estructura creativa individual genera un cambio colectivo, algo así como un artista convocando a una manifestación y que la gente confíe más en él que en un político. ¡Eso nos pasó a nosotras! Herta Müller reaccionaría también escéptica. Pues el arte es construido: “la literatura se da el lujo de construir vidas artificialmente a través del lenguaje. Después tiene uno quizás una mejor cabeza.” Transformaciones dentro, pero no del comportamiento.
Y así la literatura resulta siendo siempre un diálogo entre dos nobles: el autor y el lector, dos cabezas que intentan entender la vida. Los dos, Llosa y Müller le dan como lectores, para el cierre del evento, a otro autor su agradecimiento: Jorge Semprun, el “hombre de acción” (Llosa), escritor testimonial como sobreviviente del campo de concentración, escritor poético de la historia de los tiempos (Müller), quien murió el 7 de julio de 2011 en París.
Traducción: Natalia Guzmán Díaz
Ein Hoch auf Biographien!