Fin de año, explosiones

El tiempo entre los dos años, como se dice en alemán, o sea, los días entre navidad y noche vieja, son días tranquilos. La capital está vacía. Únicamente grupos de turistas en el Checkpoint Charlie en la Friedrichstraße se atreven a salir a la calle con este frío y húmedo clima. La mayoría de las personas están reposándose de la comilona de las fiestas y del estrés de fin de año, viendo un par de blockbusters en la tele, ordenando los regalos en los estantes, hablando por teléfono, callando, durmiendo. Hasta que en el último día del año llegan los fuegos artificiales. Llegan por delante, por detrás, por arriba, el 31 de diciembre, cuando está oscuro, es difícil no toparse con ellos. Una vez les grité a unos chicos que estaban prendiendo algo: “Eh chicos, tengo tinnitus, espérense a que yo pase para prender los petardos”. Y estos: “Por supuesto, mi señora.”

Dicho tiempo de recogimiento constantemente avivado mediante explosiones, podría ser imagen del activismo literario, una actitud que nosotros, los Superdemokraticos, nos hemos puestos una y otra vez como meta, a la que dedicamos el tema del mes de diciembre, pero también una antología que se puede adquirir por cinco euros en la editorial Milena Berlín, la cual se formó después de que sus editores ocuparan un stand en la Feria del Libro de Fráncfort en 2010. Es que ser activista literario significa también intervenir físicamente, no solo monetariamente. Para las escritoras y los escritores, para los lugares en los que la literatura se lleva a cabo. Significa petardear los espacios de libertad, atraer la atención, decidirse por algo, por alguien, significa tener una opinión, ponerse en frente, dando cara, voz, micrófono. Significa valorar a un público que vota con los pies. Quién sabe quién venga hoy, si alguien viene…

Cuando me mudé a Berlín en 1999, con poemas debajo del brazo, iba de lectura en lectura para poder conocer a los otros poetas. Se suponía que tenían que estar aquí. ¿Dónde estaban?, al principio encontré en los periódicos anuncios de eventos, después encontré conocidos, cómplices, confidentes, locos. Era miembro de diversos círculos líricos privados, los cuales tenían en común que el vino fluía y el aire era una humarada flotante, que los egos chocaban unos con otros, pero también que publicaciones conjuntas salieron al mercado. Yo organicé con algunos otros un escenario de lecturas (visch&ferse) que cada año se disolvía para volverse a fundar, y un salón multilingüe, el Hinterzimmer-Salon. Unas veces yo era la invitada, otras yo las que invitaba. Unas veces nos peleábamos, otras nos reconciliábamos, a veces uno se podía leer sólo en Facebook. Eso era cuando algo había se había dañado. Las explosiones pueden ser peligrosas.

Pero por suerte la representación de textos, o por así decir la PR de textos, es tan emocional, es como una im- y explosión. Algo nuevo surge cuando lo viejo perece. En la última edición de la revista literaria Am Erker se les preguntó a 13 autores y autoras si la amistad entre escritores era posible. La pregunta, de por sí, muestra lo minado que es el suelo que pisan los literatos. El año llega a su fin. Nosotros seguimos. Pues creemos que después del estallido queda la reverberación. Cuando trabajamos juntos y creemos en esto.

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