Ya no estamos SOLas

La violencia según el diccionario de la Real Academia es la acción y efecto de violentar o violentarse. Pero la violencia va muchos más allá, hay violencias cotidianas que no son tan explícitas y que llegan a dañar tanto o más. Me explico: el subir a un ascensor y que nadie te salude ni saludar, es un acto violento. Este hecho tan cotidiano y aparentemente insignificante es síntoma de una sociedad amargada, gris, donde todas estamos centradas en nosotras mismas y somos incapaces de ver a la persona que tenemos en frente. Cuántas veces presenciamos injusticias y pasamos de frente, ya sea por indiferencia o por miedo. Al no haber el hábito, una no se siente apoyada ni legitimada por la gente que tiene a su alrededor, se siente sola y desamparada.

Pero cuando todo parece tan desesperanzador, salta una chispa y salimos a la calle, de repente no estas sola, de repente miras a los ojos de tu vecina que se siente tan sola como tú y que tiene el mismo hartazgo. De repente se llenan las calles de palabras, de ideas, de soluciones, de sueños hechos realidad. Es lo que sucedió en Madrid el 15 de mayo de 2011, la Plaza del Sol brillaba más que nunca. Lo que para algunos era violento: la ocupación de un espacio público sin permiso, por muy contradictorio que parezca para muchas otras era la posibilidad de que todas las voces se oigan y los silencios se respeten. En cada rincón del Km.0 de Madrid había gente debatiendo, exponiendo sus ideas, construyendo. En poco tiempo teníamos una mini aldea donde convivíamos muchos tipos de personas diferentes y donde lo que primaba era el respeto y la escucha activa.

Una de las acciones mas contundentes que se han realizado a raíz del movimiento sucedió en Lavapiés, un barrio de migrantes en el centro de la ciudad. Se expulsó a la policía del barrio por realizar redadas racistas, que son controles policiales que se basan en el aspecto étnico de las personas y que se realizan en todo tipo de circunstancias. Más de una persona ha tenido que interrumpir una conversación con su familia en un locutorio y a muchas otras se les ha interrumpido el tiempo de ocio en restaurantes y discotecas. La gran mayoría de las redadas se realizan en las bocas del metro, cuando la gente vuelve de trabajar. La fuerza de la policía radica en que la gente suele tener muy poca información acerca de sus derechos y mucha sobre sus obligaciones. Desde el primer momento te exigen una serie de requisitos para que crean que eres una ciudadana más, pero la ciudadanía no se construye sólo pagando impuestos y la seguridad social, se construye participando activamente en la toma de decisiones. Estos controles ni si quiera llegan a repatriación. Su único objetivo es amedrentar a la población migrante, que termina recluyéndose en “guetos”. Muchas madres tienen miedo de llevar a sus hijos al colegio, por miedo a que les pidan la documentación, y son aún muy pocas personas las que se animan a salir a la calle para exigir sus derechos, porque saben cuáles pueden ser las consecuencias.

Hay un numero importante de denuncias a todo tipo de instancias sobre el abuso policial y son realmente pocas las que se hacen efectivas. A estas alturas lo que hay que preguntarse es si éstas prácticas son legitimas o no, y hasta dónde estamos dispuestas a sustentar un sistema que cada día nos priva y restringe libertades colectivas e individuales. Mucha gente se pregunta como es posible que un policía se salte la ley, no puede ser que las redadas racistas sean ilegales, algo habrá hecho esa gente para que les detengan. Creemos que es algo que no nos afecta, hablamos de ellas y nosotras, y no somos conscientes de que si tocan a una, nos tocan a todas.

Pero entre todas podemos cambiar las cosas, en muchos barrios de Madrid, la gente se está organizando para denunciar éstas prácticas ilegales, se están frenando muchas redadas, se ha llegado a un punto en el que la policía nada mas ver a un grupo del 15M se suben a sus patrullas y dejan de atosigar a la gente. Es de ley decir, que mucho antes del 15M habían ya organizaciones que realizaban este trabajo, pero el efecto multiplicador del 15 M es imparable, y sobretodo el poner sobre la mesa un debate necesario para la madurez de la sociedad. Los seres humanos no somos mercancía, no somos de usar y tirar, no somos objetos de consumo, tenemos derecho a vivir donde nos de la gana sin tener que justificar cada uno de nuestros movimientos, no debería haber ciudadanos de primera y de segunda, es hora de que nos miremos a los ojos y nos escuchemos, que empaticemos, que tampoco es tan difícil.

A nivel personal puedo decir que gracias a éste movimiento tengo la sensación de que cada espacio que ocupo es mio por derecho propio, algo que es obvio, pero que el vivenciarlo no lo es tanto. Aún queda mucho por hacer, pero no hay prisa: “Vamos lento porque vamos lejos”.

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