La Feria del libro de Frankfurt podría ser algo muy parecido a La biblioteca de Babel de Borges, sólo que en este caso hablamos de pabellones interminables y no de hexágonos y que aquí todos los ejemplares, tangibles e intangibles, están a la venta. Buscar un libro determinado es equivalente a buscar una aguja en un pajar y la paradoja es que la muestra más grande del mundo de novedades editoriales, se lleva acabo en un idioma que entienden apenas unos cuantos millones de personas.
La Feria del libro de Frankfurt podría ser algo muy parecido a La biblioteca de Babel de Borges, sólo que en este caso hablamos de pabellones interminables y no de hexágonos y que aquí todos los ejemplares, tangibles e intangibles, están a la venta. Buscar un libro determinado es equivalente a buscar una aguja en un pajar y la paradoja es que la muestra más grande del mundo de novedades editoriales, se lleva acabo en un idioma que entienden apenas unos cuantos millones de personas. Creo que pocas veces me he sentido tan feliz de poder leer en alemán, los años de aprendizaje, de trabajo, han hecho posible que también mi curiosidad sea infinita. Como en el cuento de Jorge Luis, aquí tampoco hay problema personal o mundial cuya elocuente solución no exista. Desde novelas rancias para miembros del Opus, hasta mangas japoneses para los niños grandes que pasean por los corredores sus vistosos disfraces, personajes que en mi ignorancia he bautizado con el nombre de Pockemons, pasando por verdaderas obras de arte provenientes de los más recónditos lugares del mundo.
Para un lector normal el primer día en el laberinto es de una felicidad incalculable. La avaricia lo empuja a una carrera loca por los pasillos, a horas de horas de mirar páginas impresas, lomos, títulos, palabras, a tratar de contemplar todas las posibilidades de combinación que ofrece el alfabeto. El primer día todos están al acecho, a la espera de encontrarse con su Vindicación, con ese libro que encierre el mensaje apropiado y determine el futuro individual. Los recintos están llenos de inquisidores o buscadores oficiales armando sus catálogos, cerrando negocios, mientras mastican salchichas grasientas que valen su peso en oro.
El segundo día empiezan a cambiar las cosas, la desenfrenada esperanza del hombre común se ve substituida por la opresión, por la conciencia de que hay muchos libros fundamentales ocultos en las estanterías. Que probablemente nunca será capaz de leer los lomos y las solapas de todos los libros que parecen importantes y pasan inadvertidos. Los Pokemons invitan a partir del tercer día a abandonar la búsqueda y a sumarse a su movimiento naif, en el que las palabras son básicamente substituidas por imágenes, por dibujos y el sentido pierde toda su importancia.
Entre los que han sobrevivido cuatro días consecutivos dentro de la feria, hay voces que sostienen que la biblioteca no tiene sentido ninguno, que el disparate de la industria procede a un uso irresponsable de miles, de miles de millones de hojas impresas que han sido arrebatadas a los árboles. En el quinto día ya es sabido que nadie puede articular ninguna sílaba que no esté llena de las ternuras y de los temores de la humanidad que nos antecede, aunque las rubias clones de los consorcios intenten convencernos de lo contrario en sus comunicados de prensa. En Frankfurt como en el resto de l mercado del libro la capacidad de innovación se ve expuesta en las combinaciones modestas de lo preexistente con el trabajo efectivo con los amigos. Nunca voy a dejar de ser una fan de las editoriales independientes.