Pienso, luego existo

El Mejunje, Santa Clara

El Mejunje, Santa Clara. Image by slosada via Flickr

¿Qué te gustaría ser, un hombre o una mujer? Así dice la pregunta. Parece fácil, pero por supuesto no lo es. Nada es fácil de responder en torno al tema de género. Los argumentos que hacen parecer fácil dicho tópico son precisamente aquellos que contribuyen a una arbitrariedad tal que los acerca a la discriminación, por un lado, y a la codificación de un rol estándar  -basado en el prejuicio cultural y/o el esencialismo biologicista-, por el otro.

La pregunta en sí misma implica una serie de metainterrogantes que parece necesario responder al unísono. Por ejemplo, subyacente está el “te” inicial: señala nada más y nada menos que el supuesto de una identidad predefinida, lo que da ganas de acercarse al espejo y preguntar: Tú, ¿quién eres? La segunda palabra que llama mi atención es el verbo “ser”. Mi incomodidad aquí deriva de la propuesta implícita de una mudanza permanente, o en su lugar, de una permanencia de por vida. ¿Y tengo que decidirlo hoy?, o podría decidir tan sólo por ahora, este minuto en el que escribo, este minuto en el que soy frente a la página. Prefiero tomar por certera la segunda opción. ¿Quién puede saber de qué tendré ganas cuando me levante de este escritorio? (Vuelvo a acercar mi imagen al espejo.) ¿Acaso tú?

Cuba en disputa: la isla sin género

En Cuba, como en otros países de Latinoamérica, para muchos todo este rollo del género es una teorización abstracta acerca de las diferencias entre sexos, puesto que, claro está, género no es otra cosa que sexo, y por tanto, estamos hablando del consabido binomio hombre/mujer. Fuera de esto, no hay más que perversión, enfermedad o ciertas víctimas de (inciertas) malas influencias. En tal discurso persiste la discriminación a la mujer, y la rigidez del rol que experimenta el hombre y que ha sido develada recientemente gracias a los estudios de la masculinidad. Soy mujer, bisexual –que es peor que ser lesbiana para los ortodoxos de lo heteronormativo-, y debo aceptar que no se trata de víctimas y victimarios. Al menos no a modo general, y plantearlo de esa forma no nos lleva muy lejos. Los hombres, esos “privilegiados”, sufren bastante en la estrechez de su rol. Entonces no, no quiero ser hombre, ni ahora frente a esta página ni mañana, creo. Por suerte no tengo que decidirlo hoy mismo, ya que puedo cambiarme de sexo cuando guste. Esta posibilidad sólo la tengo en Cuba desde 2008, antes de eso, debo decir, estaba terminantemente prohibido.

Tras años de demandas silenciosas, recién se aprueban las operaciones de cambio de sexo pero sigue sin reconocerse la multiplicidad de género. Es decir, en mi país sólo tengo dos opciones, ser hombre o mujer. Se supone que estas son las dos maneras “naturales” del ser humano. El género es una construcción cultural, pero el sexo ¿acaso no lo es? Judith Butler se encargó de explicar que sí, que también es construcción, y que el género se expresa mediante diversas posturas asumidas en sociedad. La posibilidad de un sexo híbrido y de un cambio de sexo en la mesa de operaciones hoy en día es aún más elocuente. De manera que la frase célebre puede tener finalmente otra lectura en el siglo XXI. No soy (en cuanto al sexo, al género, pero tampoco en cuanto a identidad latinoamericana, cubana o la que se quiera) un ente natural: pienso –camino de la mesa de operaciones y comiéndome un sándwich-, luego –al salir del hospital para ir a encontrarme con mis amigos- existo.

Mi país sólo permite dos sexos y dos géneros, pero en mi mente, y en esta página, mis opciones son más de tres. Hoy quisiera ser… a ver… déjame pensar…

Judith Butler para principiantes

Miss travesti 2010, Santa Clara, Cuba

Tema de Gente de Zona -grupo de reguetón que está de moda en Cuba- sobre la preferencia sexual (recomiendo los comentarios al video)

Enhanced by Zemanta

no más comentarios