¿Dónde estaba Simón?

En mi país lo primero que aprendes sobre la historia es que tiene un nombre: Simón. Y un apellido: Bolívar. Yo nací en el estado que lleva ese apellido por nombre. Lo supe como a los seis o siete años, pero no era algo importante. Hasta entonces, más que Venezuela importaban la idea de la navidad y los regalos, daba igual si eran traídos por un gordo con trineo y uniforme rojo, un niño llamado Jesús o tres reyes magos, uno de ellos negro. Punto para la iglesia católica, y también para la Coca Cola.

Así: la historia –piratas e indios de por medio– se medía en juegos y celebraciones, olía a tradición y venía acompañada por los relatos y abreviaciones de la tele. Como años más tarde estudié comunicación social y me especialicé en el área audiovisual, ahora vivo convencido de que toda historia que aparezca en la tele ha sido producida por una pareja que conforman un histérico y un mariguanero o sus derivados. Ellos me contaron –nos contaron, a todos– nuestras primeras historias, incluyendo además: las patrias.

En el colegio había que cantar el himno nacional. Hasta dos veces, a veces. Y un día a la semana, si mal no recuerdo, durante tres horas, repasábamos conceptos enciclopédicos sobre las grandes batallas, los gestos definitivos y las aguas que partían el tiempo. De entonces es poco lo que registro en mi cerebro. Fechas sí, algunas. Extrañamente, las cifras eran la pasión de la materia con los párrafos más densos.

Fuera de los 1492, 1783 y 1958, aprendí desde pequeño que uno de los días más importantes en la historia de mi país fue el 19 de abril de 1810, un jueves santo. Sobre todo, por varios datos curiosos. El primero: el último Capitán General de Venezuela, Vicente de Emparan, luego de jornadas intensas en torno a presiones internas y externas y a las posibilidades reales que tenía de preservar el poder, salió al balcón del cabildo en Caracas y le preguntó a una muchedumbre si estaban contentos con su mandato, si lo querían, con decisión pero nervioso, apretando los dientes y rezando en silencio. La apuesta del todo o nada, entre bravucona y desapegada.

Aquí viene el segundo dato: la gente, que andaría de procesión en la Plaza Mayor, desfilando sus ropas nuevas o bebiendo aguardiente, no se dio por enterada o no se atrevió a desafiar al gobernante por un delirio disfrazado de referéndum, hasta que un cura, un presbítero, un canónigo, un masón según los masones, doctor en teología, llamado José Cortés Madariaga, se ocultó detrás del Capitán General, cerró su puño, levantó travieso el índice y con una media sonrisa, comenzó a mover la mano hacia los lados, cual productor televisivo que muestra un cartel antes de ir a los cortes comerciales, para que el público dijera que no.

Y el público dijo que no, dicen los libros de historia. Tercer dato.

¿El cuarto? A Vicente de Emparan, que no estaba al tanto de que Madariaga casi le pellizcaba el fundillo, se le salió el orgullo y gritó bien fuerte “pues yo tampoco quiero mando”. Caramba, otra vez, punto para la iglesia católica.

Ese fue el primer paso para la independencia de Venezuela y de ahí surge el verso del himno nacional que le grita al resto de las provincias y después a la América toda: “seguid el ejemplo que Caracas dio”. Y se repite. Así: “se-guid el e-jem-plooo, que Ca-ra-cas diooo”. Es lo que me han dicho hasta hoy.

No sé qué les parece a ustedes, pero que un complejo golpe de estado liderado por los mantuanos para establecer una nueva Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII y redactar un acta en la cual se consignaba la instauración inmediata de un nuevo gobierno, sea resuelta porque el pueblo le hace caso a un cura que se oculta detrás de un militar, a mí me genera suspicacias. Sobre todo en torno al futuro, que es nuestro presente.

Quiero decir, no es que no crea en esa historia. Es lo contrario: no me cuesta creerla. Además, ¿dónde estaba Bolívar? Simón. Nuestro Simón Bolívar, el padre de la patria, que apenas tendría 26 años.

Según leo, confinado en una hacienda, enviado por el propio Emparan, quien un año antes lo había designado Teniente Justicia Mayor del pueblo de Yare. Lo que sea que eso signifique, suena a cargo medio. O a rango menor. El caraqueño-ilustre-americano no estaba en Caracas cuando se dio el primer paso para lograr la independencia, pero después fue nombrado coronel por la junta recién instaurada, que además le asignó importantes tareas en el extranjero.

Más tarde vinieron decretos y cartas y discursos memorables y batallas que yo debí memorizar para aprobar mis exámenes con calificaciones poco más que mediocres, pero nada como aquel dedito de Madariaga escondido, resolviendo el destino en una salida traviesa, para hacerme creer que la historia se construye de pequeñas cosas. Aunque no esté Bolívar presente y eso genere algunas dudas.

3 comentarios sobre '¿Dónde estaba Simón?'

  1. […] puede ver el texto en alemán, en caso de que me quiera dejar un comentario […]

    SpanDeutsch (Barbara):

    (…) man kann den Text auch auf Deutsch lesen, falls man mir einen Kommentar schreiben will (…)

  2. Liliana Lara dice:

    Punto para tí, querido Leo Felipe Campos!
    Me has hecho reir con tu relato de este episodio tan extrafalario de nuestra historia!
    Me encanta eso del cura como productor de tv…
    y esta frase: “Extrañamente, las cifras eran la pasión de la materia con los párrafos más densos” Paradoja inexplicable, insoportable, infranqueable para mí!
    Un beso!

    SpanDeutsch (Barbara):
    Ein Punkt für dich, lieber Leo Felipe Campos! Mit der Geschichte über diese extrem skurrilen Episode aus unserer Geschichte hast du hast mich wirklich zum Lachen gebracht!
    Ich fand den Vergleich mit dem Priester und einem Fernsehproduzent großartig…
    und der Satz: “Seltsamerweise waren Ziffern die Leidenschaft des Faches mit den am dichtesten beschriebenen Absätzen.” Ein unerklärbarer, unerträglicher und für mich unüberwindbarer Widerspruch!
    Küsse!

  3. […] puede ver el texto en alemán, en caso de que me quiera dejar un comentario […]