Perdido en la academia

Cuba, 17-29 de noviembre 2007.

Mi inicio en las aulas fue por demás conflictivo. Ya en la primaria comencé a desconfiar de los grandes que intentaban instruirnos. Nos llamaban niños, que quiere decir algo así como que tienen el derecho de hacer con uno lo que quieran. Ellos no solo nos dieron una paliza psicológica que ha dejado secuelas profundas, sino que nos enseñaron a propinárnosla nosotros mismos. En mi primaria tuvimos un héroe. Un día se le ocurrió dudar de la necesidad de aprender matemáticas e historia y lo grito. Lo dejaron toda una tarde sin poder jugar con los demás, como no se doblegaba paso casi todo un mes aislado. Ahora es económico y aunque sonríe, ya no duda.

Yo seguí el camino marcado. Hice todos los niveles escolares hasta la universidad. Tenía una fe ciega en ella, pensaba que allí al fin aprendería a equivocarme. Mas las universidades están para crear certezas y la Humboldt Universität no es la excepción. En sus cursos aprendí que historia antigua es la historia de Grecia y Roma; que filosofía es explicar algo con lógica y todo lo demás es ideología; me enseñaron la importancia de seguir al pie de la letra lo formal, que la ciencia es un conocimiento impersonal en el que no hay cabida para lo que algunos llaman sentimientos. Resumiendo que aprendí el inmenso placer de perderme discutiendo nada. Un día, haciendo uso del reino de la libertad, se me ocurrió decir que todo aquello me parecía un poco sin sentido. Valiéndome de la palabra que reinaba, intente fundamentar mi respuesta como me habían enseñado. Cite a un par de alemanes viejos, a franceses críticos de alemanes viejos y a latinoamericanos inconformes con todo aquello; mas mi crítica no fue acogida, se me tildo de querer dar un giro ideológico con pensadores que ya habían sido rebasados. ¡Ups! Me respondieron lo mismo que se decía desde hace muchos años en la habana: – Si no estás de acuerdo ¿qué haces aquí? Desde entonces las recriminaciones de mi madre, que se empeña en decir que filosofía e historia son una pérdida de tiempo, tomaron un nuevo matiz.

Aixa

15 – Rockasón – Alejandro Gutiérrez – H.Abierta – Habana Abierta

2 comentarios sobre 'Perdido en la academia'

  1. Gabriel Calderón dice:

    Pedro, tu nota me deja pensando, como de diferente manera, con diferente compromiso y costos, muchos de nosotros – según decanto de los artículos- no nos conformamos con las certezas, dudamos de la academia rigurosa, pero por sobre todo nos hacemos a un lado de corrientes modernas, tentadoras aguas fuertes que nos empujan con el malón de gente, pero que con tezón y persistencia logramos evadir, hasta tal punto de quedarnos en una tercera vía, cuarta, quinta, tratando de que nada se dogmatice o se convierta en peligrosa moda. Que peligro todo, que peligro, pero… que manera linda de vivir. Claro pienso que esto tiene un significado en mi pais- en dónde hacer este tipo de cosas lo máximo que te puede pasar consiste en ganarte una puteada en un diario pero nada más- a hacerlo en otros paises y contextos dónde las exclusiones y penas hacia aquellos diferentes son mucho más serias, duras y peligrosas. Pero bueno, espero no ser superficial con mi comentario al sentir que un filo hilo recorre nuestras intenciones aunque las peleas de cada uno sean tan diferentes. saludos

  2. Hola Pedro, escribiendo desde La Habana. Eso de los autores “revasados” huele a queso rancio… Es gracioso como se tienden esas políticas del “progreso”, pero lo más gracioso es como tu madre tenía razón, aunque fuera precisamente porque intuye que eso de la “razón” (el sueño Ilustrado) es un gran cuento de camino… (Me fascina esta frase del “cuento de camino”; la Historia pudiera ensayar esta posición de narrar desde la urgencia, desde el azar del encuentro con un extraño en una trayectoria iniciada…, así por lo menos pudiéramos pensar menos en que la humanidad es una, nuestras “razones” occidentales también las de mayor peso, y la cuna de la civilización occidental la cuna de toda la historia de la especie humana). A los historiadores que se ocupan de acentuar esa mayúscula en la H, que ni siquiera puede repetirse en lengua española: a historiar cuentos de camino y a olvidarse de verdades universales!

    Mis saludos desde el “bochorno” de las calles habaneras