¿Lo fusilamos?

Melquiades Suxo fue el último boliviano sentenciado a la pena de muerte. Un pelotón de 10 policías acabó con su vida la madrugada del 31 de agosto de 1973. Murió sin entender a ciencia cierta el por qué de aquella decisión judicial.

Su víctima había sido María Cristina Mamani, de tan sólo cuatro años. La menor fue raptada y violada reiteradamente por Suxo y por el hijo de éste, Nazario (14). La autopsia comprobó, además, que la niña había sido castigada físicamente —de forma salvaje— por al menos dos días. Marcas de hebillas de cinturones en las piernas y de mordeduras en la espalda fueron halladas en el cuerpo inerte de la niña. Si hubiera dependido de ti, amable lector, ¿hubieras sentenciado a Melquiades a la pena capital? ¿No?

¿Y si te dijera que antes de María, este hombre había saciado —por años— sus urgencias sexuales en la piel de su hija, Dionisia (12)? ¿Cambiarías de opinión? ¿Tampoco?

¿Y si, además, te contara que Melquiades obligaba a su hijo a que vejara una y otra vez a su propia hermana ante su presencia? ¿Qué dirías? ¿Lo fusilamos?

Algunos grupos ciudadanos en Bolivia buscan reinsertar en la legislación nacional la pena de muerte. Y es que, en los hechos, está vigente. Las noticias de linchamientos (ajusticiamientos extrajudiciales realizados por la propia población) son el pan de cada día, en especial en las áreas urbanas y rurales de escasos recursos económicos. Los vecinos, cansados de las violaciones de sus hijas, de los asesinatos de sus familiares por el hurto de un simple celular y de la falta de presencia de las fuerzas del orden del Estado, han optado por tomar la justicia en sus propias manos.

El último caso estremeció al país. Cuatro policías fueron secuestrados y muertos a golpes y pedradas por los habitantes de la comunidad de Saca Saca (Potosí). Todo apunta a que los uniformados acostumbraban ir al lugar a extorsionar a los pobladores. La muerte a bala de un joven campesino del pueblo a manos de estos efectivos habría colmado el vaso.

Claro, inocentes han muerto a causa de la furia humana. En un barrio periférico de Cochabamba, el 2008, un estudiante de 16 años fue confundido como delincuente. Sin darle lugar a mayores explicaciones —había llegado por primera vez al vecindario para declararle su amor a su compañera de colegio—, la turba lo amarró a un poste, lo torturó y, finalmente, lo quemó vivo. La gente reaccionó así debido a que la Policía, dos años antes, había dejado libre a otro hombre que había violado a varias niñas del lugar. El enfermo sexual, había cambiado de vivienda al salir de la celda, pero continuó sus ataques sexuales en otra zona, donde, al final, murió asesinado a pedradas.

¿Qué hacer?

Es la sociedad la que debe lidiar con sus delincuentes. Ya de forma unilateral, por ejemplo, ésta ha decidido privar de libertad a los criminales. El propósito es que, tras la condena, se reinserte reformado a ese ciudadano a las calles. Pero yo pregunto, un violador y asesino de menores de edad ¿acaso podrá reformarse? Yo lo dudo y me baso en casos específicos. Mi opinión es que en hechos extremos, como el de Melquiades Suxo —donde se hace presente la violación, la tortura y la muerte de niños— es totalmente válido el uso de la pena de muerte. ¿Qué otra solución habría? ¿Internar al agresor en una entidad mental, bajo el cuidado de la sociedad a la que éste ultrajó?

Permítanme abrir el debate con este artículo.

Foto del último boliviano ejecutado. Foto de El Diario, de agosto de 1973

Foto del último boliviano ejecutado. Foto de El Diario, de agosto de 1973

3 comentarios sobre '¿Lo fusilamos?'

  1. Qué duro, Javier. Hay males irremediables que ni la muerte suaviza. Prefiero seguir a raya y no sumarme a este debate que planteas. Me avergüenza escribir que a una persona que hace lo que hizo Melquíades, la pena de muerte le sienta bien sólo si yo soy uno de los verdugos, o que habría que maltratarlo mucho, mucho, y dejarlo vivir bastante, junto a curas, jueces y policías, ese bien social. Soy terrible deseando y la piedad no es mi fuerte.

    Saludos.

    SpanDeutsch (Barbara):

    Wie hart, Javier. Es gibt nicht wiedergutzumachende Übel, die nicht mal der Tod lindern kann. Ich ziehe es vor im Abseits zu bleiben und nicht an dieser Diskussion teilzunehmen, die du öffnest. Ich schäme mich dafür zu schreiben, dass sich die Todesstrafe für eine Person, die etwas macht, wie es Melquíades gemacht hat, nur gut anfühlt, wenn ich einer der Henker bin. Oder dass man ihn sehr, sehr quälen und lange genug leben lassen sollte, neben Priestern, Richtern und Polizisten, diese sozialen Güter. Ich bin schrecklich mit meinen Wünschen und Mitleid ist nicht meine Stärke.

    Grüße.

  2. Jorge Sayegh dice:

    Pues no. No lo condenaría a pena de muerte.
    No porque el personaje en cuestión no mereciera algo peor incluso que la pena de muerte —la ley del talión exige ojo por ojo, así que debió ser violado y torturado sistemáticamente— sino porque siempre existe la posibilidad del error.
    No sé si es el caso de Suxo, pero, como cualquier invención humana, los sistemas judiciales son susceptibles de cometer errores. Si de algo podemos estar 100% seguros, es que nada de lo que los humanos hagamos es 100% infalible. Esta última no es una opinión, es una certeza paradójica.
    Olvida por un momento al monstruo Suxo y sus pobres víctimas. Existe, sin duda, la posibilidad de enjuiciar y condenar a muerte a alguien que parecía absolutamente culpable de un crimen… pero no lo era. De hecho ya ha pasado y luego se han podido comprobar inocencias. Lástima que el cadáver no esté ahí para celebrar. En el momento cuando eres consciente de esto, te das cuenta de que si apoyas la pena de muerte (para cualquier caso, incluso para violadores asesinos), eres un homicida en potencia, porque sabes que pueden cometerse errores de juicio. Y descubrirás que eres un homicida en la práctica, cuando se descubra que el sistema que apoyas asesinó con premeditación y ventaja a algún condenado inocente. Entonces, por cómplice y negligente, mereces la pena de muerte.
    Como la merecería una turba que lincha a un pobre pendejo inocente.

    SpanDeutsch (Barbara):

    Sicher nicht. Ich würde ihn nicht zur Todesstrafe verurteilen.
    Nicht, weil die zur Diskussion stehende Person nicht etwas schlimmeres verdient hätte als die Todesstrafe – das ius talionis sieht Auge um Auge vor, demnach müsste er systematisch vergewaltigt und gefoltert werden – sondern weil die Möglichkeit eines Irrtums immer besteht.
    Ich weiß nicht, ob das bei Suxo der Fall ist, aber das Justizwesen ist, wie jede menschliche Intervention, sehr empfänglich dafür Fehler zu begehen. Wenn wir 100 % sicher von etwas sein können, dann davon, dass nichts, was die Menschen machen zu 100% unfehlbar ist. Dies ist keine Meinung, sondern eine paradoxe Gewissheit.
    Vergiss für einen Moment das Monster Suxo und seine armen Opfer. Es gibt zweifelsfrei die Möglichkeit jemanden den Prozess zu machen und zur Todesstrafe zu verurteilen, der voll und ganz eines Verbrechens schuldig scheint…aber es nicht war. Tatsächlich kam es schon zu solchen Fällen und im Nachhinein konnte die Unschuld bewiesen werden. Leider kann die Leiche das dann nicht mehr feiern. In dem Moment, in dem du dir dessen bewusst bist, merkst du, dass du, wenn du für die Todesstrafe bist (egal in welchem Fall, auch bei Vergewaltigern, Mördern) ein potentieller Mörder bist, denn du weißt, dass Justizirrtümer passieren können. Und du wirst feststellen, dass du auch in der Praxis ein Mörder bist, wenn klar wird, dass das System hinter dem du stehst, mit Vorsatz und Überlegenheit jemanden töten ließ, der unschuldig verurteilt wurde. Demnach verdienst du wegen Mittäterschaft und Fahrlässigkeit die Todesstrafe.
    Genau wie die Menschenmenge sie verdient hätte, die den armen Unschuldigen gelyncht hat.

  3. MAria Felicidad Ramos dice:

    Bueno sobre el caso concreto de Suxo existen investigaciones que llevan a dudar sobre la culpabilidad del personaje, pero ese no es el debate. Personalmente considero que la pena de muerte debería ser aplicable para casos como los pederastas, ellos por ejemplo no tiene posibilidad de cambiar, no controlan sus impulsos sexuales frente a los niños, para los asesinos en serie, ellos sienten placer al matar, violadores. Ceo que esos casos corresponde aplicar la pena de muerte porque son una lacra de la sociedad, el daño que ocasionan, el sufrimiento a l@s niñ@s, ni encerrandolos mil años se aplaca, pues esos momentos de dolor deber ser con seguridad insoportables. Espero que por mi posicion no me cataloguen de asesina en potencia por apoyar en determinados casos la aplicabilidad de la pena de muerte, pero creo yo que quienes no respetan la integridad y la vida de otros tampoco merecen tener consideraciones que ellos no tuvieron con sus victimas.