Zuhause – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Ni lo uno ni lo otro http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/weder-noch/ Mon, 30 Aug 2010 16:59:48 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1262

Son solamente pequeños desplazamientos, como si uno hubiera corrido mucho por conseguir un triunfo y las chances de conseguirlo no fueran malas. Entonces uno baja el ritmo de la marcha, la tierra sigue girando y uno empieza a caminar de golpe hacia atrás. El objetivo se pierde de vista y uno nota que en realidad ya durante la marcha no tenía la vista. Incluso el shock por la perdida de motivación es tan pequeño que causa asombro. Quizá uno se haya esforzado junto a Bob Dylan por permanecer siempre joven y el envejecimiento físico no interfiera en el camino, con la disposición para invertir en la propia resistencia y el propio deseo de genialidad sin compromisos.
Ahí la materia prima para todos los fantasmas inteligentes, que uno no puede traicionar, por el precio del envejecimiento prematuro del espíritu, con el que amenaza Adorno en su artículo Gezeichnet -Firmado- en la Dialéctica de la Ilustración y aparenta ser más fantasmagórico que el buen fantasma por él que uno se levanta.
Quizá uno está sentado en uno de los pisos altos y tirita, aunque esté caliente, pero sin una funda protectora y uno descubre en la torre del silencio de los persas, qué es lo que se lleva de eso y los muertos que allí protejen, para que puedan recogerlos los buitres y tal vez recuperar un trozo de cielo.
Uno recuerda canciones de los tiempos en los que uno fue traicionado, mucho antes de que uno mismo fuera capaz de acometer una traición de los propios ideales.
Canciones del cambio, de la discontinuidad, Georg Kreilers Weder noch -ni lo uno ni lo otro-. Canciones para eso y desde el exilio: „uno sólo debe saber, que uno nunca tiene un hogar/ y que uno nunca tendrá un hogar/ que uno cuando alguien dice: Me voy a casa/ seguramente se equivoca en la expresión“.

„Firmado“

A la edad de 40 años las personas se cuidan de tener una experiencia extraña. Descubren que la mayoría de aquellos con los que ha crecido y ha mantenido el contacto, muestran alteraciones en las costumbres y en la conciencia. Alguno descuida el trabajo, hasta que pierde el negocio. Otro destruye su matrimonio, sin que la mujer tenga culpa, uno comete un desfalco. Pero también aquellos en los que los sucesos determinantes no se producen, llevan señales de descomposición. La diversión con ellos se vuelve insípida, basada en la furia, incoherente. Mientras que antes el que envejecía recibía de los otros ímpetu, ahora se siente casi como el único que libremente demuestra interés en la cuestión.
Desde el principio le es negado ver el desarrollo de sus coetáneos como coincidencias desfavorables- Precisamente ellos son los que han cambiado para mal. Quizá sea un problema de la generación y su destino especialmente marcado por el aspecto. Al final de cuentas encuentra él que la experiencia le es conocida, sólo que desde otro punto de vista: el del joven frente al adulto. ¡No estaba acaso entonces convencido que en este u otro profesor, ese tío y tía, los amigos de los padres, después también los profesores en la universidad o los jefes en la formación profesional algo no funcionaba! Fuera porque aparentaban ser un cómico tren loco, fuera porque su presencia era particularmente desagradable, pesada, decepcionante.
Por entonces él no pensaba, tomaba la inferioridad de los adultos como algo natural. Ahora le ha sido confirmado que bajo las condiciones dadas para la realización de la mera existencia, el mantenimiento de ciertas habilidades, técnicas o intelectuales, la edad adulta lleva al cretinismo. Tampoco los hombres de mundo escapan a eso. Es como si las personas recibieran como castigo por traicionar las esperanzas de su juventud y acostumbrarse al mundo como es, una descomposición prematura“. (Adorno, Dialéctica de la Experiencia)
Ahora respondo con Kreisler: „¿Usted piensa que eso es terrible?/ ni lo uno ni lo otro, ¡Créame!/ ¿Usted piensa que uno tiene miedo?/ ¿Piensa Usted que uno adquiere valor?/ ni lo uno ni lo otro, créame!// Uno debe pensar: „y bueno, ¿en qué perjudica el cambio?/ y uno no puede enojarse ni consigo mismo ni con los otros/ ya que uno tiene que saber: Uno es como los otros/ sólo que los otros en este instante no quieren saberlo.“
Lo más importante que uno jamas quiso saber, cuando uno como Colin frenó casi habiendo llegado a la meta, bajo las alarmas de fuego y las esperanzas del triunfo, es que él  en la juventud no compartía el ideal de un boceto personal propio, pero que de todas formas sigue entrenando.
Es como si las personas fueran castigadas por tener ideales, siendo golpeadas por una continua inquietud y así garantizáran la desgracia, que como es sabido reanima el hecho de que no puedan permanecer sentados y en silencio en sus recámaras.

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Diario http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/tagebuch/ Fri, 30 Jul 2010 06:48:04 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=554 El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro…

Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso

Ayer volví a la que había sido mi casa con la intensión de juntar algunas cosas que había dejado: libros, discos, ropa, papeles, juguetes de colección que exhibíamos en una biblioteca y que eran la envidia de todos lo de mi generación: la colección de Star Wars, Astroboy, Meteoro, la colección de los chocolatines Jack y otras joyitas…

Fui seleccionando, y separando lo que me llevaría y lo que quedaría ella.

Mis libros encerrados en cajas que fui rotulando “María” y fui apilando en un rincón de la sala. Nuestra colección de juguetes, ahora incompleta para las dos, en una cajita más pequeña que rotulé “María– Frágil”  y que ahora suena irónico, pero en ese momento no fue metáfora, fue literal.

Cuando terminé de vaciar la biblioteca más grande y la miré, observé que había quedado la marca de cada una de las cosas que había sacado. Desde que yo me había ido de la casa, era evidente que nunca, nadie, había pasado un plumero o un trapo porque las siluetas de las cosas quedaron enmarcadas por líneas perfectas de polvo. Un dibujo indicaba el vacío, lo que ya no estaba. Un cuerpo sólo percibido por su ausencia: la forma vacía de un animal, de un autito, de un robot…

Me quedé mirando y pensé si alguien notaría el vacío que dejó en mi cuerpo su ausencia. En cuánto tiempo el polvo cubriría esa imagen. ¿Cuánto tendría que esperar?

Miro mi cuerpo como si fuera un mapa, cuento las siluetas de todos lxs que lo habitaron en algún momento, busco alguna respuesta pero este mapa no explica nada.

Esta es la semántica natural de los cuerpos: las palabras son invisibles y el límite es otro cuerpo.

Esto es lo que hay. Es todo lo que hay.

Quiero escribir sobre la intimidad, sobre el atravesamiento de los cuerpos… en cómo mi cuerpo fue habitado por otro y en cómo hacer para deshabitarme, palabra tras palabra.

¡Un juicio de desalojo, eso tengo que hacer!

Arrojo insultos, sustancias proyectivas, quiero que haya un culpable, y que no sea yo.

Leo sólo libros cuyos títulos me hablen de la soledad, de la intimidad y el amor: Silencio no estar solo, Fragmentos de un discurso amoroso, Un año sin amor, La nada, frases que acaricio sombríamente. Si el título no menciona alguna de estas cuestiones, no lo leo. Me quiero intoxicar. No, me quiero purificar, quiero encontrarme a mí misma, ¡quiero ser un maldito fuckyn monje zen!

Ahora, mientras escribo este diario, estoy sentada en una habitación vacía y blanca. Las cajas cerradas todavía y apiladas en un rincón. Estoy en una casa extraña que deberá ser mi hogar.

Escribo en una servilleta un párrafo que no quiero olvidar:

“No existe espacio si no existe luz. No es posible pensar el mundo sin pensar la luz…y sin embargo dentro de cada cuerpo todo es oscuridad, zonas del Universo a las que la luz jamás tocará, y si lo hace es porque está enfermo o descompuesto. Asusta pensar que existes porque existe en ti esa muerte, esa noche para siempre.” *

*Agustín Fernández Mallo en Nocilla Dream

(escrito en Buenos Aires, 25 de julio de 2010)
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