Unterschiede – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Murallas adentro, murallas afuera http://superdemokraticos.com/es/laender/israel/innere-mauern-ausere-mauern/ http://superdemokraticos.com/es/laender/israel/innere-mauern-ausere-mauern/#comments Wed, 13 Jul 2011 22:52:26 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=4501

Jerusalén es una ciudad amurallada: están las arcaicas murallas que rodean a la ciudad vieja; y más allá, en la parte más moderna, está el muro que separa a judíos de palestinos. Un muro que se dice fue construido por razones de seguridad, como todo muro desde la más remota antigüedad, pero que es la efectivización de la intolerancia. Como todo muro, a fin de cuentas. Desde sus miradores, Jerusalén parece un mosaico de murallas de piedra antigua o de hormigón recién hecho.

Luego están las otras murallas, se sabe, esas que no se ven, pero que el transeúnte presiente al encontrarse en medio de miradas de reprobación, o de carteles que prohíben el paso en shabat o que sólo permiten entrar a quien vaya vestido de manera discreta, o que separan entre hombres y mujeres, entre religiosos y agnósticos, entre religiones, entre diversas versiones del cristianismo o del judaísmo, etc. Las murallas que no se ven siempre me han parecido las más terribles. Uno no puede hacer una manifestación en contra de una mirada reprobatoria, un arrugar la nariz, unas leyes que no están escritas pero que son conocidas por todos. Son murallas que la gente lleva por dentro, que le impiden aceptar al otro, y que se manifiestan en muecas, malas caras, intransigencias. Muecas que finalmente instauran realidades.

La convivencia no es fácil cuando se está ante tantas murallas adentro y murallas afuera. Fanatismos de un lado y de otro. Injusticias en todas partes. Hace algún tiempo en una clase de historia que cursé una simple discusión por cualquier cosa terminó en un escándalo en el que una chica ultra derechista le gritaba a un estudiante árabe que se fuera, refiriéndose, por supuesto, no a que abandonase el salón de clases, sino el país. Y dirigiéndose, claro está, no a él sino al grupo por él representado. Vete tú – le contestó el estudiante, serio e incólume. Desde entonces en aquella clase surgió otra de esas murallas impalpables. Quienes aborrecimos la actitud de la ultraderechista nos sentamos cerca del estudiante árabe. Una forma física de decirle que estábamos de su lado. Y, por supuesto, la derechista fue rodeada por quienes le aplaudían la hazaña.

Aunque existen muchos proyectos de convivencia, incluso exitosos, anécdotas cotidianas como la que acabo de contar erigen murallas inquebrantables.

La convivencia no es fácil, además, porque hay murallas dentro de murallas: el escritor israelí Amos Oz decidió enviarle su autobiografía titulada “Historia de amor y oscuridad” a Marwan Barguti para que a través de la literatura el líder palestino conociese el sufrimiento por el que ha pasado el pueblo judío. Esto fue criticado tanto por derechistas como por izquierdistas. Oz fue recriminado también por judíos de origen medioriental porque la historia que narra ese libro es la historia de los judíos de origen europeo y no la de ellos.

Yo creo que la literatura salva porque permite mirar la vida desde otras perspectivas, más allá de nuestras narices, y creo que gestos como el de Oz sí tienen muchísimo valor. Ojalá leamos a los otros y seamos leídos por ellos.

A mi esas murallas dentro de murallas que no están regidas por códigos escritos ni hechas de hormigón o concreto son las que más me preocupan porque no se pueden demoler tan fácilmente. Las veo agrandarse en este país en el que vivo, pero también en el país en el que nací. Venezuela vive una realidad polarizada y a nadie le interesa buscar un camino para la convivencia. De hecho, la palabra convivencia repugna tanto a los que tienen el poder como a los que se le oponen. Ciudades como Caracas se van moldeando según un mapa secreto que divide a la gente. Murallas que tienen que ver con la violencia, pero también con la negación del otro. El otro – sea quien sea, esté donde esté – está equivocado, hay que callarlo, no escucharlo, amurallarlo. Todo lo que hace el otro es un montaje o una farsa. Nada de lo que diga está bien porque no es parte del nosotros.
Así Chávez, con su remedo socialista. Así la mayoría de los que se le oponen, con su poco respeto e interés por los grupos menos favorecidos.

Toda muralla está bordada por los hilos del fanatismo. Las físicas, al menos, movilizan las ganas de derrumbarlas. Las intangibles, por lo visto, se esconden traicioneramente entre los velos de los nacionalismos, las religiones o el exceso de poder.

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Como quien se muda de casa, armé la maleta http://superdemokraticos.com/es/poetologie/wie-jemand-der-umzieht-packte-ich-meine-koffer/ http://superdemokraticos.com/es/poetologie/wie-jemand-der-umzieht-packte-ich-meine-koffer/#comments Tue, 15 Jun 2010 21:22:21 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=263

Nací en Caracas, en 1971, pero la verdad es que casi nunca viví allí. Cuando era niña, mi familia se mudó a una ciudad en el oriente de Venezuela. Una ciudad mínima, pero con mucho petróleo. Un día vino gente de todas partes a encargarse del petróleo y convirtieron a mi ciudad en una metrópoli defectuosa por lo apresurado de las construcciones, el flujo de dinero, las lenguas, la muchedumbre. En pleno auge petrolero, abandoné aquella ciudad y me fui a estudiar Literatura un poco más allá, pero aún en el oriente, en una ciudad costera que según la mitología local fue la primera fundada por los españoles en el continente americano. Esto sólo lo saben quienes viven allí, de modo que puede que sea sólo una leyenda. La verdad es que yo nunca lo escuché ni lo leí en otra parte. Sea como fuere, aquella ciudad parece la última del continente, frente a un Caribe con escasos turistas.

Más tarde volví a Caracas, la ciudad en la que nací, pero como una extranjera: desconocía las calles, los rincones, la violencia. Incluso, el acento de la gente me resultaba ajeno. Allí estudié una maestría en Literatura Latinoamericana.

En el 2000 conocí a un argentino-israelí. Cruzamos los océanos varias veces para conocernos y reconocernos. Y a mediados del 2001 decidimos vivir juntos. Como quien se muda de casa, armé mi maleta con alguna ropa y un par de libros y llegué a un kibbutz en el sur de Israel, que es como decir, a la nada. La aridez del desierto llenó mis primero años: no hice nada más que fumar y llorar de nostalgia frente a un televisor prendido, a toda hora con telenovelas. Necesitaba escuchar mi idioma y alienarme porque estaba abrumada por el alfabeto extraño, los atentados y sus consabidas represalias, las guerras, las diferencias. Con el tiempo mis nostalgias se hicieron también de acá y mi lengua se fue enredando en los sonidos semíticos. Ahora soy de aquí y soy de allá, pero a la vez no soy de ninguna parte.

Desde este otro oriente escribo en una lengua distinta a la que me rodea, sueño en dos idiomas, sufro por las injusticias de acá y de allá. Doy clases de español. Quiero volver, pero no sé a dónde. Creo que la literatura es una religión. Tengo dos hijos pequeños que me enseñan cada día todo tipo de maravillas. Con todos estos temas voy tejiendo un blog. Tengo un libro de cuentos publicado: “Los jardines de Salomón”, con el que gané el primer premio de la Bienal Narrativa José Antonio Ramos Sucre en Venezuela. Ahora estoy escribiendo una novela. Una novela venezolana, escrita al norte de uno de los tantos desiertos de este lado del mundo.

Traducción: Anne Becker

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