Tarija – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Te http://superdemokraticos.com/es/laender/deutschland/ich/ http://superdemokraticos.com/es/laender/deutschland/ich/#comments Fri, 01 Jun 2012 07:04:24 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=6434 Un amigo boliviano me preguntó recientemente: Por qué quieres ir a este país-no país? Es su visión de Bolivia. Claro que Bolivia es un país, como lo son Alemania, Camerún o Tailandia, con su carácter particular. Sin embargo queda la pregunta: Por qué quiero ir allí? Dificil encontrarle palabras. La historia empezó hace mucho, a mis 16 años, cuando el azar me llevó a Tarija, una ciudad pequeña en el sur del país, región vinícola con un clima agradable, cerca de la frontera con Argentina. Ahí pasé un año que al principio me parecía eterno. Escribía cartas por correo a mi familia y mis amigos en Berlín, que tardaban un promedio de seis semanas para encontrar a su destino si es que llegaban. Mi madre me llamaba una vez por semana y pagaba fortunas para la factura telefónica. La manera más rapida de comunicarme, aparte del teléfono, era por fax, máquina que producía una especie de melodía desafinada al recibir mensajes y tardaba un minuto por cada línea. Debido a las barreras comunicativas, mi casa del otro lado del mundo se alejaba cada vez más mientras mi paradero se iba volviendo cada vez más presente. Cuando volví a Europa para entrar nuevamente a mi antigua vida urbana-berlinesa, no entendía bien lo que me estaba pasando. No se sentía igual que antes. Me dí cuenta que algo mío se había debido quedar allá.

Lo fui a buscar años después, cuando volví para pasar un tiempo en La Paz, esta ciudad situada a 4000 metros de altura en forma de olla, en la que siempre hace calor y frío al mismo tiempo. Comprendí que este periodo años atrás no había sido una anécdota remota. No encontré lo que había venido a buscar, sino cosas nuevas e inesperadas, entre ellas mi novio tarijeño. Seguían años de ir y volver, durante los cuales me movía, siempre a punto de marcharme, como pájaro entre norte y sur. Desde mi primera estadía en Bolivia había evolucionado la tecnología. Mediante el internet y programas de chat hacíamos “conferencias de video”, viendonos en 2D en nuestros propios entornos. En el ciberespacio creamos nuestro mundo propio, nuestro lenguaje, nuestros códigos. Me preguntaba cómo habrían superado la distancia las parejas hace cincuenta, cien años? Qué habrán hecho en casos de urgencias, aunque sean de carácter emocional?

Vivía aquí y allá a la vez y en ningungo de los dos sitios realmente. Con el tiempo desarrollaba una especie de bipolaridad geográfica. Mis amigos me decían que debía ser realista y emprender mi vida en Berlín de una vez. No entendían que eso era muy real. No era cuestión de eligir. Pero aunque las herramientas virtuales crean una cuasi-presencia, no es lo mismo chatear a estar frente a frente. Mientras la imaginación y la perseverancia desarrollan fuerzas sobrenaturales, la cercanía física se caracteriza meramente por su ausencia. El sexo se vuelve un concepto abstracto. El amor se comprime en emoticones: <3 o :*. Me empezé a preguntar cuanto quedaba del “nosotros” desde el último encuentro y cuanto se había vuelto idea.

Finalmente tomé la decisión de irme a vivir a Bolivia. Me cuesta explicar la necesidad que siento de volver una y otra vez a este país tan lejano y tan diferente al mío. Serán el altiplano amplio y tranquilo, la cercanía con el cielo, que me hacen sentir feliz? Será, como lo describió una amiga boliviana, la presencia de un miedo profundo, pasando a dos centimetros del precipicio en flota, como parte de la vida? Será mi pareja-idea? O el lago contaminado donde solemos ir para comer pezcaditos? Será eso lo que busco? Es posible que simplemente tenga un pulso nervioso desde mis 16 años de edad que no me deja estar tranquila. No puedo responder con certeza por qué me quiero ir ni qué es lo que busco exactamente. Lo único que tengo relativamente claro es que la nostalgia será mi fiel compañera. Si no encuentro un lugar donde me sienta acogida, por lo menos sé que el ciberespacio siempre mantendrá una puerta abierta para mi.

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Los hijos de la red http://superdemokraticos.com/es/laender/bolivien/die-kinder-des-netzes/ http://superdemokraticos.com/es/laender/bolivien/die-kinder-des-netzes/#comments Thu, 17 Nov 2011 08:01:54 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=5828

Los caminos de la vida no son los que yo esperaba
no son como yo quería…
Vallenato

Por la calle 73 de Bogotá transita un bus que se dirige a San Blas y Germania. Cuando lo vi no pude más que reírme, porque supongo que sin saberlo yo misma tomé ese bus hace muchos años. En otra ciudad, con un ex novio que se llamaba Blas y con el que terminamos en Potsdam, Alemania. En julio de 2012 conmemoro 15 años de ese primer viaje, desde entonces he cruzado muchas veces el Atlántico.

Prácticamente toda mi familia vive todavía en los Andes y sus estribaciones, repartida entre la capital de mi país: La Paz y Tarija, el valle del sur, cercano a la frontera con la Argentina del que en realidad venimos todos. La cuna de los Galarza, el lugar que todos los de mi clan llevamos en el imaginario sentimental, aunque quizá nunca hayamos vivido ahí. Es lo que les ocurre a mis sobrinos, por ejemplo, los dos niños que crecen risueños en Londres. Los chapaquitos ingleses que yo quiero tanto.

No puedo imaginarme el tiempo en el que el contacto se realizaba a lomo de mula, con cartas que tardaban siglos en llegar, si llegaban algún día. Sé por amigos que hasta principios de los años 80 ni si quiera el teléfono era un método seguro para mantener el contacto con la familia. Las telecomunicaciones eran precarias, de fondo se escuchaban los sonidos del mundo y las voces de los que en realidad queríamos oír, tenían que desgañitarse para poder resaltar en medio del coro, de la interferencia, del ruido incesante.

Yo en cambio, he tenido la grandísima suerte de crecer en el mundo abierto del internet y mi extranjería se hace llevadera, porque puedo tomar café con mi madre en un conference call, verla y oírla, fumar un cigarrillo con ella, varias veces a la semana. Porque puedo ver crecer a mis sobrinos y cenar con mi hermana tomando una copa de vino, siempre que queremos. No puedo tocarlos, pero de todas formas soy parte de sus vidas. Soy la cabeza en el ordenador que intenta hacerles reír desde lejos y la pequeña, que es la niña de mis ojos, reconoce en el ruido característico de Windows cuando se inicia el ordenador, a su tía o a su abuela y no tiene reparos en prodigar efusivas muestras de amor a una pantalla plana.

Este mes nuestro tema ha sido El Nuevo Mundo: amor, trabajo, libertad, pienso que son los extranjeros en todas partes, sin importar su lugar de origen, los que más tienen que decir al respecto. Nunca olvidaré la cara de sorpresa de mi compañero de piso, cuando tuvo que saludar a mi madre una tarde, hace un par de meses. Él, que no está acostumbrado a que sus padres puedan venir de visita cuando quieran, porque viven en Bilefeld y no están sociabilizados con los nuevos medios, saltando en la silla de la cocina para ocultara su pijama. Él que no está acostumbrado a que la computadora sea una parte tan esencial de su vida social, terminó comprendiendo de donde viene mi independencia. Por qué no necesito ver a nadie en realidad, pues vivo comunicando con mis parientes, amigos y compañeros de trabajo, estén donde estén.

Yo no estoy condicionada por un espacio físico, la mayor parte del tiempo ni si quiera por un idioma. Fluyo entre la realidad virtual y la analógica, entre lo que pasa en Bolivia y lo que sucede en Alemania y a mi manera, sigo siendo un miembro activo de ambas sociedades y como yo, más de tres millones de bolivianos repartidos por el mundo. Un cuarto de los ciudadanos de mi país viven entre Buenos Aires, Virginia y Madrid. Las remesas que envían son la tercera fuente de ingresos de mi país. Nuestros extranjeros y sus modestas vidas son más efectivos para la economía que la ayuda al desarrollo, mucho más y nuestros hijos construyen nuevas identidades. Pertenencias afectivas que a lo mejor todavía no estamos en condiciones de apreciar en toda su dimensión.

Me imagino que en algunos años las universidades de todas partes se verán en la obligación de hacer sendos estudios sociológicos, para entender a la generación que ahora mismo crece con banda ancha y con un lugar de origen ambiguo, sin un solo idioma de referencia, como verdaderos ciudadanos del mundo.

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