sociedad – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Amor, lo confieso: te engaño con un par de reinas http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/liebes-ich-muss-es-dir-gestehen-ich-betruge-dich-mir-ein-paar-koniginnen/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/liebes-ich-muss-es-dir-gestehen-ich-betruge-dich-mir-ein-paar-koniginnen/#comments Mon, 23 Aug 2010 08:32:53 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1048

De vicioso y adicto no me bajan últimamente. Y es que debo confesar que el bichito del poker se ha incrustado en mis huesos como el reumatismo lo hizo en los cansinos cuerpos de todos mis antepasados. Noche a noche me desconecto del mundo para entregarme a la dictadura de las cartas en alguno de los locales en La Paz que ofrecen torneos de texas hold’em. Mi esposa asegura que ya soy un caso perdido y que un día de estos terminaré apostándola a ella en la mesa de juego (tal idea, debo decir, no me desagrada en algunas ocasiones).

Me seduce el aurea clandestina que emana de este juego y los seres que la habitan. Después de todo, a diferencia de otros países de la región, en Bolivia el poker es visto con mucho recelo, debido a la poca tradición en los juegos de cartas y la mala fama de los dueños de los casinos reforzada por las películas de Hollywood. Decir que uno es cultor de esta actividad es como presentarse como artista de rock ante el padre de tu novia.

Con todo, el poker está ingresando a Bolivia con fuerza en los últimos meses. Ayuda a este fenómeno los espacios destinados en los canales de cable internacionales a competencias que se desarrollan en Estados Unidos y en Europa. Y las páginas especializadas gratuitas que se encuentran en la red internet. Yo lo practico hace un año, lo que me convierte en un simple amateur que está pagando su derecho de piso. Ser considerado un profesional requiere de años de práctica. Y una vez en ese Olimpo, el resto es una pipoca.

Me fascina, ante todo, como en una mesa de poker se resume una sociedad; en este caso, la boliviana. Allí está Sergio, el exitoso empresario que ostenta sus cadenas de oro y una billetera saludable y que se toma su tiempo para elaborar estrategias de juego que lo lleven a la cima. A su lado, Carlos, el dirigente estudiantil de tendencia trotskista que periódicamente organiza marchas en contra del capitalismo y que no teme pagar cualquier apuesta, aunque esto lo lleve a abandonar la mesa del torneo de forma rápida y violenta. A mi derecha se sienta Manuel, el político en ciernes que no deja pasar ninguna ocasión para blefear (mentir) sus juegos, por más malos que estos sean. Y casi siempre, hay que decir, sale victorioso. A su lado, Roxana, la viuda cincuentona que no encuentra mejor forma de gastar la pensión de su difunto que reiceando (apostando) cada vez que tiene un buen par de cartas en la mano. A ella, sin embargo, no le interesa ganar; tiene una urgencia mayor, matar su soledad. Y, claro, allí estoy yo, el que cuenta sus historias a través de notas periodísticas y que sueña con algún día salir de la pobreza ganado un torneo de poker en Las Vegas.

Pero las diferencias que acabo de mencionar se quedan afuera de las puertas del local. Aquí, en la mesa del torneo, los 10 jugadores están despojados de cualquier ventaja o desventaja social. No hay diferencias que valgan. Todos ingresamos con la misma cantidad de fichas y las mismas posibilidades de salir victoriosos o de salir derrotados. ¿Acaso no sería lindo que la vida sea así de sencilla? Lamentablemente no es así.

Pese a lo que se cree, el poker es un juego de estrategias; la suerte y el azar en las mesas de juego son demasiado pasajeros y escurridizos. Y como todo en la vida, aquí hay que pensar para ganar, dominar la mente de tu oponente para derrotarlo. En definitiva, no interesa mucho las cartas que tenga tu oponente, sino las que tú le hagas creer a él que tienes en tus manos.

Y, bueno, tanto hablar de poker ya me encendió al bichito. Los dejo, porque tengo una cita con un par de reinas (Q, Q).

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La Historia es casi siempre un mal ejemplo http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/geschichte-ist-meistens-ein-schlechtes-vorbild/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/geschichte-ist-meistens-ein-schlechtes-vorbild/#comments Fri, 25 Jun 2010 13:54:01 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=329

(c) Emma Braslavsky

Yo misma he vivido dos países (dos posibilidades de construir una sociedad). Contando los países en los que mis familias, hasta la generación de mis padres, han vivido, serían cuatro; por tanto, ¿de la Historia de cuál de mis cuatro países debería escribir? Si he aprendido algo de la aparición y el hundimiento de los sistemas sociales que define a mis familias y mi propia historia de cuatro dimensiones, sería esto: la Historia pasa. Y si hay algo a lo que nuestra historia vuelve, es a las guerras, a los conflictos, a las crisis económicas, al hambre, a la pobreza, a las exterminaciones, destierros, genocidios, represión, a los bautizos obligatorios y a las persecuciones. En la Historia de cada país de este planeta. Nuestra Historia Mundial nos habla ostensiblemente, si bien por fortuna no sólo de eso, de grandes fracasos de la política y de errores colectivos.

La Historia es casi siempre un mal ejemplo para la formación social de las próximas generaciones. En mis dos primeros libros me acerqué literariamente por primera vez al material histórico (hasta entonces me interesaba casi en exclusiva por el futuro). Escribí ambos libros sobre la generación de mis padres, uno en 1969 y después en 1982. Un pasado cercano, lo suficiente como para conocer algo sobre la naturaleza de mi historia. Quizá un vanidoso acto de autopercepción. Al terminar mi segundo libro, y con él esta bilogía sobre la gravedad y la ingravidez de la memoria, volví a leer la historia tras de mí: porque dudo que uno pueda aprender mucho de las experiencias ajenas. La psicología también lo duda, la historia del mundo lo certifica. Ningún monumento contra la guerra, ningún conocimiento sobre el exterminio de masas ha podido hasta hoy evitar una guerra. ¿Nos sirve de algo el conocer tanto sobre sucesos pasados? ¿O es que la Historia nos enseña demasiado claramente, cuántas veces hemos fracasado y cómo el ser humano ha tratado de construir sociedades poniendo en evidencia que no tiene ni idea de quién es? ¿Quién es el ser humano y cómo debe vivir? La Historia no ha podido darnos una respuesta a estas preguntas. Y mientras no tengamos una respuesta, muy probablemente volveremos a fracasar una y otra vez.

(c) Emma Braslavsky

¿Cuál sería entonces el aspecto de mi país actual (Alemania, siglo XXI) según su historia? Nos protegemos con todo nuestro empeño, y con toda la razón, de no repetir lo pasado. Los miedos conforman nuestro día a día, muchos no se atreven a llegar al límite. Cualquier forma de ambición se vigila con escepticismo, y no pocas veces es castigada. Teniendo en cuenta el desarrollo de nuestra historia, es psicológicamente explicable y comprensible. Por tanto, una pregunta totalmente hipotética: ¿cuál sería el aspecto de mi país actual si se hubiera organizado en relación a la proyección del futuro? ¿Si no sólo se pudiera comparar retrospectivamente? ¿Si no siempre pudiéramos decir que hoy nos va mejor que ayer? El modelo sería otro. El talante podría ser otro. A lo mejor nos relacionaríamos de otra manera. Esto también lo prueba la psicología. ¿Por qué no lo hacemos? ¿Por qué la política no irradia eso? ¿Somos simplemente demasiado indolentes, estaremos demasiado deprimidos por la rotundidad de la Historia? ¿O nos frena tanto conocimiento de la Historia hasta hacernos débiles y cobardes? Pongo en cuestión el papel predominante de la Historia en el aprendizaje y el desarrollo de nuestra sociedad. No es que uno no pueda aprender nada de ella, es que ahora estamos aquí. La Historia certifica, como al principio o también a mitad del siglo XX, que una sociedad puede atravesar verdaderos desarrollos si uno deja de lado la propia Historia y los estados de ánimo de sus propias raíces. Y si eso nos enseña algo, es todo aquello que todavía no hemos intentado. Todo está por hacer.

Traducción:

Ralph del Valle

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