Religion – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Poemas para la guerrilla http://superdemokraticos.com/es/themen/gewalt/gedichte-fur-die-guerilla/ Wed, 24 Aug 2011 15:07:39 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=4956

Primero alegría, después incertidumbre, y por último miedo. Cuando recibí el e-mail del Instituto Goethe en el que me invitan al Festival de Poesía en Medellín, casi me muero de la felicidad. Después me llegó la incertidumbre: Colombia. Luego el miedo: Colombia. Por su pasado Colombia sobresale con una sombra enorme, negra carbón de lo sombría. Mi abuelita también tiene miedo. Le digo: “Abuelita, ahora allá ya no es tan peligroso.” Yo mismo no me creo ni la mitad de lo que digo, y si es por lo que dice su cara, mi abuelita me cree como tres cuartos.

Y después me encuentro en la niebla de mi jet lag en pleno lobby del Gran Hotel de Medellín. Todos mis miedos se han disipado y el director adjunto del festival me abraza de manera generosa y franca. Al siguiente día, después de dejar una gran parte del jet lag en la cama del hotel, puedo ver claramente lo que el poeta Hans Magnus Enzensberger quería decir cuando en un artículo para la revista “Du” (en español: Tú) escribió: El milagro de Medellín.

El Festival Internacional de Poesía de Medellín es probablemente el más singular de todos los festivales de poesía y al mismo tiempo, sobre todo por su historia, un pequeño milagro. Cuando el poeta Fernando Rendón creó el festival en 1991, la espiral de la violencia en Colombia había girado a tal punto en el que se pensaba que no podía seguir estrechándose más. La creación del festival fue un acto de desesperación y liberación. Las posibilidades eran rendirse o poner resistencia. Fernando puso resistencia, no, mejor dicho puso la poesía como resistencia. Cuando muchos no salían de casa al ocaso, éste organizaba lecturas siempre gratuitas, a menudo al aire libre y en todas partes de la ciudad y sus alrededores. Hasta en los lugares en los que había ocurrido antes un bombardeo. Leían públicamente y a la buena de Dios. A la final nunca les pasó nada, lo que los llenó de muchísima esperanza.  La violencia es entretanto casi sólo un mito.

Entre los casi 90 escritores de 50 países diferentes impera un atmósfera muy especial. Somos más como familia o amigos que colegas. El público en Medellín es además como un regalo del que no me siento merecedor. Los ojos ardientes de agradecimiento en contraste con mi sensación de no haber dado en realidad mucho por lo que alguien pudiera estar agradecido. Sólo un par de poemas apenas traducibles y un preámbulo en español.

En Medellín todo parece haber vuelto a la calma. Ya casi nunca me siento en peligro. De vez en cuando salgo por las noches en compañía de algunos colombianos y nos sentamos a tomar cerveza en alguna fuente. Estos me explicaron que los carteles se habían repartido los barrios entre ellos y mientras todo permaneciera de esta forma, reinaría la calma. Pero esta paz no le salió gratis. A Colombia la paz le ha costado y sigue costándole mucho. Y este hecho se hace sentir con frecuencia.  El número de muertos a bala este año a manos del Ejército varía dependiendo a quien le pregunte. Pero lo que más me aterroriza es la  extraña conexión entre ejército y religión que a veces uno encuentra en Colombia.

Cierta vez un viento arrastró un ruido estrepitoso y vibrante hasta la puerta de mi balcón algo así como música de marcha. Arrastrado hasta la calle, me encuentro dos manzanas más adelante con un enorme desfile. Allí hay soldados y figuras de santos, y una banda militar considerablemente grande interpreta “Sound of Silence.” Casi todos los presentes agitan banderas con la imagen de Jesús. Alguien me dice que están celebrando algo así como el día del sagrado corazón y me horrorizo.

En la autopista a Bogotá hay un aviso en donde aparecen un camión sobre el cual levita la virgen María, y un helicóptero de combate armado hasta los dientes. “Lo protegemos”. Me horrorizo aun más.

En el bar del hotel circula una historia entre los poetas: Hace ocho años partió un bus lleno de poetas a una lectura a las afueras de Medellín. Poco después de haber salido de la ciudad el bus fue detenido. A este se subieron guerrilleros con metralletas. Los poetas temblaban de miedo. Al darse cuenta de esto, los guerrilleros
empezaron a hablar: “No tengan miedo que no les vamos a hacer nada. Fue sólo que oímos del festival y queríamos también poder escuchar algunos poemas.” Los poetas recitaron entonces, los guerrilleros escucharon atentamente, les dieron las gracias y dejaron al bus seguir su camino. Sin importar si esta historia es cierta o no, uno tiene la sensación de que podría serlo, ya que en Medellín la belleza de la poesía está por encima de los conflictos y hasta tiene la capacidad de dirimirlos por corto tiempo. La historia podría ser cierta, y ya esto es increíblemente mucho.

Traducido por: Adriana Redondo

 

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La batalla de los sexos http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/kampf-der-geschlechter/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/kampf-der-geschlechter/#comments Sun, 25 Jul 2010 07:00:49 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=519

De un reportaje de moda bajo el tema de la Caperucita Roja. Foto: Javier Badani

¿Qué te gustaría ser: un hombre o una mujer? “Vaya preguntita”, me suspiraron al oído mis testosteronas. Y cuestionaron: “Oye, ¿te imaginas cada noche pintándote las uñas de los pies o depilándote las piernas cada vez que se pinte una cita? ¿No tener más opción que hacer cola en la puerta del baño? ¿Tener que esquivar siempre la mirada de la tía que te cuestiona tener 35 años y seguir soltera aún? ¿Estar obligado a usar cada mes paños con alitas o saber que el tamaño de tus tetas serán un factor decisivo en una entrevista de trabajo? Ni hablar, hermano, lo mejor es ser hombrecito”.

Buen análisis, les respondí.

Pero inmediatamente un par de estrógenos salieron al ataque. Llevaron hasta mi memoria la foto de aquel día en que mi abuela disfrazó a mi padre de mujer. Él tenía unos seis años y terminó posando para su cámara con una peluca negra y una elegante enagua blanca. ¿Sonreía acaso él en aquella fotografía…? Creo que sí. Y luego los estrógenos argumentaron: “Te imaginas ¿no estar obligado a que te guste el fútbol para encajar entre tus amigos ni tener que golpear a otros para que te respeten? ¿No tener que estar afligido por saber si tu pareja tuvo o no un orgasmo o por el tamaño de tu sexo? ¿No tener que esquivar siempre la mirada del tío que te cuestiona tener 21 años y seguir virgen aún? ¿Estar seguro de que te puedes cambiar el color del pelo o ponerte un arete en la oreja sin el temor de que por ello te califiquen de homosexual? ¿Qué tal, no ve que no hay nada mejor en el mundo que ser una mujer?”

Buena exposición, les señalé.

De pronto testosteronas y estrógenos se enfrascaron en una discusión sin cuartel. El campo de batalla era mi cuerpo en construcción, esa pequeña masa de líquidos cobijados en el vientre de mi futura mamá; un nuevo ser que deberá enfrentarse a la vida bajo la piel de un hombre o de una mujer. “¿Cuál de los dos, entonces?”, me pregunté. “¿Acaso no basta con declararse simplemente un ser humano?” Claro que no. Hombres y mujeres están inmersos en una lucha por la dominación mutua. Unos, los hombres, con una ventaja de siglos y bajo el escudo de un machismo retrograda que ha sido fomentado desde el comienzo de los tiempos y sacramentado por las religiones como, por ejemplo, la judeocristiana donde la mujer siempre fue y será un ser inferior. Del otro lado, las mujeres que buscan conquistar espacios con su talento, pero que no dudan en enmarcarse en los preceptos del machismo más secante de la sociedad cuando así les conviene.

Testosteronas y estrógenos siguen en la refriega. Y yo concluyo que esta es una discusión maniquea, cuya respuesta nunca tendrá resolución; porque así como hay hombres malos igual hay mujeres malas; porque así como hay hombres capaces igual hay mujeres capaces.

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