Präsident – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 ¿Quién es ese? http://superdemokraticos.com/es/laender/venezuela/wer-ist-das-denn/ Wed, 15 Jun 2011 07:01:01 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=4109 1.

Mi tercera noche en Sao Paulo, Brasil, conversé con algunos contemporáneos que acababa de conocer, profesores de historia, productores audiovisuales, filósofos, artistas, estábamos en una fiesta. Fue en 2005. Había buena música en vivo y cachaça de calidad. Pese a eso, no sé cómo hicimos para ingeniárnosla y terminar hablando de sexo y política, dos temas que, como sabemos –vamos, hombres de acción– son menos para hablar y más para hacerse.

Y habrá sido por mi pésimo manejo del idioma, pero en uno de mis regresos de la cocina, con la vista nublada y una botella en cada mano, entendí que el segundo tema les interesaba más que el primero. Total que después de los movimientos libertarios, de los medios de comunicación alternativos y del cine de guerrilla, saltó el nombre, o más bien el apellido, que a todo venezolano le sueltan en el extranjero desde hace una década, más o menos, siempre en señal interrogativa: ¿Chávez?

Yo siempre me río, y si estoy en una fiesta, pido un trago. Y si no hay trago, pienso en sexo. Pero respondo. Primero con una pregunta, en broma: “¿Quién es ese? No lo conozco”. Después con lo que me salga para llevar la contraria.

Pero esta vez me hice el oráculo: “¿Qué quieren saber?”

Una buena amiga, a quien admiro por su buen carácter, su experiencia y algo que me gusta concebir como su claridad maternal, me suele decir: “Esto que está pasando en Venezuela es interesantísimo”, y hace una pausa antes de terminar la frase: “Si viviéramos en Europa”.

Más o menos por ahí quise comenzar a responderle a mis nuevos camaradas de la noche bilingüe, pero se me ocurrió algo mejor: invitarlos a quedarse en mi casa los días que ellos quisieran, aprovechando la celebración del Foro Social Mundial, que se celebraría en Caracas –como en efecto fue– en el primer trimestre de 2006.

2.

Durante la celebración de ese festín multitudinario y encantador al año siguiente, un compañero de mi trabajo en ese momento supo convencer a una turista neohippie de su admiración por el presidente, quien, le aseguró él, había hecho todos los esfuerzos por construir el Metro de Caracas enterito para ellos y en tiempo récord. Y aquí está, le dijo, me gusta imaginar que guiándole un ojo antes de tomarle la mano.

La mujer, enseguida, se enamoró. De mi amigo, del Metro y de Chávez. Mi amigo tiene una orientación política definida, apunta siempre al centro, hacia ese lugar exacto que se ubica entre las piernas de las chicas. Digamos que en ese momento ejercía la diplomacia. Nunca me dijo si logró tener sexo con la extranjera, pero de hacerlo, ¿quién podría negar que una mínima cuota de responsabilidad sobre ese polvo le correspondía a las mentiras que se desprenden del poder del presidente?

La mentira necesita de la verdad para vivir, pero sobre todo necesita del tiempo para existir. Una mentira no es hasta que se revela, hasta que se comparte, hasta que se grita. Pero tiene un problema, desconoce las distancias y se transforma según la geografía.

Eso fue parte de lo que vivieron también los dos valientes brasileños que se atrevieron a venir y quedarse en mi casa, entonces un anexo que compartía con una novia, que ahora vive en Europa con otro novio y no para de hablar de las bondades de andar en bicicleta, por decir algo pequeño.

Aquellos valientes, pareja de las buenas y amantes del discurso antiestadounidense de Chávez, viajaron por varias ciudades de Venezuela y se detuvieron en Caracas. Él se enfermó y ella lo cuidó como pudo. Tuvieron que conformarse con aceptar que este gobierno estaba crudo y notaron que los precios de los productos y servicios, versus los salarios básicos y promedios, eran muy elevados, pero que desde afuera se veía mejor. Yo, para que no salieran decepcionados, les dije que el balance estaba en entender que desde adentro también había muchos que lo querían ver peor.

Casi desde el principio de su mandato se instaló entre muchos venezolanos que conozco una fórmula simple para analizar la política nacional: si te gusta Chávez lo defiendes y si no, lo atacas. Fin del asunto. Cualquier duda te ubica en la acera contraria o, peor, en un limbo inaceptable. En un hoyo negro. Chávez ha acumulado mucho poder. Secuestra culpas y méritos. Casi todo lo que ocurre es su responsabilidad. Si el país está bien, es por él y su gobierno. Si está mal, también, aunque a veces entran en juego los lugares comunes de los medios de comunicación.

3.

Me niego a participar de esa mentira automática. Por ejemplo, doce años después de llegar al poder y vender un Socialismo del Siglo XXI que puede tardar cien años en descubrirse, se le ha metido en la cabeza algo que ha llamado “Misión Vivienda”, que no es otra cosa que ofrecer la construcción de millones de casas para millones de personas que no las tienen. Algo digno de aplaudir, si los indicadores macroeconómicos y de producción no lo contradijeran con una realidad que pasma.

No solo participé en una investigación periodística de dos meses sobre el tema de las estafas inmobiliarias que perjudican a las clases baja y media venezolana, y son consecuencia, entre muchos factores, de la corrupción, de la baja producción de cabilla y cemento y del enfrentamiento entre el sector público y las constructoras privadas en el país; sino que además tengo un promedio salvaje de mudanzas: 0,87 veces por cada año de mi vida. Digamos que si me llegara a mudar nuevamente antes de octubre ese promedio podría aumentar a 0,90.

De modo que sé lo que es padecer el hecho de no tener un techo propio. De modo que me encantaría que esa promesa sostenida un año antes de las elecciones presidenciales, se cumpliera, por la alegría de un gentío. Pero no soy la extranjera del Metro. De modo que quiero, pero no creo ni de lejos que se logre cumplir.

Así va este país. Cuando Chávez prometió que se cambiaría el nombre si pasado un año de su gobierno seguían existiendo niños indigentes, la mentira no se había consumado.

Pero así son las revoluciones, exigen nuevos paradigmas, y el costo de verdad que arrastra un hombre apasionado por el poder, por sí mismo o por la historia, suele llevar consigo el pesado lastre de la memoria. Han pasado doce años y hasta donde sé, se sigue llamando Hugo.

Es entonces cuando se hace necesario recurrir al peso de las palabras. Nombrar las cosas de otra forma es ofrecer nuevas perspectivas, imaginar, construir posibilidades. Eso es, entre las medidas sociales positivas y una larga lista de fracasos, sobre todo, lo que se ha hecho. Donde antes había una realidad con un nombre, ahora hay una realidad muy parecida, buena o mala, pero con un nombre distinto. Y sobre todo, cargada de esperanza para los más necesitados. Eso, cómo no, tiene algo de revolucionario, pero más de populista que de socialista. En el futuro, las mentiras no existen. Y un buen político, al igual que un buen artista, debe saber que como escribió Antonio Machado, la verdad también se inventa.

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¿Democracia = Demokratie? http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/democracia-demokratie/ Tue, 05 Oct 2010 07:00:10 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2331 Hace varios meses que estamos escribiendo en este Blog que lleva el nombre „Los Superdemokraticos“. Pero: hablamos de lo mismo los alemanes y los latinoamericanos cuando hablamos de democracia? Si ni siquiera para un colombiano y un argentino el término „democracia“ despierta las mismas asociaciones: „La vuelta a la democracia“ – un hito alivianador para los Argentinos. „La seguridad democrática“ – un concepto de mano dura en Colombia, originado por el gobierno del ex-presidente Alvaro Uribe.

Lo mejor es preguntar a alguien quien sabe. Por ejemplo a Roberto Gargarella. Es abogado y sociólogo, master en ciencias políticas, trabajando aspectos de constitucionalismo y del funcionamiento de los sistemas democráticos. Es profesor de la Universidad Di Tella en Buenos Aires, fue profesor visitante en España, Noruega y Hungria y pronto viajará a Hamburgo para participar en un seminario del GIGA Institut, disertando sobre temas de cambios constitucionales en América Latina.

¿Hablamos de lo mismo los argentinos y los alemanes cuando hablamos de democracia?

Es muy habitual que estemos hablando de distintas cosas cuando empezamos a definir un termino. Es como cuando uno dice „soy de izquierda“, „soy de derecha“, „soy liberal“. Entendemos cosas diferentes. En Argentina en general el liberalismo aparece asociado a ideologias de derecha, incluso a la última dictadura, mientras tanto, el liberalismo en Estados Unidos refiere al progresismo, a la izquierda.

¿Cuál es el rol del presidente en los dos países?

En Argentina tenemos un sistema presidencialista que se transformó en hiperpresidencialista. Las constituciones latinoaméricanas, basadas en una mayoría de casos en el modelo norteamericano, otorgaron al presidente más poderes, en terminos relativos, que los que se le otorgaban en la propia constitución de los Estados Unidos. Un presidente argentino tiene el poder de intervención federal, de declarar el Estado de Sitio y, a través del mismo, de limitar derechos y garantias o de nombrar y remover discrecionalmente a sus ministros. Eso son poderes que un presidente en sistemas parlamentarios no tiene.

Por ello mismo, hay una atención muy focalizada en la figura del presidente, es el que decide. Yo critico al sistema del hiperpresidencialismo porque genera un enorme riesgo, que es la distorsión de la división y del equilibrio de poderes: el sistema de frenos y contrapesos, de equilibrios, tiende a terminar entonces desequilibrado por un ejecutivo muy fuerte.

Los índices dicen que la democracia estaría funcionando mejor en Alemania que en Argentina.

Si definimos a la democracia como un sistema de pesos y contrapesos, libertad de expresión, votaciones regulares, el sistema en Argentina aparece con muchos defectos en comparación con un modelo como el alemán.

Si uno piensa una noción más exigente de democracia, relacionada con la capacidad de control que tienen los ciudadanos sobre sus representantes, en este caso tanto el modelo argentino como el alemán funcionan mal. Me interesa mirar la democracia de este modo, no de un modo complaciente.

En ese punto hay una ventaja en Argentina, hay una gran participación ciudadana en la política cotidiana. La gente se interesa en la política, actúa políticamente, sale a la calle, protesta, se moviliza. Es más común que en los países de Europa. Para mi es uno de los rasgos más interesantes que tiene la política latinoaméricana: que las ciudadanias se movilizan e intentan tomar control de los asuntos públicos con sus propias manos.

No obstante, en Argentina el voto es obligatorio.

No veo eso como un problema sino como una virtud de nuestro sistema. Hay un riesgo en el voto voluntario. Que la gente no vaya a votar porque dice “mi voto no importa mucho, que hace un voto entre 50 millones”. Es un pequeño empujoncito de parte del estado. Se dice que hay una multa pero ni siquiera se cobra la multa. Es un incentivo importante, dado lo crucial que esta en juego: ¿Cómo vamos a definir la organización política de los proximos años?

¿La confianza en las instituciónes está muy baja. Que opina Usted sobre el funcionamiento de las instituciones?

Hay una tradición de golpes de estado, pero los militares ya no tienen tanta influencia en política. Yo me preocuparía en Argentina, y en otros países, por el lugar que tiene la policía. La policía sigue siendo corrupta. Hay delitos en los cuales la policía está involucrada. La justicia ha mejorado. Hubo una tradición en Argentina en que cada gobierno se las arreglaba para conseguir una mayoría propia dentro de la Corte Suprema. Eso hizo que los tribunales variaran en calidad de sus miembros, y que la jurispurdencia cambiara frecuentemente. Tuvimos cortes liberales, conservadores, corruptas, y en este momento es una corte respetable, bien formada academicamente, independiente.

¿Cuánta influencia tiene el llamado „quinto poder“?

Hay empresarios muy influyentes, esto es un gran déficit para la democracia en Alemania como en Argentina. En Argentina además hay una situación de desigualdad económica que hace que los poderosos sean más poderosos todavía. El país ha sido muy igualitario hasta los años 70/80. La llegada de la última dictadura terminó de quebrar una estructrura. Esa situación de desigualdad está lejos de ser solucionada.

¿La prensa es libre?

En Argentina no hay persecución de periodistas, hay medios opositores, no hay censura directa. Hay situaciones de censura indirecta, sobre todo relacionadas con el modo en que el gobierno usa la publicidad oficial, son enormes sumas de dinero que se distribuyen de modo más o menos discrecional. Después hay otro problema que existe en todos los países desiguales: hay voces que no se escuchan porque no tienen la suficiente fuerza o el dinero para llegar a la escena pública. Eso también puede pasar en Alemania, por ejemplo, habría que ver si algunos grupos de inmigrantes tienen déficits de llegar a la escena pública y se quedan sin influencia en la dirección de la discusión pública.

¿Cómo se explica la gran apatía en algunos países?

La mayor apatía en los países europeos tiene que ver con que la mayoria de la gente percibe con razón que los que están por tomar decisiones están muy influidos por los lobbys. Los grandes grupos económicos tienen mucha más facilidad de llegar sobre el poder que la propia ciudadania, la influencia de los lobbys es mayor que la influencia de cientos de miles de ciudadanos. Son sistemas que están preparados para mantener las puertas cerradas cuando la gente presiona, pero en cambio son muy sensibles a las presiones de grupos de poder, de lobbyistas.

Traducción Karen Naundorf

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