pasaporte – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Habia una vez una Globalización http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/es-war-einmal-eine-globalisierung/ Tue, 28 Sep 2010 06:48:30 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2220 – Si ustedes me permiten, les narro una historia tal como me la contaron. Había una vez un muchacho que vivía en una ciudad muy grande. Corría el año 2010. Él nació en la Isla descrita en el Poema “La Isla en Peso” de Virgilio Piñeira, que les recomiendo. Este joven era como nuestro Morus, que le gustaba viajar, quería saber si el mundo tenía límites y cuales eran. El caso es que, cuando tuvo edad para ello, se fue a otro país. (Varios de ustedes se deben estar preguntando qué era un país, otros ya lo habrán estudiado en la clases de Poulantzas. Bueno, no les voy a quitar la oportunidad de que investiguen el tema.) Por aquellos tiempos los seres humanos habían inventado artefactos que hacían que pareciera más fácil transportarse de un lugar a otro. Lo cual, las más de las veces, era extremadamente difícil para la inmensa mayoría de los hombres y mujeres que habitaban el planeta, pues para poder ir de un lugar a otro se necesitaba un permiso de las autoridades pertinentes. Esta autorización se otorgaba en forma de un papelito que le estampaban a la persona que quería viajar en otra cosa que se llamaba pasaporte, esto último era un cuaderno que servía de identificación. Este joven pasó mucho trabajo en conseguir los permisos para viajar, pues había cometido el error de nacer en el país equivocado. Además en aquellos tiempos los seres humanos vivían bajo la dictadura del dinero y la mayoría de las relaciones estaban mediadas por este inefable compañero.

Volviendo al novicio. El trabajaba en un Bar de noche, iba a la universidad durante el día y escribía ensayos y textos literarios para alguna que otra revista o proyecto. Su vida transcurría en estos quehaceres.

Este joven, al que llamaremos Aukera, pasaba mucho tiempo hablando con sus amigos que estaban desparramados por todo el globo terráqueo. Sus camaradas hablaban lenguas diferentes y habían nacido en distintos lugares. Casi todos ellos tenían también el pasaporte equivocado para moverse en aquel mundo.

Los amigos de Aukera hacían teatro, otros música, otros escribían poesía y filmaban películas, otros trabajaban con minusválidos, cocinaban o renovaban edificios antiguos. Algunos de ellos no tenían trabajo y pasaban mucho tiempo caminando en círculos. Uno de estos amigos vivía en un pueblecito muy pequeño en un país del Sur. Él se llamaba Ezintasuna y hacía teatro para niños. Ezintasuna estaba muy cansado y quería irse a los países del norte, pero la autorización de viajar era muy difícil de conseguir.

Foto: Lazaro Emilio Hernandez Boffill

Él no creía que su trabajo estuviera funcionando, porque el mensaje de alegría y posibilidades que implicaba la actuación con títeres no llegaba a los niños. Ellos subsistían bajo una violencia muy fuerte. La mayoría de estas criaturas vivían en las calles y consumían drogas en lugar de comida para aliviar su hambre. Otros eran vendidos y prostituidos. Para defenderse se habían agrupado en pandillas. Un día, después de una función, uno de estos niños se acercó tímido y le dijo a Ezintasuna:

– Señor, ¿podría preguntarle algo?

– ¡Si, claro!-respondió Ezintasuna.

– Señor, ¿cómo hago para ir al mundo de los títeres, donde toda acaba bien?

Ezintasuna se quedo sin palabras. Con un nudo en la garganta le dijo:

Lo primero es construirlos, ya después poco a poco te iras adentrando en su mundo, como ellos en el tuyo.

El niño comenzó a acompañar al grupo de amigos titiriteros y con el tiempo construyó su primer títere.

Así me lo contó Ezintasuna y así se los cuento yo.

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Sin título http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/ohne-titel/ http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/ohne-titel/#comments Thu, 23 Sep 2010 15:57:20 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2213 Acabo de recibir el itinerario de vuelo a Cartagena, una invitación de la Fundación Carolina para participar en octubre en el Encuentro Iberoamericano de Jóvenes. Hace cuatro meses estuve en La Habana realizando la primera parte de una investigación periodística, y un mes después, en Madrid, Barcelona y Estocolmo, presentando un performance intelectual y cursi junto a otro escritor venezolano, dos catalanes y una colombiana, que ya habíamos mostrado en Bogotá y en Mérida, y que esperamos repetir en la Balada Literaria de Sao Paulo, en noviembre. Esa mezcla de lectura y puesta en escena es en homenaje a un autor chileno. También colaboro con Los Superdemokráticos, un blog bilingüe castellano-alemán que proyectaron dos poetas, una de Berlín y otra de La Paz, junto a un grupo de gente que tiene que ver con disciplinas que imagino múltiples y complementarias. Allí escriben una venezolana residenciada en Israel y una costarricense que vive en San Francisco a las que leo sin fallar, y a las que publicaría con los ojos cerrados si tuviera la editorial que no tengo. Quien sí tiene una pequeña, según creo, es una maracucha que se mudó a Buenos Aires, ciudad que espero visitar el próximo año cuando bautice mi próximo reportaje, si todo sale según lo planeado, en la Feria Internacional del Libro. Soy de San Félix, vivo en Caracas y dentro de dos semanas, probablemente, viaje algunos días a La Colonia Tovar, un pueblito montañoso ubicado a unos 50 kilómetros, donde el principal atractivo es su impronta cultural alemana, que se debe al origen de sus primeros pobladores: rubios enormes, salchichas, casas alpinas.

Pese a tanto desplazamiento, mis bolsillos viven vacíos, como espejos de mi cuenta corriente y en claro contraste con mi tarjeta de crédito, que casi muere de tanto inflarse; por eso quise regresar otro par de meses a la unidad de investigación de Últimas Noticias, el diario de circulación nacional de mayor tiraje en Venezuela, donde entre enero y febrero cumplí con rigor media docena de buenas pautas, una de ellas sobre la situación de los haitianos en mi país, luego del terremoto que demostró que siempre se puede estar peor. Pero no había espacio, así que he tenido que inventarme algunos talleres sobre creación literaria y crónica periodística, en los que leeremos a autores nacidos en lugares tan distantes entre sí como Praga, Estambul y Washington.

Mi hija de casi dos años, que adora –como se adora a los dioses– la canción que Shakira interpretó y bailó para animar el mundial de Sudáfrica y que ya antes habían cantado Las chicas del can, ese extraño y palpitante experimento musical nacido en Santo Domingo, estrenó esta semana una guardería que tiene como imagen principal a un animal que quizá no haya pisado suelo patrio ni por accidente: un canguro. Desde ese mundial de final europea, he conocido a una catalana que vivió en México y viaja constantemente a Los Pirienos, a una nieta de portugueses e italianos, a otra nieta de italianos y gallegos, y a una francesa de abuelos franceses y vietnamitas que se mudó de país por décima segunda vez; a unas las veo de vez en cuando y con las otras dos me mantengo en contacto gracias a la tecnología. Eso lo sabe mi compañero de casa, que es un gran creativo publicitario y tiene talento y experiencia, además de humildad, pero ha decidido que necesita un sueño y cumplirlo pasa por irse a estudiar cine en Nueva York o en Europa del Este. Hay un tema con el idioma, negro, le digo. Catire, me responde, eso es lo de menos, para el que quiere aprender, las fronteras no existen. Yo creo que me dice eso porque es un romántico, que él, que ya vivió en Chicago, también sabe que las fronteras existen al igual que los idiomas y los pasaportes y las culturas e idiosincrasias, con sus resistencias y pasados y miradas torvas, y que esto de la globalización lo inventó alguien que necesitaba hacerse notar o vender algo, porque yo no sé cómo un mortal de este lado del mundo podría estar en contacto con tantas culturas al mismo tiempo, sin tener ni siquiera un ticket para el Metro en su bolsillo ni un televisor en su cuarto.

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Daydream Nation http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/daydream-nation/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/daydream-nation/#comments Mon, 06 Sep 2010 09:13:10 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1716 He regresado a casa borracho / total perdido en camiones de la Ruta Norte / o en taxis amarillo confesionario a las 3 de la madrugada / con choferes que morirán encomendados a San Cristóforo / y arrastraran su caos celular por la cantinas del centro // Llevo una vida de escritura / despacho pollo frito para pagarme la botana rencorosa y amarga / que sirven en el Chalio’s Bar los sábados a las dos de la tarde / Soy un espécimen mexicano / fui un muchacho mexicano / seré un viejo mexicano // Mis ídolos eran Santo y Blue Demon / sobre el ring o en la pantalla del cine Laguna / mientras me bebía mi refresco marca Pep // Reuní 44 figuras de Star Wars / mi favorito era Han Solo // Vendí chicles en los camiones Campo Alianza / para complacerme lonches, gigantes de aguacate / en el mercado más pobre de la ciudad // Tuve una niñez confusa / por las tardes compraba un litro de tequila San Matías / para mi abuela que era alcohólica desde los 17 años // Crecí en el Mercado Alianza / donde ella tenía una pozolería / su clientela eran los borrachines de la cantina El mar rojo // Me he internado en el desierto / para comer peyote / y me tatué dos coyotes en el brazo derecho // Recorrí el país de raite / obligado a oír el parloteo incesante de los traileros drogados // He viajado de polizonte en el tren que va a Ciudad Juárez / estuve a punto de morir de hipotermia en la sierra de Chihuahua // Me he enfermado de salmonelosis / por entrarle a los tacos de tripas en la esquina de Matamoros y Acuña / me he enfermado de tifoidea / por cenar tortillones de con don Lolo a las 2 de la madrugada // Me gusta caminar por calles llenas de fábricas abandonadas / por la prolongada avenida a espaldas de la central camionera // Yo también he recorrido a pie las vías del tren // He compartido cerveza con desconocidos en lotes baldíos // He presenciado los peores partidos de béisbol de la Historia en el estadio Revolución // He contemplado el lecho seco del río Nazas llenarse de agua por primera vez en muchas vidas / lo he visto desde el Cristo enorme que habita la punta del Cerro de las Noas // He deambulado por todas las cantinas de la ciudad / bares, teibolsy antros gays // Una vez viví con una mujer // Me fui de pinta por los billares del barrio // Mi juventud fue Daydream Nation // He oído la música de todos los conjuntos norteños que se reúnen afuera del Gota de Uva // He dormido en las bancas de la alameda // Me he peleado en las cantinas / Me he vestido de negro / y cantado corridos de Cuco Sánchez / Qué ojos, qué piernas y qué cuerpos los de las mujeres de mi ciudad / Qué cantinas / el Perches, el Reforma, la Filomena / el Águila de oro / el Versalles / el Chava club / El otro paraíso // Y he chocado un carro que no es mío // Sé que moriré de cáncer / Y no me importa // He leído todas las leyendas obscenas inscritas en los baños del Mercado Juárez / yo he escrito algunas / y he descubierto que México no es un país de estreñidos // Leo los cables de las torres eléctricas / los arbotantes constituyen el esqueleto de la ciudad / los semáforos las arterías // Oigo a la patria en las cantinas / en cada botella sin destapar // Leo la palma de mi mano como quien embalsama un muerto / en el anfiteatro del hospital universitario // Y aún creo en el amor a oscuras // Sufrí por un amor anoréxico // Soy un mexicano // No tengo visa ni pasaporte // Llevo una vida de escritura // Escribo con las llaves de la ciudad en la mano // Y quizá no conseguiré nada / ni entradas para el cine / ni pastillas para dormir // Y quizá no llegaré a ninguna parte // Pero como todos / conservaré mi derecho a desaparecer.

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