Partido – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Alemania, Agosto 13, 2011 http://superdemokraticos.com/es/laender/deutschland/deutschland-13-august-2011/ http://superdemokraticos.com/es/laender/deutschland/deutschland-13-august-2011/#comments Wed, 07 Sep 2011 06:54:07 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=5027 El espacio se contrae. Paulatinamente se hace hermético. Edición de imágenes, cuarto oscuro, fotografía análoga.

¿Tengo una relación con el país en el que nací, crecí, vivo – al que nunca he dejado por más de cuatro semanas? Del que siempre he permanecido cerca, nunca he salido de Europa. Y cuando tuve la oportunidad de decidirme por otro país, no quise.

Ale-mania y azúcar

“Todo eso me llevó a decidirme por el lado este de Alemania”

El primer día de la unificación de Alemania, el 3 de octubre de 1990, lo pasé en Londres, Inglaterra. Dormí una noche en un banco de un parque en algún lugar al norte de la ciudad, porque el tube (metro) no pasaba más y la disco indie ya había cerrado a las dos de la mañana. El primer tube pasaba a las seis y media, half past six, y yo había calculado una hora menos, porque pensaba que half past six eran las cinco y media*.

Llegue entonces al hotel a eso de las siete.

De ahí en adelante he logrado casi siempre pasar el día de la unificación alemana en el extranjero. Fuga republicana.

Después, en el nuevo milenio, me mudé de Renania a Berlín, también debido a la historia. Fascinación por la capital, que alguna vez fue destruida, y luego dividida, y en el oriente fue la capital hasta que se cayó el muro, y entre medias pasaron algunos años, años intermedios que yo pasé en Colonia, ciudad que en ese momento se sentía ser la capital de la república de Renania, hasta que Berlín fue otra vez capital, una capital con cicatrices, con distancias, con colores y una capital distinta a París, Roma, Londres, Madrid-

“Declaramos nuestra solidaridad con todos los ciudadanos, quienes después de 1990 por sus actos acordes a la constitución y en pro de la defensa de la RDA, fueron discriminados, criminalizados, perseguidos, condenados y encarcelados en la República Federal Alemana, y exigimos su rehabilitación”

El 13 de agosto de 2011 es un sábado. Por la mañana en el metro estoy sentado frente a dos parejitas de jovencitos. Las chicas sobre el regazo de los chicos. Ninguno pasa de los 16 (o sea, la edad de interés para ciertos miembros de la Unión democrática Cristiana –CDU) y a mi lo que me sorprende es la naturalidad con la que intiman – Eso no se hubiera dado entre nosotros, en aquel tiempo, cuando yo tenía 16, dominaba el miedo a la vergüenza y al sino y en general el miedo a todo lo intersexual – aquel tiempo, cuando el muro todavía existía, en 1987.

“El gobernador militar estadounidense en Alemania, General Lucius D. Clay, quien después del 13 de agosto fue enviado a Berlín occidental como representante del presidente de los Estados Unidos, había dispuesto diversos ataques en la frontera y justo en ese momento recibo yo la orden del comandante de Estado, Helmut Poppe, de quedarme en la calle Friedrichstraße para intentar conseguir que ninguna provocación se presente.”

1987, lo he considerado, un viaje en el tiempo vale la pena. Me escribiría notitas con indicaciones, consejos –Besar a Petra, besar a Michaela, besar a Stefanie-
Conseguir ciertos discos de vinilo –

1987, Gorbatschow, Helmut Kohl, Hanns-Dietrich Genscher
Los rastros, los remates, postales viejas en blanco y negro, fotografías de tejados de garajes, fotos de papel mural de colores, de hombres y de mujeres frente a montañas y valles, yo pude haber sido otro hombre.

1987, un viaje en el tiempo, me imagino encuentros conmigo mismo, también con signos sexuales – “¡Auxilio! Abusé de mi mismo”, y así – totalmente à la “a todo efecto le sigue una causa”.

La Alemania dividida, la una y la otra Alemania. Un austriaco es un Alemán con sombrero, en Suiza se saltaron una serie de apofonías, en Luxemburgo se mastica todo, en Bélgica los Cantones del Este, “mucho mejor que la nación”, en realidad no es difícil encontrar algo así, y ¿qué era eso del muro? ¿Ya no va dando la misma? El muro fue desde el principio, y también visto desde el lado comunista, un error. Estos siempre a la defensiva, y luego tocó, toca justificar sus actos de defensa ofensivamente y con cara de ofendidos; y justamente hoy abre uno de los dos periódicos para los que trabajo, con una sátira desastrosa “Gracias por los 28 años sin capitalismo”, ¿se puede hacer eso así?, no, en realidad eso no se puede hacer así, en principio no, no.

“La idea de gobernar a Alemania en conjunto con los rusos, es una un desvarío”

Alemania: El clima es recatado, todo el verano. Poco a poco crece el miedo. El clima siempre fue un argumento en contra de este país. Este país siempre ha sido muy frío, pobre en sol, invernal, lluvioso y nublado, incomparable a los veranos mediterráneos, cuatro meses de calor – sueño con eso, en esta tarde de chaqueta de transición, sueño con las noches tropicales, de las que este año solo una, máximo dos se dieron; brotó entonces una típica añoranza alemana, añoranza por el calor.

Un hombre a mi lado, viejo, desaliñado, pantalones de pana anchos, café claro, suéter descolorido, encima un chaleco desgastado, negro mareado, lee en voz alta un periódico sensacionalista. Miro por la ventana. Alguien pintó un graffiti de la hoz y el martillo  en la pared de una casa, parece el símbolo del euro al revés.

PA o el partido. Detrás de cada contrato esta la policía.

Capas de fotos, cierre de edición, dudas sobre la ilustración, nadie se lleva su foto a la cama.

“Mejor una Alemania en pedazos, donde por lo menos la parte occidental marca un tope a la fuerza del totalitarismo, que una Alemania unificada, que deja pasar esta fuerza otra vez hasta el mar báltico.”

Se escucha en la televisión que la disminución de la población también ha aportado a la paz en Europa desde 1945, junto con el bienestar general. Reina la calma, la satisfacción, el espacio. Ningún pueblo puede costearse un sinnúmero de millones.

Un hombre con pantalones de militar examina un formulario para el pago de impuestos.
No hay armonía con los nazis.

Por la noche de violinista en una cena de parejas. Las mujeres se retiran a la cocina a hablar sobre las relaciones, los hombres se quedaron en el comedor y hablaron sobre música.

Mejor que sobre la nación.

Citas de: Junge Welt, (Periódico Mundo Jóven) 13 de agosto de 2011

*Halb sechs: en alemán “media seis” quiere decir las cinco y media: “Media hora de la sexta hora ya pasó” es la lógica detrás de esto.

Traducción: Natalia Guzmán Díaz

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El lugar donde vivo http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/der-ort-an-dem-ich-wohne/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/der-ort-an-dem-ich-wohne/#comments Fri, 27 Aug 2010 07:04:02 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1291 Más que la situación de mi país, me interesa la situación en la ciudad que habito. Caracas tiene entre 4 y 8 millones de habitantes, según el opinador de turno, entre 22 y 80 muertos por semana, depende del periódico o el representante del gobierno que presente las cifras; tiene siete alcaldías, pero una, la que se dice “mayor” y se supone que regula a otras cinco, no trabaja, o no la dejan trabajar, porque la séptima, que es reciente y fue creada por el poder ejecutivo, que en Venezuela domina al resto de los poderes, es del partido de gobierno y ahora la de mayor influencia. O no.

En todo caso es un pastel de dinero que va y viene y uno, ciudadano y peatón, por no ser muy pobre o muy rico o muy artista prestado al juego de la política electoral, no sabe si los recursos se destinan, y menos si llegan a donde tienen que llegar. En total son siete alcaldías, pero podrían ser seis, o cinco y media. En esta ciudad las exactitudes son poco más que un lujo inútil.

Cada una de las cinco y media o siete alcaldías tiene su sistema de seguridad preventiva, cinco de ellas cuentan con cuerpos policiales que se dividen en brigadas para detener y castigar, en caso de que lo consideren necesario, y algunas hasta regulan el tráfico y la circulación de vehículos, pese a que también existe un organismo llamado Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre que cuenta con fiscales para ejercer tales funciones. He leído, según declaraciones del que fuera presidente de esa institución en 2008, que la capital ostentaba el 40 % del parque automotor de Venezuela, y que ese año circulaban diariamente por la ciudad más de 2 millones de carros, 400 mil de ellos para cruzar de un estado a otro. Actualmente deben ser cientos de miles más, pero digamos que al sacar la cuenta resulta que uno de cada dos habitantes tiene un vehículo en Caracas.

O bueno, uno de cada cuatro. Depende.

Hasta hace un par de años, aquí la hora pico se estimaba entre las 6 y las 8 de la mañana, al mediodía, y entre las 5 y las 7 de la noche. Ahora redondeamos: entre las 6 de la mañana y las 7 de la noche, o un poquito más tarde, puedes quedar atrapado en un tráfico que va de una a dos horas. Así que si vas en tu automóvil, o en transporte público superficial, relájate, no es mucho lo que puedes hacer.

Caracas tiene muchos parques. Es una ciudad gris con lunares verdes, igual que su pelo pintado en forma de cerro gigante que mira al mar Caribe, por donde trepan los caminantes que se conectan con la naturaleza, y un cielo bastante azul. La barba y los vellos del cuerpo, por seguir con el juego, eran también montañas de árboles y terrenos diagonales y baldíos y quebradas y mucho monte, y ahora son casas construidas por sus propios habitantes, hechas de ladrillos, zinc, cemento, ilusión y, según la zona, mucho miedo cuando se cree que va a llover duro, y llueve.

En Caracas hay por lo menos 35 centros comerciales agremiados, allí están los más grandes, los del nombre chic con la consonante repetida y en cursiva; estos –está bien, voy a explicar el chiste– estos malls, junto al centenar de pequeñas edificaciones con locales comerciales de mediana monta, conforman el rasgo consumista de un espacio que registra una tajada tan grande del mercado de los teléfonos Blackberrys para América Latina, que el término socialismo no solo huye despavorido de nuestra realidad, sino que muestra sus nalgas al aire.

Como en tantas otras ciudades del continente, en Caracas el contraste es la regla. Hay mansiones de millones de dólares donde viven –algunos con dignidad, otros sin que les importe haberla perdido desde la adolescencia– ministros, representantes del gobierno, herederos con suerte y dueños de empresas, quizá cien o mil o 20 mil, ya sabemos que las exactitudes en las cifras importan poco a estas alturas, y también hay millones de ranchos, dos, cuatro o siete, donde el hambre molesta y ya se sabe que la vida es más dura en términos de la escasez de recursos. Mucho más.

¿Armas de fuego? Solo en Caracas un cuerpo policial decomisó 2166 en el primer semestre de 2009. Esto quiere decir: un promedio de doce al día. Pero si te pones a conversar con cualquiera o lees a los opinadores de turno, terminarás creyendo que entre legales e ilegales hay millones. Los conservadores dicen que hay 5 en el país. Los apocalípticos, que son más de 15. Hablamos de millones. Millones de armas de fuego, ¿alguna vez has contado hasta un millón? Adelante. Hazlo.

¿Qué importa si son tres y medio o nueve novecientos? La banda es para bajar la cara de vergüenza. En el mejor de los casos, no pensemos en eso, porque en realidad hay muchísimas otras cosas mejores en las cuales podemos aprovechar el tiempo, como en ir a bailar o emprender un viaje, por ejemplo, que aquí es muy fácil y siempre reconforta. En el peor de los casos, multipliquemos armas por décadas de indolencia y esas décadas por balas, y ahora pensemos quién se está llevando el dinero de ese tremendo negocio.

En Caracas puedes conseguir lo mejor y lo peor de las personas, me dijo hace un par de semanas una amiga francesa que tiene dos años viviendo en esta ciudad y ha vivido antes en Estados Unidos, España, Mali, Madagascar, México, Brasil y ha paseado por Europa del Este, el Cono Sur y Colombia. ¿Cómo es eso?, le pregunté: Bueno, nunca he conocido a gente tan amable y tan solidaria como los venezolanos, pero tampoco he visto tanta maldad como aquí. Créanme, al menos con ella, he tratado de figurar entre los primeros.

Con semejante bipolaridad, tomando como ciertas las palabras de mi amiga, no es de extrañar que en este lugar, además de carros, motos, armas de fuego, teléfonos celulares, parques y centros comerciales, sobren licorerías, para beber las penas y celebrar que tenemos ron y mientras haya ron hay esperanzas; peluquerías y gimnasios, para mantener la línea y alisar el cabello largo los lunes por la mañana; y enormes cadenas de farmacias donde venden desde harina de maíz hasta cámaras fotográficas, y se suele agotar el Viagra los viernes por la noche.

Me preguntan cómo veo la situación del lugar donde vivo. Allí, a muy grandes rasgos, está la respuesta. Caracas es fea, pero te atrapa porque es de una intensidad que pocas veces aburre. Es como una droga que sacude y te esconde y sabes que deberás abandonar antes de que sea demasiado tarde. También me preguntan si creo que puedo influir en ella. ¿La verdad? He sido cofundador de cuatro revistas, tres de ellas culturales, trabajé en un museo cuando creía que el arte podía llegarle a las mayorías, me sumé a apoyar el Foro Social Mundial en 2006 y también el Foro Social Alternativo, que le hacía la contra, editorialicé informaciones en un noticiario audiovisual en tiempos de altísima polarización política, redacté algunas crónicas sobre espacios olvidados en la ciudad, he organizado charlas y debates, fiestas abiertas al público, he dictado un par de talleres sobre lo que considero que es el ejemplo del buen periodismo narrativo (Martí, Walsh, Capote, Kapuscinski, Rotker, Lemebel, Monsiváis, Caparrós, Guerriero, Salcedo Ramos, Muñoz, Duque, etcétera), y en cada una de esas acciones di lo mejor que tenía, pensando primero en mí, después en mi círculo inmediato y, finalmente, en Caracas. Pero aún así, no lo creo.

No creo que pueda influir en una ciudad como esta, para bien o para mal, más allá de mi círculo inmediato y en un tiempo cortísimo. No lo creo y a veces he querido pensar que no me importa, pero la verdad es que mientras siga viviendo acá, lo voy a seguir intentando.

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