Mütter – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Los hijos de la red http://superdemokraticos.com/es/laender/bolivien/die-kinder-des-netzes/ http://superdemokraticos.com/es/laender/bolivien/die-kinder-des-netzes/#comments Thu, 17 Nov 2011 08:01:54 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=5828

Los caminos de la vida no son los que yo esperaba
no son como yo quería…
Vallenato

Por la calle 73 de Bogotá transita un bus que se dirige a San Blas y Germania. Cuando lo vi no pude más que reírme, porque supongo que sin saberlo yo misma tomé ese bus hace muchos años. En otra ciudad, con un ex novio que se llamaba Blas y con el que terminamos en Potsdam, Alemania. En julio de 2012 conmemoro 15 años de ese primer viaje, desde entonces he cruzado muchas veces el Atlántico.

Prácticamente toda mi familia vive todavía en los Andes y sus estribaciones, repartida entre la capital de mi país: La Paz y Tarija, el valle del sur, cercano a la frontera con la Argentina del que en realidad venimos todos. La cuna de los Galarza, el lugar que todos los de mi clan llevamos en el imaginario sentimental, aunque quizá nunca hayamos vivido ahí. Es lo que les ocurre a mis sobrinos, por ejemplo, los dos niños que crecen risueños en Londres. Los chapaquitos ingleses que yo quiero tanto.

No puedo imaginarme el tiempo en el que el contacto se realizaba a lomo de mula, con cartas que tardaban siglos en llegar, si llegaban algún día. Sé por amigos que hasta principios de los años 80 ni si quiera el teléfono era un método seguro para mantener el contacto con la familia. Las telecomunicaciones eran precarias, de fondo se escuchaban los sonidos del mundo y las voces de los que en realidad queríamos oír, tenían que desgañitarse para poder resaltar en medio del coro, de la interferencia, del ruido incesante.

Yo en cambio, he tenido la grandísima suerte de crecer en el mundo abierto del internet y mi extranjería se hace llevadera, porque puedo tomar café con mi madre en un conference call, verla y oírla, fumar un cigarrillo con ella, varias veces a la semana. Porque puedo ver crecer a mis sobrinos y cenar con mi hermana tomando una copa de vino, siempre que queremos. No puedo tocarlos, pero de todas formas soy parte de sus vidas. Soy la cabeza en el ordenador que intenta hacerles reír desde lejos y la pequeña, que es la niña de mis ojos, reconoce en el ruido característico de Windows cuando se inicia el ordenador, a su tía o a su abuela y no tiene reparos en prodigar efusivas muestras de amor a una pantalla plana.

Este mes nuestro tema ha sido El Nuevo Mundo: amor, trabajo, libertad, pienso que son los extranjeros en todas partes, sin importar su lugar de origen, los que más tienen que decir al respecto. Nunca olvidaré la cara de sorpresa de mi compañero de piso, cuando tuvo que saludar a mi madre una tarde, hace un par de meses. Él, que no está acostumbrado a que sus padres puedan venir de visita cuando quieran, porque viven en Bilefeld y no están sociabilizados con los nuevos medios, saltando en la silla de la cocina para ocultara su pijama. Él que no está acostumbrado a que la computadora sea una parte tan esencial de su vida social, terminó comprendiendo de donde viene mi independencia. Por qué no necesito ver a nadie en realidad, pues vivo comunicando con mis parientes, amigos y compañeros de trabajo, estén donde estén.

Yo no estoy condicionada por un espacio físico, la mayor parte del tiempo ni si quiera por un idioma. Fluyo entre la realidad virtual y la analógica, entre lo que pasa en Bolivia y lo que sucede en Alemania y a mi manera, sigo siendo un miembro activo de ambas sociedades y como yo, más de tres millones de bolivianos repartidos por el mundo. Un cuarto de los ciudadanos de mi país viven entre Buenos Aires, Virginia y Madrid. Las remesas que envían son la tercera fuente de ingresos de mi país. Nuestros extranjeros y sus modestas vidas son más efectivos para la economía que la ayuda al desarrollo, mucho más y nuestros hijos construyen nuevas identidades. Pertenencias afectivas que a lo mejor todavía no estamos en condiciones de apreciar en toda su dimensión.

Me imagino que en algunos años las universidades de todas partes se verán en la obligación de hacer sendos estudios sociológicos, para entender a la generación que ahora mismo crece con banda ancha y con un lugar de origen ambiguo, sin un solo idioma de referencia, como verdaderos ciudadanos del mundo.

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Cicatrices http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/narben/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/narben/#comments Thu, 29 Jul 2010 15:00:13 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=550 Una cosa es ser varón. Y otra es ser hombre

Vida / Canción de Rubén Blades

Pertenezco a esa estadística axiomática del ciento por ciento de personas que nace de una mujer. Aparte de esa totalidad escandalosa y obvia, entro en un rango indescifrable pero evidente en América Latina: el de los hijos de madres solteras. Esto quiere decir que si soy, además, machista y egocéntrico, la culpa –o esa responsabilidad virtuosa– le corresponde a la mujer que me crió. La misma que me parió. Palabra clave: moda. Tengo la mitad de mi vida, o un poco más, preocupándome por las mismas cosas: el fútbol, la noche y su fiesta, el dominó, y las mujeres, en plural. Ahora también me ocupo del lenguaje y la ficción, pero estoy seguro que se trata de algo pasajero, un mal menor de mi juventud que todavía no termina.

De pequeño me esforzaba por escupir más lejos que el resto, por saltar más alto, pegar más fuerte y correr más rápido. Era simple y divertido, tomaba riesgos sin reparar en las cicatrices; al contrario, cada marca era una estrella y tales estrellas valían favores, helados, sueños y leyendas propias.

La primera de ellas llegó mientras aprendía a caminar. Pegué la boca de la esquina de una mesa de noche y con el resbalón se me fueron el buen humor y la memoria. Mi madre me cargó en sus brazos; el resto lo hicieron un caramelo y dos puntos de sutura perfectos.

La segunda cicatriz es la mejor, parece un alacrán boca arriba y aún se puede palpar sobre uno de mis tobillos, en la pierna izquierda. Me abrí la piel con una lata de zinc en unos carnavales, y, dos mujeres, mi madre y su amiga, casi se desmayan del susto al ver la mezcla pastosa que formaban la sangre y la grasa. Desde entonces pasé de ser un gordito de cuatro años, a un gordito de cuatro años que rebosaba de orgullo.

Antes de los diez, por fin me pude romper la frente. Estaba en casa de mis tíos jugando a patinar descalzo sobre el agua. La pirueta que comenzó siendo exigente se transformó en aparatosa. Cuando levanté la cara del piso para revisar la puntuación que me darían los otros niños, noté con sorpresa el espanto en sus rostros: fueron nueve puntadas en diagonal que mis primas trataron de borrar sin éxito, con cariños y velas, antes de contarle a mi madre por el hilo telefónico. Su grito de preocupación desde el otro lado, a nueve horas de carretera, no hizo sino reforzar lo que ya sabía. Mi tío me lo dijo engreído, si tienes una marca entre el cráneo y la barbilla, no te preocupes y saca el pecho, ya comenzaste a ser un hombre. Si tienes dos, como tú, podrás ser incluso un hombre prometedor.

Mi última lesión visible es en el brazo derecho, soy puro equilibrio. Fue en una pelea y apenas tenía doce años. Bueno, casi trece. La pelea comenzó porque defendí a un muchacho más pequeño para agradarle a una chica que estaba de visita, la misma que me envolvió la cortada profunda de seis centímetros con papel de baño y me acompañó hasta mi casa, para avisarle a mi madre. Salí con la estampa del valiente, un héroe herido en batalla, me sentía realizado. Además, me quedó un keloide, ese término que se utiliza para reducir el ya escaso valor estético que puede tener una cicatriz a mucho menos que una anécdota grotesca.

A partir de entonces aprendí otras cosas sobre la hombría que poco tienen que ver con las heridas y sus consecuentes –y a veces inmediatos– cuidados femeninos. Amo a las mujeres, como al fútbol, la noche, la fiesta, el dominó y, temporalmente, a la literatura y sus frases-trampa. Pero sobre todo amo ser hombre por otras dos razones. Creo que solo siendo hombre puedo valorar en su justa dimensión el surco que me dejó en el alma la muerte de mi madre, mi madre soltera, y todo lo que ella trató de enseñarme sobre el peso, la importancia, el valor y el coraje de las mujeres: tan sensoriales, tan inteligentes, tan sensitivas, tan delicadas, tan fuertes y también tan frágiles. Por ser mujer quizás no habría tenido menos cicatrices, es verdad, pero seguro habría disfrutado menos de ellas y hasta habría tratado de ocultarlas.

Soy de los que piensa que con cada nuevo dolor reaparece el miedo, y el trauma que me provocó la partida de mi madre solo podía ser curado por otra mujer, mi hija. Esa es la segunda razón: después del miedo sobreviene el placer y tu memoria cambia. Por supuesto, la vanidad de mis heridas fue perdiendo sentido con el paso del tiempo y ahora ese espacio lo han ganado la curiosidad, las metáforas, el aprendizaje y el amor en sus múltiples formas.

Ser madre te permite. ¿Qué voy a saber lo que te permite ser madre? Ser hombre te permite enamorarte de tu madre y de tu hija, en caso de que las tengas o las hayas tenido. Eso no es tan poca cosa y me parece suficiente motivo para no desaprovechar la dicha que me ha dado la conciencia masculina, hasta que me toque ser mujer, en otra improbable vida, y empiece a nacer con la cicatriz que me produzca el nacimiento de cada uno de mis hijos.

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Mères et filles http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/meres-et-filles-red/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/meres-et-filles-red/#comments Fri, 23 Jul 2010 13:54:32 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=515

Filmhuis Zevenaar, Maandag 19 Juli 2010. Foto: René Hamann

Un actor desempleado. En una película francesa con subtitulos en holandés. Un cine. Con pausas para tomar el te. Para cambiar los roles. El amor. Todos los días carne. La historia, cómo se conocieron. En una discoteca. Al despedirse él le preguntó, si podía volver a verla. Si, por qué no, dijo ella y empezó a contarle como estaba, cuál era su situación. Seguía casada, pero su marido se había mudado, tenían un hija en común. El tipo le había sido infiel muchas veces, a menudo, siempre con distintas mujeres. Había empezado a fumar por frustración. Ella quería saber como él volvería a casa. Estoy aquí con el Bully, respondió él, un bus VW remodelado. Primero iba a tumbarse a dormir ahí y manana, cuando se le hubiera pasado la borrachera conduciría de vuelta a casa. Ella sonrió y a la mañana siguiente apareció delante del Bully con el desayuno. Lo despertó a golpes. Esto lo sorprendió. Después rebuscó su departamento a la pesca de cosas de otras mujeres, también juguetes, señales de algún hijo, pero no pudo encontrar nada. Eso la sorprendió. Él era un solterón, empezando los cuarenta, sin hijos, él mismo hijo de padres divorciados, como ella. Como yo también. Quizá los hijos de padres divorciados deberíamos permanecer entre nosotros, quizá entonces funcione.

Aunque me pareció extraño tener que oír su historia, nada más conocerla y que pocas horas después haya aparecido con el desayuno, eso podía ser atento incluso romántico, pero tambien alarmante. Todos los días carne. Hay que comer todos los días, ahí nadie habla de dependencia, pero querer hacer el amor todos los días cuenta pronto como adicción. No que yo sea un adicto, no, no. Yo soy adicto a la nicotina, a lo sumo. Fumé mi primer cigarrillo casi con 18 cumplidos.

En cualquier caso un romance es un romance y siempre se empiezan romances solamente. You wanna fuck her, make her love you, le dijo el padre a su hijo en The Sopranos. Un actor desempleado. En la película francesa se veía como la hija pescaba al camarero de un pequeño restaurante. Todos los días carne, por una noche. Pensé si esa desgarradura no se trataba simplemente de un giro dramático, como el asesinato de la abuela al final. Una película, un libro, la acción no puede desarrollarse sin una muerte o una escena de amor, imposible. Podrida por las películas, yo pensaba que también la vida era así o que debía serlo. Sigo creyendo en eso, pienso que debí haberme casado con una francesa, como la de aquél film en el que el camarero es preguntado por el amor si está casado, si tiene una Mac. No, no. Esa escena es única. Naturalmente ella está embarazada.

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