mujeres – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Mapa de parentesco http://superdemokraticos.com/es/laender/argentinien/karte-der-verwandtschaft/ http://superdemokraticos.com/es/laender/argentinien/karte-der-verwandtschaft/#comments Fri, 10 Sep 2010 19:37:25 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1714 pinos atravesados por el sol
los rayos infectados de partículas apenas visibles
se filtran por las ramas y hojas finísimas
puedo verlos desde la ventanilla
las autopistas dividen el país
eso dicen algunos en los diarios
que el cordón está desatado.

de Liniers para el otro lado
la combi rastrilla la colectora

sentada
en esa camioneta
todo cambia de sentido
en esa camioneta
lo que escucho
son las voces de mujeres que hablan
con naturalidad
de cosas que no son naturales
no son naturales
y aunque las escuche una y mil veces
no son naturales
¿cuál es la distancia que nos separa?

estas mujeres
que hoy escucho hablar
sentadas codo a codo
conmigo en esta camioneta
o combi
que combina los sentidos
de dos clases
que nos separan

quienes son esas mujeres
que sin saber quien soy ni a dónde voy
ni a qué
me identifican como extraña
porque no me sé la letra de esa cumbia
porque a nosotros siempre nos llega tarde
esa musiquita que ahora
estalla en la camioneta
y que en unos meses sonará en el i pod de la chica más moderna
que bailará su tema nuevo entre risitas como habiendo descubierto la pólvora

porque esa mujer me ve distinta
porque hay algo que nos identifica
como distintas
sin embargo
ser mujer en una combi donde hay solo mujeres
nos hermana

no visito a mi madre, ni a mi novio, ni a mi novia
ni a mi hermano, ni a mi hermana, ni a mi hijo ni a mi hija
qué hago yo, arriba de esa combi llena de novias
madres y hermanas que visitan a sus madres a sus padres a sus novias
a sus novios y hermanos y hermanas a sus hijos e hijas

con la misma naturalidad que él entra y sale del penal
ellas hablan
de la muerte
del tiro a quemarropa
de los hijos por venir
del precio de la leche y del pan
de la plata que no alcanza
y que por lo menos ahí tienen techo
y comida que no les falta

siete tiros dice una
que le dieron
lo tienen escondido en lugar
“tenemos una instrumentista” dijo
mientras cortaba medio alplax

acá se desprecian los gestos del miedo
y lo tenemos escondido
dice
esa mujer que vuelve al penal
a cumplir su condena
mientras su hijo muere escondido.

y noto el titubeo me bajo no me bajo
de la combi
vuelvo o no vuelvo
si me bajo y no vuelvo
ahí va de nuevo
ahí va de nuevo
otra vez para abajo
cada vez que te cae la ficha
todo te tira para abajo

vos me entendés? vos me entendés?
me pregunta desesperada
y no espera una respuesta

no hay discursos que sostengan
esta realidad

me quedo en una idea que no logro desatar
de una idea de clase
sobre la otra

la combi entra al barrio
y recorre desde la periferia
al interior, hasta llegar a las vías
del tren
mientras yo
bordeo los flequillos
de una idea
y sigo escuchando al pibe blondi y la re pandilla
a las chapas

no hay teorías
no hay discursos
no hay palabras

]]>
http://superdemokraticos.com/es/laender/argentinien/karte-der-verwandtschaft/feed/ 4
El cuerpo del otro http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/der-korper-des-anderen/ Thu, 12 Aug 2010 18:07:07 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=809

A mis trece años, luego de una debacle estilística en el fútbol, decidí que quería ser boxeador. Creía, nunca llegaré a saber si estaba en lo cierto, que contaba con un arma maciza y poderosa que el resto de mis oponentes no tendría: la inteligencia, la velocidad de pensamiento. En un campo de juego leer al equipo contrario es importante, pero la cintura, la precisión en la patada, la fuerza en el salto, la rapidez y las piernas junto a la pelota son fundamentales. Así que opté por lo tercero que más me gustaba, después de las mujeres: La pelea. Utilizaría lo mejor de la pequeña geografía de mi cuerpo, el cerebro, para derrotar al que se atreviera a enguantarse frente a mí. Por supuesto, también practicaba con mis amigos, nos molíamos a puños todas las semanas y no me iba tan mal. Mis brazos lucían largos y los huesos de mis nudillos estaban afilados. Todavía no asomaba esta curva abdominal que hoy despunta de forma grosera y me define, ni mi madre me había aclarado con una cara que hubiera hecho palidecer al mismísimo Sugar Rey Leonard, que primero me compraba una moto para que mi muerte cerebral en un accidente fuera más rápida, antes que dejarme boxear.

Así que me fui a estudiar a Caracas mientras algo se me ocurría y volvió a aparecer mi cuerpo. Le dieron una paliza a uno de mis mejores amigos por intentar defenderme y a la siguiente semana, luego de una audición espantosa, la directora del grupo de teatro de la universidad, junto a una sarta de inexpertos en materia de actuación, decidió aceptarme. Estuve cuatro años intentando aprender, en vano, que podía respirar mejor, que cada uno de mis órganos tenía un sentido y que podía dirigir –y digerir– las emociones a mi antojo, para encarnar personajes y situaciones según la conveniencia del caso. Nunca más volví a pelear.

Lo que son las cosas, mi despedida de ese grupo teatral se dio con la representación fallida de un boxeador. La obra era una adaptación de Poderosa Afrodita, la película de Woody Allen, y jamás llegué al estreno por motivos que ahora no recuerdo. Habían pasado apenas seis o siete años desde mi deseo abandonado por golpear sacos y saltar cuerdas, y hasta entonces había aprendido algunas cosas, más cerca del lenguaje y sus poderes, del cuerpo y su poder, de mi futuro y una nueva utilización del lenguaje y el cuerpo, incluyendo la voz, mis dos instrumentos favoritos, que me hacían pensar en que la mujer, aquello que me gustaba menos que el fútbol, pero más que el boxeo, debía conocer de cerca y de la mejor manera. Como si dirigir las emociones de mi cuerpo y proyectarlas, hacerlas en la humanidad de otra persona, fuera algo realmente posible.

Hoy he abandonado el teatro y aunque soy capaz de mirar una pelea de boxeo hasta el último round y acelerar mi respiración sin apostar, no me interesa en lo más mínimo acercarme a un ensogado. He intentado aproximarme al Yoga, a la meditación, volver al fútbol como un aficionado toca su instrumento a solas, he hablado delante de miles de personas, he hecho el amor con decenas de mujeres, me he lesionado en accidentes de tránsito, en accidentes con copas, en accidentes tontos, he caminado kilómetros para conocer mejor un lugar, he bailado salsa en muchos locales y me he convencido de que el cerebro es importante, pero es el cuerpo en su conjunto lo que resulta fundamental.

Sin embargo, y me perdonan la cursilería, el desarrollo del tema es libre y a veces no es posible dirigir –y digerir– los sentimientos del cuerpo: no fue si no hasta que miré a mi hija respirar, detenidamente, una y otra vez, y me detuve en su abdomen, que se hinchaba y se desinflaba tantas veces por minuto, cuando entendí la importancia de ese poder que tienen la carne, los músculos, la sangre, los huesos, y la sutileza que esconden. Describirlo me resulta humanamente imposible, pero juro que me ha hecho llorar en par de ocasiones, algo que no pasó ni con los combates más salvajes en los que me tocó participar, ni con la mejor de mis actuaciones en el teatro.

]]>