Mittelschicht – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Sin tiempo para teorías http://superdemokraticos.com/es/themen/literarischer-aktivismus/keine-zeit-fur-theorie/ Tue, 20 Dec 2011 08:02:21 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=6236

¡Ay! Soy una mujer desempleada, de clase media sin tiempo para teorías.

(c) Clara Lagos

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¿Quién es ese? http://superdemokraticos.com/es/laender/venezuela/wer-ist-das-denn/ Wed, 15 Jun 2011 07:01:01 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=4109 1.

Mi tercera noche en Sao Paulo, Brasil, conversé con algunos contemporáneos que acababa de conocer, profesores de historia, productores audiovisuales, filósofos, artistas, estábamos en una fiesta. Fue en 2005. Había buena música en vivo y cachaça de calidad. Pese a eso, no sé cómo hicimos para ingeniárnosla y terminar hablando de sexo y política, dos temas que, como sabemos –vamos, hombres de acción– son menos para hablar y más para hacerse.

Y habrá sido por mi pésimo manejo del idioma, pero en uno de mis regresos de la cocina, con la vista nublada y una botella en cada mano, entendí que el segundo tema les interesaba más que el primero. Total que después de los movimientos libertarios, de los medios de comunicación alternativos y del cine de guerrilla, saltó el nombre, o más bien el apellido, que a todo venezolano le sueltan en el extranjero desde hace una década, más o menos, siempre en señal interrogativa: ¿Chávez?

Yo siempre me río, y si estoy en una fiesta, pido un trago. Y si no hay trago, pienso en sexo. Pero respondo. Primero con una pregunta, en broma: “¿Quién es ese? No lo conozco”. Después con lo que me salga para llevar la contraria.

Pero esta vez me hice el oráculo: “¿Qué quieren saber?”

Una buena amiga, a quien admiro por su buen carácter, su experiencia y algo que me gusta concebir como su claridad maternal, me suele decir: “Esto que está pasando en Venezuela es interesantísimo”, y hace una pausa antes de terminar la frase: “Si viviéramos en Europa”.

Más o menos por ahí quise comenzar a responderle a mis nuevos camaradas de la noche bilingüe, pero se me ocurrió algo mejor: invitarlos a quedarse en mi casa los días que ellos quisieran, aprovechando la celebración del Foro Social Mundial, que se celebraría en Caracas –como en efecto fue– en el primer trimestre de 2006.

2.

Durante la celebración de ese festín multitudinario y encantador al año siguiente, un compañero de mi trabajo en ese momento supo convencer a una turista neohippie de su admiración por el presidente, quien, le aseguró él, había hecho todos los esfuerzos por construir el Metro de Caracas enterito para ellos y en tiempo récord. Y aquí está, le dijo, me gusta imaginar que guiándole un ojo antes de tomarle la mano.

La mujer, enseguida, se enamoró. De mi amigo, del Metro y de Chávez. Mi amigo tiene una orientación política definida, apunta siempre al centro, hacia ese lugar exacto que se ubica entre las piernas de las chicas. Digamos que en ese momento ejercía la diplomacia. Nunca me dijo si logró tener sexo con la extranjera, pero de hacerlo, ¿quién podría negar que una mínima cuota de responsabilidad sobre ese polvo le correspondía a las mentiras que se desprenden del poder del presidente?

La mentira necesita de la verdad para vivir, pero sobre todo necesita del tiempo para existir. Una mentira no es hasta que se revela, hasta que se comparte, hasta que se grita. Pero tiene un problema, desconoce las distancias y se transforma según la geografía.

Eso fue parte de lo que vivieron también los dos valientes brasileños que se atrevieron a venir y quedarse en mi casa, entonces un anexo que compartía con una novia, que ahora vive en Europa con otro novio y no para de hablar de las bondades de andar en bicicleta, por decir algo pequeño.

Aquellos valientes, pareja de las buenas y amantes del discurso antiestadounidense de Chávez, viajaron por varias ciudades de Venezuela y se detuvieron en Caracas. Él se enfermó y ella lo cuidó como pudo. Tuvieron que conformarse con aceptar que este gobierno estaba crudo y notaron que los precios de los productos y servicios, versus los salarios básicos y promedios, eran muy elevados, pero que desde afuera se veía mejor. Yo, para que no salieran decepcionados, les dije que el balance estaba en entender que desde adentro también había muchos que lo querían ver peor.

Casi desde el principio de su mandato se instaló entre muchos venezolanos que conozco una fórmula simple para analizar la política nacional: si te gusta Chávez lo defiendes y si no, lo atacas. Fin del asunto. Cualquier duda te ubica en la acera contraria o, peor, en un limbo inaceptable. En un hoyo negro. Chávez ha acumulado mucho poder. Secuestra culpas y méritos. Casi todo lo que ocurre es su responsabilidad. Si el país está bien, es por él y su gobierno. Si está mal, también, aunque a veces entran en juego los lugares comunes de los medios de comunicación.

3.

Me niego a participar de esa mentira automática. Por ejemplo, doce años después de llegar al poder y vender un Socialismo del Siglo XXI que puede tardar cien años en descubrirse, se le ha metido en la cabeza algo que ha llamado “Misión Vivienda”, que no es otra cosa que ofrecer la construcción de millones de casas para millones de personas que no las tienen. Algo digno de aplaudir, si los indicadores macroeconómicos y de producción no lo contradijeran con una realidad que pasma.

No solo participé en una investigación periodística de dos meses sobre el tema de las estafas inmobiliarias que perjudican a las clases baja y media venezolana, y son consecuencia, entre muchos factores, de la corrupción, de la baja producción de cabilla y cemento y del enfrentamiento entre el sector público y las constructoras privadas en el país; sino que además tengo un promedio salvaje de mudanzas: 0,87 veces por cada año de mi vida. Digamos que si me llegara a mudar nuevamente antes de octubre ese promedio podría aumentar a 0,90.

De modo que sé lo que es padecer el hecho de no tener un techo propio. De modo que me encantaría que esa promesa sostenida un año antes de las elecciones presidenciales, se cumpliera, por la alegría de un gentío. Pero no soy la extranjera del Metro. De modo que quiero, pero no creo ni de lejos que se logre cumplir.

Así va este país. Cuando Chávez prometió que se cambiaría el nombre si pasado un año de su gobierno seguían existiendo niños indigentes, la mentira no se había consumado.

Pero así son las revoluciones, exigen nuevos paradigmas, y el costo de verdad que arrastra un hombre apasionado por el poder, por sí mismo o por la historia, suele llevar consigo el pesado lastre de la memoria. Han pasado doce años y hasta donde sé, se sigue llamando Hugo.

Es entonces cuando se hace necesario recurrir al peso de las palabras. Nombrar las cosas de otra forma es ofrecer nuevas perspectivas, imaginar, construir posibilidades. Eso es, entre las medidas sociales positivas y una larga lista de fracasos, sobre todo, lo que se ha hecho. Donde antes había una realidad con un nombre, ahora hay una realidad muy parecida, buena o mala, pero con un nombre distinto. Y sobre todo, cargada de esperanza para los más necesitados. Eso, cómo no, tiene algo de revolucionario, pero más de populista que de socialista. En el futuro, las mentiras no existen. Y un buen político, al igual que un buen artista, debe saber que como escribió Antonio Machado, la verdad también se inventa.

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Una inyección de capital http://superdemokraticos.com/es/editorial/eine-finanzspritze/ Sun, 03 Oct 2010 13:50:41 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2500

Oscar Seco, Apocalipse & Alternative Worlds, 2001


„Nuestros problemas son los mismos que se respiran en las calles de Milán, de Berlín o de Nueva York“ es una frase del último artículo de Javier Badani, desde La Paz, que viene muy bien al día de hoy: 3 de Octubre.
Día en el que se festeja la Reunificación Alemana. Confieso que me da pudor tocar el tema. Soy extranjera y mi relación con la reunificación ha ido evolucionando con los años, por eso hablo en primera persona. Vivo hace trece años en Berlín o en sus alrededores y cuando llegué en 1997 a la ciudad de Potsdam, el proseceso de unirse no había terminado de consolidarse, si lo ha hecho, si lo hará algún día: ¿qué es una nación?

La recuperación de la memoria histórica es tal vez una de las características comunes de toda nuestra generación y al respecto, no hay otra ciudad como esta. Berlín es la capital para los chicos de la transición de occidente. Para los hijos mimados del vacío existente, desde la ruptura física del pensamiento binario. Desde el cese de La Guerra Fría. Esta ciudad está llena de monumentos autoreferenciales.  Como si el significado alegórico de la caída del Muro de Berlín no hubiera estado acompañando por la „marcha por la vida“ de los mineros bolivianos, por la caída del último dinosaurio Pinochet, por la llegada triunfal de la economía libre de mercado. En Tarija y en Potsdam, en Buenos Aires y en Munich, en todo el mundo. Con los años me he dado cuenta de que -más allá de los muertos y que conste que no justifico las dictaduras de ninguna manera- aquí hago referencia al texto de Agustín Calcagno, eso es lo que ha cambiado nuestras vidas. La inyección de capital hizo que nuestros padres perdieran el rumbo, les impidió darse cuenta de lo que estaba pasando y sobre todo les quitó la ilusión de creer que podía ocurrir de una manera distinta al sueño americano, que es de consumo, de pobre a millonario si uno es listo. Seguramente también aplicable a la manera en la que se llevó a cabo la Reunificación Alemana, un ejemplo concreto, que tiene como consecuencia que aquí tampoco ya nadie sepa a ciencia cierta que significa ser socialdemócrata o democristiano o verde o amarillo y Berlín como todas las ciudades antes de las elecciones se parece a Las Vegas. Las deciciones importantes son económicas, están globalizadas, se lleban a cabo en un inglés chapurrero y ahora necesitan a otro enemigo.

Cuando me despierto de malhumor pienso exactamente igual que Jo Schneider en su último artículo, sólo que mi casa está muy lejos y me consuelo creyendo que ese es un pensamiento recurrente de la clase media a nivel global. Particularmente los giros en el pulso de la nación, en la idiosincrasia alemana, desde 1997, me han ido llevando a un estatus que, a día de hoy se denomina „ciudadano extra comunitario“. Como prácticamente todos mis conciudadanos, es igual cuál sea su estatus legal, he perdido muchos derechos civiles en los últimos años y mi pregunta es ¿qué papel juega en eso la Reunificación?

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Pueblos del Mundo ¡Mírenme! http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/volker-dieser-welt-schaut-auf-mich/ Fri, 01 Oct 2010 13:29:14 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2447 Hace tres semanas que el mundo sabe donde vivo. No porque yo se lo haya dicho – sólo me he mudado y finalmente ya no comparto más esas tonterías de „a rather big down in the Ruhr District, an industrial area north of Cologne“ (Kindheit, Dortmund) o „a small city south of Hannover, in the center of the country“ (Hildesheim, Studium). Ahora digo Berlín y el mundo contesta ¡Oh! Y eso ya se hace en el marco de un viaje por Europa: El Muro/ los Clubs etc…
Es fantástico. Uno pisa la calle y todos los problemas de ser cool que normalmente uno discutía consigo mismo como pueblerino, son parte del pasado. Uno casi a ascendido, de acuerdo al lugar de residencia, a ser un mundano y levemente fatalista habitante de la gran ciudad, que tiene el increíble privilegio de tener un departamento de una sola habitación, en un lugar que dice de sí mismo contar con todas las comodidades y estar correctamente amueblado por las propias manos. Eleva el espíritu, el pequeño y el grande, ver como el mundo se sienta en la hierba a la puerta de la casa (la mía) a esperar algo. (En los días especialmente buenos incluso parece que se sentara a esperame).
En los días malos yo soy yo, como me conozco. En los días malos no tolero ninguna fanfarronería (salvo la mía), no aguanto ninguna ociosidad puesta en exposición, no soporto la „arrogante omnipresencia de los ladrones diurnos“, que una mujer inteligente en mi presencia etiqueta como tales. Entonces no aguanto el intercambio cultural, no soporto el remarcado ir bien de los medios de comunicación (alemanes) y los (turcos) vendedores de Döner (¡siempre esos ginos!) y no puedo escuchar las conversaciones entre literatos del mundo entero -llevadas acabo en ese ligero interenglichalemán- que no quiere decir otra cosa que: „¡Quedate ahí, lo hemos entendido!“
Qué tienen esas personas – ¿que todas aquellas otras que, gustosamente habría querido que se queden en casa, no han comprendido? ¿Qué un mundo de los mercados globalizados -como estímulo y compensación- también necesita el intercambio con los civiles? ¿Qué quien pueda entender las cosas en su contexto, debe ser capaz de comprender los contextos en si? Qué el viejo nomadismo de los Estados nacionales hace tiempo que ha sido substituído por un nomadismo de redes globales? Eso no sostiene al mundo en su interior-, pero lo aferra tanto que nadie puede ni quiere hablar fuera de los márgenes de ese Mainstream- con esa idea despierta Berlín, por lo menos los días en los que estoy de malhumor. Los tipos progre de los medios hablan un inglés tipo progre, los estudiantes de intercambio hispanohablantes hablan un español de intercambio y a menudo entre ellos se sienta un niño alemán de pueblo e intenta mantenerse al tanto del-pulso-de-los tiempos que corren, para ver que tan bien puede salir adelante con su inglés de colegio y su español chapurrero.
Así se sientan todos a la orilla del canal, mientras yo la recorro de malhumor, gruñendo porque mi Mp 3 ya no tiene batería y se niega a protegerme de las emisiones de la comunidad global con el audio de un libro de Thomas Mann, de las conversaciones – también limitadas lingüisticamente- que giran al rededor de la comida, de los viajes o de la comida que se ha conocido durante el viaje. Porque no tengo nada más que hacer,  me pregunto por enesima vez de qué se trata y me apego a las reglas de un pueblo de Alemania del oeste: donde el niño de clase media alemán se queda entre sus iguales, tranquilamente, sin ser afectado por la globalización, para poder focalisar en el mejor alemán los problemas de la globalización. Mientras en el canal de Berlín muchachas alemanas, muchachas españolas hablan sobre chicos daneses y pisos compartidos por lituanos, derramo una lágrima de melancolía y pienso en las Gotingas, los Münster y los Friburgos de todo el mundo, donde uno podría -se en un grupo de ataque o en una asociación local de la FDP (Partido Liberal), es igual- ser maravillosamente productivo entre sus iguales y sopesadamente maniobrar las finanzas globales.

Traducción Rery Maldonado

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