miedo – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Ya no estamos SOLas http://superdemokraticos.com/es/laender/bolivien/die-gute-strahlung-vom-platz-der-sonne/ Thu, 04 Aug 2011 07:00:38 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=4782 La violencia según el diccionario de la Real Academia es la acción y efecto de violentar o violentarse. Pero la violencia va muchos más allá, hay violencias cotidianas que no son tan explícitas y que llegan a dañar tanto o más. Me explico: el subir a un ascensor y que nadie te salude ni saludar, es un acto violento. Este hecho tan cotidiano y aparentemente insignificante es síntoma de una sociedad amargada, gris, donde todas estamos centradas en nosotras mismas y somos incapaces de ver a la persona que tenemos en frente. Cuántas veces presenciamos injusticias y pasamos de frente, ya sea por indiferencia o por miedo. Al no haber el hábito, una no se siente apoyada ni legitimada por la gente que tiene a su alrededor, se siente sola y desamparada.

Pero cuando todo parece tan desesperanzador, salta una chispa y salimos a la calle, de repente no estas sola, de repente miras a los ojos de tu vecina que se siente tan sola como tú y que tiene el mismo hartazgo. De repente se llenan las calles de palabras, de ideas, de soluciones, de sueños hechos realidad. Es lo que sucedió en Madrid el 15 de mayo de 2011, la Plaza del Sol brillaba más que nunca. Lo que para algunos era violento: la ocupación de un espacio público sin permiso, por muy contradictorio que parezca para muchas otras era la posibilidad de que todas las voces se oigan y los silencios se respeten. En cada rincón del Km.0 de Madrid había gente debatiendo, exponiendo sus ideas, construyendo. En poco tiempo teníamos una mini aldea donde convivíamos muchos tipos de personas diferentes y donde lo que primaba era el respeto y la escucha activa.

Una de las acciones mas contundentes que se han realizado a raíz del movimiento sucedió en Lavapiés, un barrio de migrantes en el centro de la ciudad. Se expulsó a la policía del barrio por realizar redadas racistas, que son controles policiales que se basan en el aspecto étnico de las personas y que se realizan en todo tipo de circunstancias. Más de una persona ha tenido que interrumpir una conversación con su familia en un locutorio y a muchas otras se les ha interrumpido el tiempo de ocio en restaurantes y discotecas. La gran mayoría de las redadas se realizan en las bocas del metro, cuando la gente vuelve de trabajar. La fuerza de la policía radica en que la gente suele tener muy poca información acerca de sus derechos y mucha sobre sus obligaciones. Desde el primer momento te exigen una serie de requisitos para que crean que eres una ciudadana más, pero la ciudadanía no se construye sólo pagando impuestos y la seguridad social, se construye participando activamente en la toma de decisiones. Estos controles ni si quiera llegan a repatriación. Su único objetivo es amedrentar a la población migrante, que termina recluyéndose en “guetos”. Muchas madres tienen miedo de llevar a sus hijos al colegio, por miedo a que les pidan la documentación, y son aún muy pocas personas las que se animan a salir a la calle para exigir sus derechos, porque saben cuáles pueden ser las consecuencias.

Hay un numero importante de denuncias a todo tipo de instancias sobre el abuso policial y son realmente pocas las que se hacen efectivas. A estas alturas lo que hay que preguntarse es si éstas prácticas son legitimas o no, y hasta dónde estamos dispuestas a sustentar un sistema que cada día nos priva y restringe libertades colectivas e individuales. Mucha gente se pregunta como es posible que un policía se salte la ley, no puede ser que las redadas racistas sean ilegales, algo habrá hecho esa gente para que les detengan. Creemos que es algo que no nos afecta, hablamos de ellas y nosotras, y no somos conscientes de que si tocan a una, nos tocan a todas.

Pero entre todas podemos cambiar las cosas, en muchos barrios de Madrid, la gente se está organizando para denunciar éstas prácticas ilegales, se están frenando muchas redadas, se ha llegado a un punto en el que la policía nada mas ver a un grupo del 15M se suben a sus patrullas y dejan de atosigar a la gente. Es de ley decir, que mucho antes del 15M habían ya organizaciones que realizaban este trabajo, pero el efecto multiplicador del 15 M es imparable, y sobretodo el poner sobre la mesa un debate necesario para la madurez de la sociedad. Los seres humanos no somos mercancía, no somos de usar y tirar, no somos objetos de consumo, tenemos derecho a vivir donde nos de la gana sin tener que justificar cada uno de nuestros movimientos, no debería haber ciudadanos de primera y de segunda, es hora de que nos miremos a los ojos y nos escuchemos, que empaticemos, que tampoco es tan difícil.

A nivel personal puedo decir que gracias a éste movimiento tengo la sensación de que cada espacio que ocupo es mio por derecho propio, algo que es obvio, pero que el vivenciarlo no lo es tanto. Aún queda mucho por hacer, pero no hay prisa: “Vamos lento porque vamos lejos”.

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El arte del desencuentro http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/die-kunst-des-nicht-treffens/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/die-kunst-des-nicht-treffens/#comments Mon, 02 Aug 2010 07:57:31 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=548 “Entonces, a través de la fina malla de tus pestañas,

verás todavía  alargarse en mis pupilas ávidas un

desperezamiento de panteras…”

Rubén Martínez Villena

Aprender a convivir con el miedo es uno de los grandes retos de mi vida. Yo he tenido muchos, algunos se han ido, otros se disfrazan y gatean escondidos, mas hay uno persistente, siempre en vela, que me despierta del sueño de la razón. El miedo a no ver trasciende la intimidad que me he trazado, es también a que los demás no me vean, que no nos veamos. Si no logramos percibirnos parecería que somos intercambiables. Entonces nos perderíamos en la generalidad del los términos, por ejemplo mujer u hombre. Tú serias solo una mujer, yo solo un hombre; seriamos cualquier mujer, cualquier hombre, no tendríamos rostro, y la sexualidad continuaría siendo el escudo del uno frente al otro. Las clasificaciones de género resultan insuficientes para atrapar la sutil expresión de lo que somos. Tu sexo, el mío, son casuales y quiero ver en ti y que veas en mí más que esta trivialidad que tendemos a naturalizar. Y esto aunque intuyo querer no basta.

Al principio fue lo opuesto. Es por eso que en mis íntimos andares por las calles, bares y camas de Berlín me invadía la mayor de las veces una sensación rara. Los encuentros parecían desencuentros. En esas caminatas era asumido por muchos y muchas como un hombre latino. Este tipo de animal es aprehendido como bestia feroz. No es tan malo ser clasificado como semejante espécimen, sobre todo porque estaba de moda y parecía ser no más que una locura pasajera. Ciertas demencias duran demasiado. Todo lo que hacía solo servía para corroborar  mi condición de fiera. Las gafas que suelo usar para ver el mundo no eran entendidas por algunos como producto de un problema visual, sino como el intento de parecer intelectual. No los culpo, mi abuelo también pensaba que los intelectuales lo tenían todo más fácil, tanto así, que insistió en que sus hijos estudiaran una carrera universitaria. Siguiendo los pasos familiares comencé a estudiar filosofía y ciertamente no he notado que mi vida sea más fácil por ello. Para mí la situación empezó a ser sofocante. Un día invite a bailar a una chica que lo hacía bien y la respuesta fue rápida y precisa: – ¡Yo ya estoy casada! La sangre jacobina y cimarrona que me corre por las venas llego a estado de ebullición. Me leí el ensayo de Camus y desde entonces era Le latino révolté. Desde el grito ideé una estrategia para luchar contra el sentido común. Mi táctica no era quizás tan buena como la puesta en práctica en Afganistán y en Irak, pero creía funcionaria, al fin y al cabo yo no quería adueñarme de nada, solo ser visto más allá de estereotipos. La idea era sencilla, solo debía  evitar los bailes donde las pelvis se juntaran. Desde entonces comenzó a comentarse que no sabía bailar. – Yo creo que no es Latino- comentaban agregando -, nació en el viejo continente. ¡Le falta sabor! Estas habladurías me tocaron el ego, así que decidí simplemente no bailar. La explicación no se hizo esperar. – ¡No baila porque es homosexual! Con esto se me empezó a cotizar  bien alto en el mercado sexual. En esos días me enteré que para muchas mujeres era un bello desafío, llevarse a un gay a la cama. Emborrachando la frustración frente a una cerveza una amiga me conto que a ella le pasaba lo mismo. Entre ciegos los desencuentros son más comunes que los encuentros. Esa noche los mandamos a todos y todas al carajo. Si no nos ven que se jodan. Ellos se lo pierden.

Hay miedos que no son saludables, el miedo al otro es uno de ellos. En cambio el temor a la ceguera me ayuda a no perder la capacidad de sorprenderme, a verme, a verte, en la búsqueda de lo que puedo, de lo que puedes y quiero, y quieres: ser. Andando así, con Goya a mí lado por esta vida nuestra, pretendo evitar los monstruos que produce la razón. No siempre me está dado, mas lo intento.

Joaquín Sabina, Pie de Guerra.

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