Machismo – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 El mismo cholo con otro poncho http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/derselbe-cholo-in-einem-neuen-poncho/ Fri, 22 Jul 2011 10:44:22 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=4521 Del Incario al PluriMultiEstado.

El curioso caso del Estado boliviano es digno de estudio minucioso: con lupa y con telescopio. Entiéndase por Estado el sentido amplio de la acepción, en sus dos vertientes: la organización política de las principales instituciones nacionales y subnacionales, por una parte, y el desarrollo histórico de la situación de su población.

Convivimos los mismos de siempre, sobreviviendo a la usanza criolla, con matices milenarios según el origen de cada cultura individual. Cómo estás, compañera, nos saludábamos en tiempos republicanos. Cómo anda todo, hermana, se pone de moda multicolor de wiphala. Como mujeres dejamos un poco de ser esclavas del Inca, para ganarnos los derechos geniales de: además de coser, cocinar y lavar, salir a trabajar desde vendiendo choclos calientes, al lado de un moderno microbasural maloliente afuera del mercado, hasta ser invisibles e innatas trabajadoras del hogar, que el sistema impositivo obvió de la emisión de facturas, para evitarle al sistema pagarnos un sueldo.

Divertidísimo esto de los derechos humanos de las mujeres. Siempre. La misma chola con otra pollera, dice un adagio nacional, producto de la viveza machista criolla que enseguida crea un estigma para ocultar el embrollo.

En el Imperio, la Audiencia de Charcas, la República inacabada y ahora el Estado Plurinacional de multilingües y pluriculturales, siguen mandando las intangibles propiedades del dinero por encima de las personas y, lógicamente, las cosifica para mantenerlas bien compartimentadas en el lado de la oferta y la demanda, sin que importe qué quiera ser, a qué le gustaría dedicarse, qué la hace feliz. Y las mujeres, aquí, peor que nadie.

¿Por qué habría de ser distinto si tradicionalmente sabemos que la collita lloriquea por todo y a la cambita todo le viene bien? La violencia, aceptada como “siempre ha sido así”, pone las cosas en su sitio a punta de improperios, golpes y canalladas.

En el país de Evo, el presidente es el mismo cholo con otro poncho. ¿Recuerdan que en primaria nos enseñaban que la población boliviana se repartía entre criollos, mestizos, cholos, indios y negros? ¡Ahora resulta que es peyorativo referirse a conceptos, que se tachan de malas palabras, cuando refieren culturas diferentes! Claro, culturas que tienen en común clases sociales, seguramente, pero lo más común que tienen nadie lo quiere ver y es la igualdad de imposiciones sobre las mujeres. Nosotras sí que sabemos convivir con códigos a los que no les faltan barritas: nos ocupamos de la familia, tenemos hijos y los acompañamos hasta su mayoría de edad y más, vemos la alimentación, la salud, el abrigo; salimos a la calle por el sustento y todavía, somos cada vez mayor el número de jefas de familia. ¡Y también nos insultan, nos pegan, nos desconocen los hijos, nos arrastran por una asistencia filial como si nos hubiéramos acostado con el Espíritu Santo!

Caserita, vendeme mandarinas, por favor. Caserita, comprame mandarinas, por favor.

Pecadillos no nos faltan: nos separa alguna envidia, por cómo nos vemos o si a alguna le toca mejor suerte, pero convivimos con las mismas angustias, las mismas inestabilidades, las mismas sospechas, las mismas preocupaciones. La economía familiar se reduce al Indice de Precios al Consumidor y arreglate como podás, mientras que la otra economía, la que importa a metales, bolsas, ficción y millones está en titulares y bocas de las minorías que nos dominan por lo que no es, acullicando mayorías.

No sé si me dejo entender, en el país de Evo nada se ha transformado, como tampoco se ha dejado de pagar en Estados Unidos las deudas que contrajeron los acusados de liberales y republicanos, según repitieron los que roban con socialismo, patria o muerte venceremos. Convivimos casi silenciosas con la común misión de reproducir la especie y nuestro sentido común, sin hendija suficiente aún para que explote como el volcán más maravilloso el color eufórico de nuestras mejillas indignadas y sonrientes.

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La batalla de los sexos http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/kampf-der-geschlechter/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/kampf-der-geschlechter/#comments Sun, 25 Jul 2010 07:00:49 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=519

De un reportaje de moda bajo el tema de la Caperucita Roja. Foto: Javier Badani

¿Qué te gustaría ser: un hombre o una mujer? “Vaya preguntita”, me suspiraron al oído mis testosteronas. Y cuestionaron: “Oye, ¿te imaginas cada noche pintándote las uñas de los pies o depilándote las piernas cada vez que se pinte una cita? ¿No tener más opción que hacer cola en la puerta del baño? ¿Tener que esquivar siempre la mirada de la tía que te cuestiona tener 35 años y seguir soltera aún? ¿Estar obligado a usar cada mes paños con alitas o saber que el tamaño de tus tetas serán un factor decisivo en una entrevista de trabajo? Ni hablar, hermano, lo mejor es ser hombrecito”.

Buen análisis, les respondí.

Pero inmediatamente un par de estrógenos salieron al ataque. Llevaron hasta mi memoria la foto de aquel día en que mi abuela disfrazó a mi padre de mujer. Él tenía unos seis años y terminó posando para su cámara con una peluca negra y una elegante enagua blanca. ¿Sonreía acaso él en aquella fotografía…? Creo que sí. Y luego los estrógenos argumentaron: “Te imaginas ¿no estar obligado a que te guste el fútbol para encajar entre tus amigos ni tener que golpear a otros para que te respeten? ¿No tener que estar afligido por saber si tu pareja tuvo o no un orgasmo o por el tamaño de tu sexo? ¿No tener que esquivar siempre la mirada del tío que te cuestiona tener 21 años y seguir virgen aún? ¿Estar seguro de que te puedes cambiar el color del pelo o ponerte un arete en la oreja sin el temor de que por ello te califiquen de homosexual? ¿Qué tal, no ve que no hay nada mejor en el mundo que ser una mujer?”

Buena exposición, les señalé.

De pronto testosteronas y estrógenos se enfrascaron en una discusión sin cuartel. El campo de batalla era mi cuerpo en construcción, esa pequeña masa de líquidos cobijados en el vientre de mi futura mamá; un nuevo ser que deberá enfrentarse a la vida bajo la piel de un hombre o de una mujer. “¿Cuál de los dos, entonces?”, me pregunté. “¿Acaso no basta con declararse simplemente un ser humano?” Claro que no. Hombres y mujeres están inmersos en una lucha por la dominación mutua. Unos, los hombres, con una ventaja de siglos y bajo el escudo de un machismo retrograda que ha sido fomentado desde el comienzo de los tiempos y sacramentado por las religiones como, por ejemplo, la judeocristiana donde la mujer siempre fue y será un ser inferior. Del otro lado, las mujeres que buscan conquistar espacios con su talento, pero que no dudan en enmarcarse en los preceptos del machismo más secante de la sociedad cuando así les conviene.

Testosteronas y estrógenos siguen en la refriega. Y yo concluyo que esta es una discusión maniquea, cuya respuesta nunca tendrá resolución; porque así como hay hombres malos igual hay mujeres malas; porque así como hay hombres capaces igual hay mujeres capaces.

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