Las Vegas – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Cagey Area http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/cagey-area/ Tue, 28 Sep 2010 14:50:08 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2232

Las Vegas - MGM © Sabine Scho

Por el cómo sale uno del departamento donde  vive y del barrio en el que habita, uno puede hacerse una idea de la naturaleza y forma de ser, que yo comparo con los animales del jardín zoológico.

Walter Benjamin

Los zoológicos son interfaces, en los que la vida de unos con la vida de otros engendran especies. Su distribución refleja el cómo se entiende una sociedad, que redefine una y otra vez su espacio en la evolución.

Una visita al zoológico ya no exige de nosotros esa copia de un orden simbólico, como la que encarnaba la Menagerie de Luis XIV. Su constructor: Luis Le Vau ordenó las jaulas en lo que podrían llamarse balcones, que correspondiendo a la idea absolutista del poder hizo apuntar concentricamente al campo de visión del Rey Sol.

Guardar la justicia nos construye hoy más que la hegemonía construida. Nos mueve un hambre de cultura que no es positivista, buscamos antes en el paisaje reservas para nuestras ansias. Así se ha invertido la idea de zoológico: construimos artificialmente en detalle lo que destruimos en grande.

Grandes superficies abiertas substituyen a las jaulas y juntan asociaciones de vida de distintas zonas climáticas.

La idea de las superficies abiertas no es tan nueva, si uno recuerda a Carl Hagenbeck y su utopía de un zoológico sin rejas que pudo realizar en Stellingen, cerca de Hamburgo, en 1907. Hagenbeck, que empezó como vendedor de pescado en St. Pauli, que ganó su dinero como tratante de animales, que se hizo famosos con los tours en todo el mundo con sus Völkerschauen (exposiciones coloniales a principios del siglo XX que exhibían a personas provenientes de pueblos indígenas y africanos, a menudo en los zoológicos) así como con su circo y sus panoramas portátiles, entendió muy pronto en qué dirección se desarrollaría el entretenimiento del zoológico del siglo XX: Condiciones paradisíacas.

En el zoológico no existen tránsitos fluidos. Las selvas tropicales se encuentran directamente al lado del frigorífico pingüino con ambiente glacial,  puede irse desde la piscina marítima a través de una puerta doble de cristal hasta el desierto, que reproduce el cotidiano de sus habitantes y zambulle a los visitantes en la oscuridad del medio día.

El zoológico no solamente corre las fronteras entre personas y animales, normalmente también las pone entre los animales, ya que los hábitos alimenticios interfieren finalmente en la proyección del paraíso, que no debe convertirse en una arena -como en la antigua Roma-.

Las Menagerien son lugares teatrales, no menos monumentales que los teatros, las iglesias, los templos, arenas o mausoleos. Un recorrido definido, perspectivas calculadas, ángulos de visión, plataformas panorámicas, todo lo que hasta el día de hoy se contempla en la arquitectura de un Zoo.

Con la primeras Menagerien ya se practicaba lo que mucho después definiría el termino como: Globalización. Animales exóticos fueron siempre regalos traídos por visitantes para reyes y emperadores y servían para representar.

Su sentido de representación esta probado otra vez hoy en día, cuando MGM mantiene una pequeña población de su animal emblemático en la pecera de cristal del corredor de un casino, en un hotel de Las Vegas.

El zoológico sigue siendo una edificación desgarrada, sensacionalista y dividida a partes iguales. El escenario del ansia humana, intercalado en una urbanidad destinada a hacernos olvidarla, aunque sea la que lo hace posible.

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Amor, lo confieso: te engaño con un par de reinas http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/liebes-ich-muss-es-dir-gestehen-ich-betruge-dich-mir-ein-paar-koniginnen/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/liebes-ich-muss-es-dir-gestehen-ich-betruge-dich-mir-ein-paar-koniginnen/#comments Mon, 23 Aug 2010 08:32:53 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1048

De vicioso y adicto no me bajan últimamente. Y es que debo confesar que el bichito del poker se ha incrustado en mis huesos como el reumatismo lo hizo en los cansinos cuerpos de todos mis antepasados. Noche a noche me desconecto del mundo para entregarme a la dictadura de las cartas en alguno de los locales en La Paz que ofrecen torneos de texas hold’em. Mi esposa asegura que ya soy un caso perdido y que un día de estos terminaré apostándola a ella en la mesa de juego (tal idea, debo decir, no me desagrada en algunas ocasiones).

Me seduce el aurea clandestina que emana de este juego y los seres que la habitan. Después de todo, a diferencia de otros países de la región, en Bolivia el poker es visto con mucho recelo, debido a la poca tradición en los juegos de cartas y la mala fama de los dueños de los casinos reforzada por las películas de Hollywood. Decir que uno es cultor de esta actividad es como presentarse como artista de rock ante el padre de tu novia.

Con todo, el poker está ingresando a Bolivia con fuerza en los últimos meses. Ayuda a este fenómeno los espacios destinados en los canales de cable internacionales a competencias que se desarrollan en Estados Unidos y en Europa. Y las páginas especializadas gratuitas que se encuentran en la red internet. Yo lo practico hace un año, lo que me convierte en un simple amateur que está pagando su derecho de piso. Ser considerado un profesional requiere de años de práctica. Y una vez en ese Olimpo, el resto es una pipoca.

Me fascina, ante todo, como en una mesa de poker se resume una sociedad; en este caso, la boliviana. Allí está Sergio, el exitoso empresario que ostenta sus cadenas de oro y una billetera saludable y que se toma su tiempo para elaborar estrategias de juego que lo lleven a la cima. A su lado, Carlos, el dirigente estudiantil de tendencia trotskista que periódicamente organiza marchas en contra del capitalismo y que no teme pagar cualquier apuesta, aunque esto lo lleve a abandonar la mesa del torneo de forma rápida y violenta. A mi derecha se sienta Manuel, el político en ciernes que no deja pasar ninguna ocasión para blefear (mentir) sus juegos, por más malos que estos sean. Y casi siempre, hay que decir, sale victorioso. A su lado, Roxana, la viuda cincuentona que no encuentra mejor forma de gastar la pensión de su difunto que reiceando (apostando) cada vez que tiene un buen par de cartas en la mano. A ella, sin embargo, no le interesa ganar; tiene una urgencia mayor, matar su soledad. Y, claro, allí estoy yo, el que cuenta sus historias a través de notas periodísticas y que sueña con algún día salir de la pobreza ganado un torneo de poker en Las Vegas.

Pero las diferencias que acabo de mencionar se quedan afuera de las puertas del local. Aquí, en la mesa del torneo, los 10 jugadores están despojados de cualquier ventaja o desventaja social. No hay diferencias que valgan. Todos ingresamos con la misma cantidad de fichas y las mismas posibilidades de salir victoriosos o de salir derrotados. ¿Acaso no sería lindo que la vida sea así de sencilla? Lamentablemente no es así.

Pese a lo que se cree, el poker es un juego de estrategias; la suerte y el azar en las mesas de juego son demasiado pasajeros y escurridizos. Y como todo en la vida, aquí hay que pensar para ganar, dominar la mente de tu oponente para derrotarlo. En definitiva, no interesa mucho las cartas que tenga tu oponente, sino las que tú le hagas creer a él que tienes en tus manos.

Y, bueno, tanto hablar de poker ya me encendió al bichito. Los dejo, porque tengo una cita con un par de reinas (Q, Q).

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