La Mannschaft – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 El equipo internacional http://superdemokraticos.com/es/editorial/die-internationalmannschaft/ http://superdemokraticos.com/es/editorial/die-internationalmannschaft/#comments Sun, 11 Jul 2010 22:31:22 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=449 Lo siento chicos, lo siento chicas, mientras se pueda escribir un poquito sobre fútbol. Desde el Mundial de Fútbol de 2006, que tuvo lugar en Alemania y que hizo propaganda con el slogan “como invitado con los amigos”, uno ya no se asombra de que la bandera alemana sea puesta en exposición pública. Lo que en 2006 todavía sorprendía sea convertido en 2010 en normalidad. La decoración nacional por todas partes sirve para que yo piense todos los días en Alemania en mi rol como alemana (pasaporte). Tengo que pensar en eso y siempre me resulta un poco incómodo. Cuán alemana era cuando me mudé a mi primer departamento cuando trabajaba como Aupair en Francia, cuando vi mi primer eclipse total de sol en Londres, cuando viví en Hungría mi primera anestesia total o cuando por primera vez me bañe en Bolivia en un río transparente?

Cuando fui a la escuela y mientras era estudiante en los 80s y 90s podía contar las banderas que había visto con los dedos de una mano. No habían. En el diccionario había una entrada “Bandera”, junto a todas las banderas del mundo, pero a ella nadie la sacaba de su caja. Ella era un símbolo abstracto. Algunas veces colgada de edificios públicos, a media asta por luto con rango internacional o en el mástil de los contextos europeos. Cuando mi familia hacía vacaciones en Dinamarca, la bandera danesa ondeaba delante de todas las casas de madera. Yo pensaba: Nuestra bandera es fea, la danesa es mucho más bonita. ¿Soy danesa?

Y ahora: Autos, ventanas, balcones, jardines, vuvuzelas, incluso partes del cuerpo (brazos, piernas, mejillas) llevan la bandera. Hace poco vi como una mujer gorda, enfundada en un vestido de tigre, le tatuaba una bandera en la calva de solarium a su marido. Una calva en negro-rojo-dorado… Estoy confundida: ¿De dónde viene este nuevo amor por la bandera de los alemanes? ¿Cuándo ha desaparecido el peso (“No puedo sentirme orgullosa de mi país, después de todo lo sucedido”, los seis millones de argumentos, sobre los que habla Jo Schneider en su ensayo. La responsabilidad histórica que algunos, como alemanes, llevan a cuestas)? Porqué incluso yo me pinto una bandera en el brazo? ¿Nos hemos vuelto todos olvidadizos con la historia?

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La nueva cultura hincha alemana tiene quizá que ver con esta alegría colectiva, porque es verano, porque estamos en la calle gritando juntos, porque es divertido identificarse con algo, no tanto con un sentimiento nacional como con un Sportmanschip y hombres guapos (Yes, Ladies!) Por que la selección nacional se ha convertido en una selección internacional, con jugadores como Mensut Özil, Boateng y Piotr Trochowski que son hijos de migrantes, que son jóvenes, que juegan con otras reglas, que no son jerárquicos, que de alguna manera no parecen alemanes (si beber cerveza, el pesimismo y el autoritarismo son lo “alemán”). Porque ahora juegan como los daneses -escriben al menos los diarios.

De todas maneras nunca podré dejar de catalogar la marea de banderas como algo peligroso. Los símbolos nacionales llevan esa ambivalencia consigo, esa amenaza, de la que también habla Gabriel Calderón: “La historia/Siempre pronta a reaparecer en cualquier momento/A caer con toda su furia en el presente.” Lastimosamente se mezclan Neonazis en la masa de fans de futbol.

Más ambivalente es todavía el himno nacional alemán, que últimamente también es cantado claramente en público. La melodía proviene de la pluma del compositor austriaco Joseph Haydn. Lo compuso en Viena como base para el himno al emperador de los habsburger, basado a su vez en una canción popular croata. El texto lo escribió el escritor alemán Dichter Heinrich von Fallersleben en 1841 como “Canción alemana” en la entonces isla británica de Helgoland. Trata entre otras cosas sobre las fronteras del imperio alemán muy desunido en el siglo XIX, es el intento de representar ese desgarramiento interno. Esa isla en el mar del norte, que Alemania cambió después de la Primera Guerra Mundial por la colonia de Zanzíbar, sirvió después de la Segunda Guerra Mundial como puerto para los submarinos por los nacionalsocialistas en el norte. Los militares ahuecaron la isla como un queso suizo, con pasadizos subterráneos entre los búnkeres, que fueron volados por los aires después de la guerra. Una de las mitades de la isla se partió y hundió en el mar. Hoy es Helgoland la meca de los observadores de pájaros (Urias). Sólo se canta la tercera estrofa –en la que no se enumeran las fronteras.

Si se trata de detalles cuando hablamos de la historia, no pueden haber símbolos reconocidos por todos (banderas, monumentos). Creo cada vez más en que del pasado de determinadas existencias, somos transeúntes de la historia, transeúntes en la historia, pequeña microscópica (como dice Lena Zúñiga), pero cada uno importante en su lugar. Donde estaremos mañana, en qué historia, depende de nosotros. No de una bandera.

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