Kosmos – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 El sueño de la fiera http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/der-traum-der-bestie/ http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/der-traum-der-bestie/#comments Mon, 04 Oct 2010 15:30:53 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2387 Ya no deseo adoptar un perro y ponerle un nombre literario que lo responsabilice de mi felicidad, mientras habito los límites entre la realidad y el sueño. Un nómada jamás debería sentirse desamparado, pues tiene una familia arquetípica que toma cuerpo en distintas dimensiones. Puede ser echado a la calle y dormir en un parque lleno de flores hermosas. Ahí soñará y más tarde sólo necesitará escribir: esa es su residencia, su compañía.

No tengo más que una obra literaria en la cabeza. Una obra que escribo. Una obra que deseo. Una obra que me provoca taquicardias; me empuja a probar fármacos; me hace llorar; me hace feliz; me excita, me sugiere el suicidio; me molesta, me hace sentir un imbécil; me hace sentir sagrado. Despierto e imagino que la escribo. Continúa la mañana y me enojo por no estar escribiéndola. Procrastino. Recibo llamadas, reviso el e-mail una y otra vez. Tengo sexo y lo anuncio por Twitter. Recibo emoticons de guiño 😉 Retuitean mis infidencias y soy la comidilla. Salgo a dar una caminata y sigo pensando en los capítulos que no consigo redactar. Cruzo la ciudad por la noche, me enredo con alguien para contarle la novela que tengo entre manos. No escribo, en suma.

Al despertar, la resaca me recuerda que he perdido un día más. Tiemblo, mientras me lavo los dientes. Abro el Gmail, esperando encontrarme con mucho trabajo pendiente: esto me resulta una forma de aplacar mi cargo de conciencia por el escaso avance con la novela. Reviso un par de traducciones. Hago una corrección, una edición por ahí. Ejecuto el copy para alguna campaña. Placebos, formas de escribir sin escribir, hasta que me encuentro el amable mail de mi traductora alemana, Barbara, ¡diciéndome que una vez más me he atrasado con el texto de Los Superdemokraticos!

Esto me hace feliz. Soy un sinvergüenza, pero me hace feliz. Lo entiendo como una obligación exquisita, un híbrido entre el requerimiento laboral y el placer. Incluso la imagino a Barbara como una Dominatrix Textual que me da un latigazo para hacerme llenar la cuartilla. ¡Plam! Y debo hacerlo porque Los Superdemokraticos es un proyecto que forma parte de mi agenda laboral, ¡pero también debo hacerlo porque es un proyecto que me restituye la dignidad de escribir algo equivalente a lo que llamo “la obra”!

¡Plam!

Barbara ha vuelto a pedirme mi ensayo y esta vez será su último llamado, pues Los Superdemokraticos es un proyecto que justo ahora termina. Y es por esa razón que este texto ahora pasará a hablar en tiempo pasado.

Durante estos meses pude ir experimentando literariamente con diversos artículos, alrededor de los temas sugeridos por las editoras de Los Superdemokraticos. Ellas me concedieron la libertad para abordar asuntos tan serios como la globalización desde la perspectiva de un ajolote; temas tan significativos como la violencia social, fueron conjurados por mis manos de Ninja que practicaban una especie de caligrafía invisible; cuando fue necesario hablar de sexualidad pude proponer una autobiografía bastante explícita; a la historia de mi país la imaginé como una pequeña tortilla de maíz ardiendo sobre el comal cósmico. Pude ir mostrando las formas en que percibo a la realidad, planteando diversas mutaciones desde mi corporalidad textual.

Escribiendo intentaba demostrarme a mí mismo que la conciencia es la creadora de la realidad… y fue divertido ver que llegó a organizarse una fiesta Ninja en Berlín, como prueba rotunda de dicha hipótesis.

A lo mejor recordarán que comencé esta aventura invocando a mi nahual, el jaguar, para obtener la fuerza necesaria. Así que terminaré en el mismo lugar, invocándolo, para cerrar este ciclo. A través de mis textos Superdemokraticos quise expresar que la poesía necesita crear a su propio doble proyectado en el tiempo: un animal que cuida el recorrido de su espíritu en la selva de los arquetipos. Que el poeta es el sueño de la fiera que adelanta su cuerpo entre la vegetación y salta con agilidad felina el vacío que distancia a las palabras del espíritu del lector: así mira a las mariposas como ideas que trascendieron la imposibilidad de volar desde la página.

No sé si logré llevar este mensaje con la calidad necesaria. La conjunción alquímica del tiempo con los lectores nos dará la única respuesta posible. Disfruté, eso sí, la magia de leerme en un idioma que no entiendo y que ahora deseo estudiar. Pero disfruté muchísimo más al leer los aportes de todos mis colegas latinoamericanos y alemanes: puedo garantizarles que no me perdí ni una sola línea escrita por ustedes. Intenté aprender del oficio y la originalidad que siempre exudaron. También sonreí y hasta lloré cuando algún texto alcanzaba a tocar la fibra más sensible.

Por lo dicho y por lo no dicho, a todos, editoras, traductoras, lectores y escritores, Superdemokraticos, ¡muchísimas gracias! Espero saludarlos muy pronto en algún rincón del Cosmos.

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Volver atrás ni para tomar impulso http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/nicht-einmal-schwung-holen-in-der-vergangenheit/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/nicht-einmal-schwung-holen-in-der-vergangenheit/#comments Mon, 05 Jul 2010 12:14:51 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=328

No me interesa la nostalgia. Los que afirman que todo tiempo pasado fue mejor, tienen que ser estúpidos o haber vivido en un pasado en que eran de la etnia, género y clase dominante, y sus recuerdos tienen que ver con las maravillas otorgadas por el poder y las normas. Todos los demás, los que tenemos la mala pata de no dominar ni a la menor de las bestias, sabemos que la tenemos un poco mejor ahora y que con suerte el paso del tiempo nos será generoso.

Quizás lo que me irrita es que la gente con nostalgia histórica siempre se asume del lado de los vencedores, de los sobrevivientes. La gente se imagina como parte de la corte de María Antonieta, no en las calles de París peléandose por un hueso con un perro. Nadie se imagina a si mismo muriendo de parto a los 16 años o de viejo a los 35. Nadie sueña con volver al olor de las calles sin sistema de alcantarillado, los viajes entre asesinos y violadores en un barco pirata, seis hijos muertos de rubeola o golpeados por la polio. A la desgracia de ser mujer, negro u homosexual en prácticamente cualquier época, incluida la nuestra.

En el sur de los Estados Unidos la gente se organiza en clubes que se dedican a realizar elaboradas recreaciones de diversas escenas de la guerra civil estadounidense, la que acabó con la esclavitud por ahí de 1865. Cada club se dedica a su propio subtexto: a algunos les interesa el realismo apegado a los hechos, otros se ponen creativos e inventan finales alternativos para las batallas perdidas, otros nada más quieren dispararle a sus vecinos. Los hombres adquieren rangos verdaderos, invierten en uniformes y armas auténticas. Las mujeres también actúan: cocinan para las tropas y alivian a los heridos con un sombrerito en la cabeza. (No tengo idea de si hay afroamericanos participando en este circo, pero yo no lo haría a menos que fuera por una generosa cantidad de dinero). Toda esta gente vive en un loop histórico que cada año repite la derrota de sus antepasados y trata de rescatar las cenizas del privilegio perdido.

Hay un montón de gente en mi país que quiere volver al pasado, con la particularidad de que es un momento que nunca existió. El pasado verdadero está lleno de pobres sin zapatos ni escuela, pueblos abandonados en medio de la selva, una pasividad popular espantosa, un racismo recalcitrante, un clasismo deprimente y una administración del estado que se asemejaba más a la de un pequeño abastecedor rural. Pero nadie quiere vivir ahí, sino en la Costa Rica imaginaria donde presumiblemente todos éramos descendientes directos de un bondadoso Europeo, amantes de la democracia, constructores de majestuosas ciudades, promotores de la paz y sabios conservacionistas de los recursos naturales desde que Cristóbal Colón llegó a maravillarse con las riquezas de nuestras costas.

Personalmente prefiero vivir en el futuro, con robots y naves espaciales. No me interesa volver a ninguna época ni a ninguna parte. Nunca hubo un tiempo mejor que este ni uno más importante ni siquiera uno tentativo, que fuera relevante. Al final, la historia sirve para mantener la ilusión de que los seres humanos somos esenciales, que sin nosotros el planeta no tendría sentido. Qué sería de todos estos parajes solitarios sin nuestra intervención, guiada por la mano de diversos dioses? La historia nos ayuda a sentirnos menos microscópicos en el gran esquema de las cosas. Cuando nos dicen que la tierra donde estamos parados tiene 4.53 billones de años nos encogemos de hombros colectivamente, pero el país vecino corre la frontera cien metros en un libro de texto, y a ver la que se arma.

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