Klatsch – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Por qué no estoy en Facebook http://superdemokraticos.com/es/laender/mexiko/warum-ich-nicht-auf-facebook-bin/ http://superdemokraticos.com/es/laender/mexiko/warum-ich-nicht-auf-facebook-bin/#comments Thu, 01 Dec 2011 17:09:44 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=6049 No tengo perfil en Facebook. Y no es que me niegue a tenerlo por principio o porque yo sea un militante de la discreción. Al contrario: me encanta el chisme. De hecho, una amiga, María Rivera, poeta y activa polemista en las redes sociales, me habla todas las tardes para comentarme las novedades del día en Facebook: las discusiones, las peleas y las indiscreciones diarias de los conocidos que tenemos en común: escritores líosos como nosotros. Digamos que aunque no tengo perfil en Facebook tengo acceso a Facebook aunque sea por una vía indirecta y a través de una tecnología más rudimentaria.

A propósito de tecnología rudimentaria, a otro amigo, el poeta Daniel Saldaña París, se le ocurrió la idea absurdamente divertida de organizar algo que él ha denominado con el nombre de “Faxbook”: una suerte de imitación voluntariamente retrógrada y fallida de Facebook. Se trataría de sesiones en las que en vez de computadoras un grupo de amigos utilizásemos faxes para transmitirnos nuestras actualizaciones, chismes, comentarios. Una suerte de performance antiecológico donde en cada sesión se malgastara el papel equivalente a unos cuantos árboles. No sé por qué no tengo perfil en Facebook pero lo que sí sé es que no dudaría un momento en inscribirme en Faxbook en caso de que existiese.

No sé, tal vez no tengo un perfil en Facebook porque me tardé demasiado y ahora que todo el mundo tiene uno me parece mucho más interesante no tenerlo. O tal vez porque me da horror la sola idea de facilitar el contacto con personas que he dejado atrás. No tengo el menor interés de ser localizable por mis ex compañeritos del kínder. No quiero saber si se casaron, si tienen hijos, si abrieron una tienda de pelucas o un consultorio dental, ni ver las fotos de sus vacaciones en Turquía: esas versiones abreviadas y felices de la vida aptas para todo público. Claro que sé que uno puede rechazar las invitaciones, pero me conozco y sé que me cuesta decir no.

No tengo perfil en Facebook y no porque considere que se trata de la más genial red de espionaje donde cada miembro se convierte voluntariamente en el informante y delator de sí mismo, sino por indecisión. Porque también he de decir que a veces siento que me estoy perdiendo algo, sobre todo cuando mi amiga me lee alguna discusión en la que me hubiera gustado participar. Es curioso: algunos escritores mexicanos, tan políticos y cordiales en persona, en Facebook dejan ver su faceta de polemistas feroces: dicen lo que no dirían, por ejemplo, en una mesa de debates frente al público. Supongo que es porque hay cierto aire de intimidad: las opiniones sobre política o literatura se alternan con las fotos de familiares y mascotas. Y además esa idea de que se habla entre “amigos”. Aunque a muchos ni se le conozca y hasta se tenga la sospecha de que se trata de enemigos encubiertos bajo identidades falsas. Lo cierto es que, al menos en el caso de los escritores mexicanos, Facebook se ha convertido en un foro de debates donde se dicen cosas que no se dicen en otra parte. Claro que no pocas veces el debate intelectual termina derrapando en descalificaciones personales tal vez propiciadas por esa mismo aire de intimidad. Y, así, se alternan argumentos con links a canciones imposibles, insultos y felicitaciones de cumpleaños. O al menos eso me han contado. Una mezcla que me resulta fascinante. A veces. Porque también me han contado que cierto poetastro detestable me insultó hace un par de semanas en su muro. Claro que, como no estoy Facebook no pude defenderme… Entonces, ¿por qué no estoy en Facebook?

No sé. Supongo que tarde o temprano terminaré abriendo un perfil. Sí, ya me veo poniendo “me gusta” junto con cien personas más debajo de la foto de la nueva casa de la prima de la tía del profesor de alfarería con el que dejé de tomar clases hace más de veinte años.

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Mi corazón es una tumba pero mi boca es un volcán http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/mein-herz-ist-ein-grab-aber-mein-mund-ein-vulkan/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/mein-herz-ist-ein-grab-aber-mein-mund-ein-vulkan/#comments Tue, 24 Aug 2010 22:10:06 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1164 ¿Cuál es el aspecto más importante en mi vida? ¿Trabajo, familia, activismos, participación, música, literatura? Podría responder: lo que más me importa son los demás. Pero no sería exacto. De ese universo, para ser sinceros, me interesa una muy diminuta porción: los poetas mexicanos y anexas. Aunque bien pensado, esa diminuta porción sigue siendo una muestra (no sé qué tan representativa) de aquello que llamamos “los demás”. Ahora bien, no se vaya a creer que me interesa su bienestar o algo así. Casi podría decirse que es justo lo contrario.

Esas personas me interesan profundamente pero como tema de conversación. Para decirlo de una buena vez: lo que más me interesa en este mundo es el chisme y, en particular, los chismes sobre poetas mexicanos contemporáneos. Ese es mi tema de especialidad y a eso dedico todo el tiempo que tengo disponible. Saber quién se acuesta con quién engañando a quién, en dónde, cómo, por qué, para qué, me produce una inmensa alegría. Descubrir el verdadero motivo de una pelea, una separación, una publicación, me reconforta. Entre más involucrados, más enredado esté el asunto en cuestión, y peores sentimientos haya, mucho mejor.

Por supuesto que para estar al día en cuanto a chismes literarios hay que frecuentar gente y pasar largas jornadas al teléfono, chateando, revisando facebook. Eso no supone ningún problema para mí: mis amigos son iguales de chismosos. En realidad, casi todo el gremio poético mexicano lo es. Hay quien dice que es un resabio de las primeras décadas del siglo pasado, cuando los escritores y artistas formaban parte, por lo general, de células comunistas y subversivas. Si te veían en un restaurante con un troskista eras rápidamente expulsado del Partido. Claro que ellos no se asumían como chismosos sino como informantes. En estos tiempos, como todo, el chisme se ha desideologizado y se vive únicamente como gozo.

A veces, por chismoso, me he metido en problemas. Pero no he podido evitarlo: si una amiga me contó un jugoso secreto, a la segunda copa lo suelto a cambio de otro jugoso secreto. ¡Es tan difícil la lealtad en el mundo literario! Como me dijo alguna vez otra amiga como aperitivo a un chisme que no debía pero tenía que contarme: “¡Mi corazón es una tumba pero mi boca es un volcán!”

Fue por intentar evitar en el futuro esos problemas que comencé a ir a terapia. Elegí un sicoanalista ortodoxo: diván, analista callado, paciente perorando. Mi sicoanalista, después de dos años de atenderme, es ya un experto en los ires, venires y decires del mundillo poético mexicano. A veces, cuando sospecho que se aburre en demasía o que está quedándose dormido, digo la palabra “mamá” (que tanto le gusta a los freudianos) sólo para despabilarlo y poder continuar con mi narración del chisme de la semana sabiendo que tengo su atención. Me resulta muy reconfortante saber que todo lo que le cuento quedará allí. Así no tengo que censurarme ni omitir el menor detalle de mis investigaciones.

Por supuesto que soy fan de Madame Sévigné, aquella cortesana que supo escribir como nadie un chisme insignificante al grado que siglos después sigue generando morbo y un incandescente curiosidad en su lector. Yo no aspiro a tanto, pero ciertamente lamento que la poesía y los poetas les interesen a tan pocos. De lo contrario podría realizar mi sueño: conducir un programa televisivo sobre chismes poéticos como aquellos dedicados al mundo del espectáculo. ¡Pasiones, amoríos, traición, sobredosis de drogas, premios literarios corruptos, plagios escandalosos, relaciones inconfesables, todo salpicado de citas literarias!

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