Hildesheim – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Recurso + recurso + recurso = Una corriente http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/ressource-ressource-ressource-stromung/ http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/ressource-ressource-ressource-stromung/#comments Fri, 06 May 2011 04:45:57 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=3772 Regresé recientemente de El Cairo de un viaje de investigación por cuenta propia.

Así haya tomado a todos por sorpresa, la revolución egipcia no se dio de la noche a la mañana. “Nos incitan a luchar”, es lo que me dijo Farah Abdellatif, una joven de 23 años intérprete de beatbox de El Cairo, cuando le pregunté sobre el antiguo régimen. Nivin Samir, activo en la izquierda egipcia desde hace 20 años, explica así el golpe de Estado: “eso fue trabajo nuestro”.

Allí entrevisté a mujeres activistas con muchos años de experiencia organizando protestas políticas, quienes antes se alegraban si lograban reunir a 50 personas en una manifestación, por su puesto rodeada por una multitud de policías. Ellas terminaron varias veces en la cárcel debido a sus convicciones, siempre comprometidas con el movimiento obrero, con organizaciones feministas, con la formación de sindicatos independientes.

Dos semanas intensas en el Cairo me hicieron tomar consciencia de lo que había perdido al vivir en la “sociedad de defensa” alemana: tener la experiencia de que el trabajo político pertinaz, junto con algo de suerte histórica, sí vale. De que el actuar perseverante de unos cuantos, la ayuda deliberada y el compromiso con razón y corazón, también hacen posibles causas aparentemente perdidas.

Quien alguna vez haya sentido la creatividad y la energía desatadas por el trabajo político conjunto, entiende también las dinámicas en la plaza de Tahrir,  que se ha convertido en símbolo de la revolución egipcia. Entiende la repentina disolución del miedo entre los manifestantes, entiende la determinación y la belleza de la protesta.

Claro, sé que estoy idealizando la revolución.

Me viene a la memoria cómo, ya hace más de diez años, nosotros conseguimos que el Hausprojekt: proyecto de casa comunitaria “Trillke-Gut” en Hildesheim. 50 estudiantes y obreros bastante escasos en recursos, que con constancia y perspicacia, lograron convencer al ayuntamiento conservador de turno de que vendiera por un precio justo el suntuoso edificio del internado a una cooperativa fundada a toda prisa,  y no a los inversionistas.

La Trillke-Gut, como proyecto de autogestión, se ha establecido como lugar para la realización de eventos políticos y culturales. Cuenta con una escuela de artes marciales, un estudio de grabación, talleres de arte, una escuela de música y en el sótano, con una planta de cogeneración eléctrica. Hoy es hogar de 50 adultos y 10 niños.

Me doy cuenta de que ahora me preocupo menos de cómo borrar mis huellas, los rastros digitales que dejo por doquier, y me preocupo más de cómo volver mis huellas en esta tierra más profundas y duraderas.

Regresé del Cairo llena de energía y al mismo tiempo furiosa conmigo misma por haber perdido la fe en el cambio político y haberme retirado, llevando más bien una vida privada en armonía con el medio ambiente.

Siembro con amigas un huerto familiar. Recibo electricidad verde. Consumo sólo carne que fue torturada lo menos posible. Mandé a quitar el biogás desde que me enteré que la subvención de dichas plantas ha ocasionado el “en-maíz-amiento” de regiones enteras – monocultivo de maíz en lugar de ganadería y diversidad.

No quisiera entonces agotar mi energía, mis recursos mentales y físicos en cómo vivir individualmente de la forma más correcta posible. No quiero llevar un estilo de vida sustentable tipo orgánico-lujoso, ni posicionarme moralmente por encima de LIDLALDINETTO, cuando-mirándolo desde el punto de vista global- la mayoría de la gente del planeta no se puede ni siquiera pagar una compra.

El concepto de sostenibilidad no se puede separar de contextos político-económicos. Más importante que dejar la menor huella ecológica posible, es pensar en los rastros que recogemos. ¿Producen nuestras pisadas huellas inmensurables, o nuestras suelas casi ni rozan la realidad del suelo?

Los recursos no han sido repartidos equitativamente, no se quedan en el lugar de donde vienen. Es preferible embrollarse en contradicciones, que ir por un camino aparentemente recto. En la búsqueda de nuevos recursos en el laberinto de las posibilidades.

Colaboración. Estar abierto. Yo soy mi propio recurso. El mundo es mi recurso. Puedo ser recurso para otros. Un recurso + otro recurso + otro recurso  =  una corriente. ¡Dejen rastros y huellas! ¡Pateen los techos de vidrio de las instituciones patriarcales con tacones! ¡Muéstrenle al opositor político la suela del zapato! ¡Impulsen juntos la corriente!

Traducido por: Adriana Redondo

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Pueblos del Mundo ¡Mírenme! http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/volker-dieser-welt-schaut-auf-mich/ Fri, 01 Oct 2010 13:29:14 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2447 Hace tres semanas que el mundo sabe donde vivo. No porque yo se lo haya dicho – sólo me he mudado y finalmente ya no comparto más esas tonterías de „a rather big down in the Ruhr District, an industrial area north of Cologne“ (Kindheit, Dortmund) o „a small city south of Hannover, in the center of the country“ (Hildesheim, Studium). Ahora digo Berlín y el mundo contesta ¡Oh! Y eso ya se hace en el marco de un viaje por Europa: El Muro/ los Clubs etc…
Es fantástico. Uno pisa la calle y todos los problemas de ser cool que normalmente uno discutía consigo mismo como pueblerino, son parte del pasado. Uno casi a ascendido, de acuerdo al lugar de residencia, a ser un mundano y levemente fatalista habitante de la gran ciudad, que tiene el increíble privilegio de tener un departamento de una sola habitación, en un lugar que dice de sí mismo contar con todas las comodidades y estar correctamente amueblado por las propias manos. Eleva el espíritu, el pequeño y el grande, ver como el mundo se sienta en la hierba a la puerta de la casa (la mía) a esperar algo. (En los días especialmente buenos incluso parece que se sentara a esperame).
En los días malos yo soy yo, como me conozco. En los días malos no tolero ninguna fanfarronería (salvo la mía), no aguanto ninguna ociosidad puesta en exposición, no soporto la „arrogante omnipresencia de los ladrones diurnos“, que una mujer inteligente en mi presencia etiqueta como tales. Entonces no aguanto el intercambio cultural, no soporto el remarcado ir bien de los medios de comunicación (alemanes) y los (turcos) vendedores de Döner (¡siempre esos ginos!) y no puedo escuchar las conversaciones entre literatos del mundo entero -llevadas acabo en ese ligero interenglichalemán- que no quiere decir otra cosa que: „¡Quedate ahí, lo hemos entendido!“
Qué tienen esas personas – ¿que todas aquellas otras que, gustosamente habría querido que se queden en casa, no han comprendido? ¿Qué un mundo de los mercados globalizados -como estímulo y compensación- también necesita el intercambio con los civiles? ¿Qué quien pueda entender las cosas en su contexto, debe ser capaz de comprender los contextos en si? Qué el viejo nomadismo de los Estados nacionales hace tiempo que ha sido substituído por un nomadismo de redes globales? Eso no sostiene al mundo en su interior-, pero lo aferra tanto que nadie puede ni quiere hablar fuera de los márgenes de ese Mainstream- con esa idea despierta Berlín, por lo menos los días en los que estoy de malhumor. Los tipos progre de los medios hablan un inglés tipo progre, los estudiantes de intercambio hispanohablantes hablan un español de intercambio y a menudo entre ellos se sienta un niño alemán de pueblo e intenta mantenerse al tanto del-pulso-de-los tiempos que corren, para ver que tan bien puede salir adelante con su inglés de colegio y su español chapurrero.
Así se sientan todos a la orilla del canal, mientras yo la recorro de malhumor, gruñendo porque mi Mp 3 ya no tiene batería y se niega a protegerme de las emisiones de la comunidad global con el audio de un libro de Thomas Mann, de las conversaciones – también limitadas lingüisticamente- que giran al rededor de la comida, de los viajes o de la comida que se ha conocido durante el viaje. Porque no tengo nada más que hacer,  me pregunto por enesima vez de qué se trata y me apego a las reglas de un pueblo de Alemania del oeste: donde el niño de clase media alemán se queda entre sus iguales, tranquilamente, sin ser afectado por la globalización, para poder focalisar en el mejor alemán los problemas de la globalización. Mientras en el canal de Berlín muchachas alemanas, muchachas españolas hablan sobre chicos daneses y pisos compartidos por lituanos, derramo una lágrima de melancolía y pienso en las Gotingas, los Münster y los Friburgos de todo el mundo, donde uno podría -se en un grupo de ataque o en una asociación local de la FDP (Partido Liberal), es igual- ser maravillosamente productivo entre sus iguales y sopesadamente maniobrar las finanzas globales.

Traducción Rery Maldonado

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