Heinrich Heine – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 ¿Qué tan alemana soy? http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/wie-deutsch-bin-ich/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/wie-deutsch-bin-ich/#comments Fri, 30 Sep 2011 10:07:22 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=5178

Paisaje de la Alemania central en difuminación.

Soy alemana Este adverbio me suena absolutamente normal, lo tengo que poner en formularios, eso dice mi pasaporte, me define. Pero cuando pienso en lo que hay de alemán en mí, comienzo a cavilar. Desde ya, llevo dos semanas pensando en lo que podría escribir al respecto. Sobre Alemania, sobre mi país. ¿Mi país? ¿tu país? ¿ningún país? ¿el país de quién?. Mis antepasados vienen de Bohemia, de donde viene la pilsen, hoy es una parte de la República Checa. ¿Soy alemana porque me gusta ser puntual? Los finlandeses también lo son. Como col con gusto, pero los coreanos también. Además me gusta el Döner Kebap, una comida con antecedentes migratorios[1]. Vivo en Berlín y amo esta ciudad, pero Berlín no es Alemania. Los restos del muro, los veo camino a la estación y recuerdo cómo de niña viajaba de la RFA hacia Berlín occidental por las vías de tránsito permitidas por la RDA en un Opel Kadett con mis padres (“desde hace poco tiene un Opel”[2]) y cómo podía mirar la puerta de Brandeburgo en el oriente, desde la plataforma de observación puesta en occidente. Allá en el oriente, aún en el verano de 1990 y sobretodo en el campo, se saludaba a los hermanos y hermanas alemanes con : “café y tortas gratis para los Wessis[3]”. Que lindo ¿cierto? Alemania no es precisamente famosa por su hospitalidad.

Como alemana ¿Quién soy yo? Me tengo que mirar desde afuera, siendo parte de una „cohorte“, como dicen los sociólogos. Desde allí me percibo a mí misma como poscolonializada por las potencias de liberación después del 45.

En la clase de historia de la escuela aprendí en gran parte sobre la Revolución Francesa, la Revolución Industrial en Inglaterra, la Guerra Civil de Estados Unidos y las dos guerras mundiales, iniciadas por Alemania, en especial sobre el Tercer Reich, el Holocausto y los exterminios en Rusia y en Europa oriental. A los 14 años yo miraba en los libros de historia fotos de las montañas de cadáveres en Auschwitz, que se exponían en lugares públicos para la „reeducation“ del pueblo alemán. Como colegiala  hablaba con mis abuelos, que recordaban ver a los trabajadores forzados marchando y fueron ellos mismos prisioneros de guerra, y quienes se reprocharon a sí mismos en los 80´s, con la culpa más grande de su vida, no haber hecho nada en contra de la Alemania nazi y haber permitido esta dictadura mortífera y sin respeto por la dignidad humana. Yo pensaba: soy hija de sobrevivientes, de sobrevivientes simpatizantes de los nazis. Mis padres se ponen agresivos cuando hablo así. Pues mis abuelos eran, naturalmente, buenos simpatizantes. Yo viajé al terminar el bachillerato a Israel, con una amiga judío-alemana y otra alemana-originaria, que confundían con una judía. Hablé con trabajadores ingleses de los Kibutz, con “partypeople” israelitas en Tel Aviv, con vendedores árabes en el mercado en Acre y con peregrinos en un hostal cristiano en Jerusalén. Y pensé: como alemana ¿es la ausencia de paz aquí, culpa mia? En el extranjero muchos piensan que soy de Sudáfrica por mi fuerte acento al hablar inglés. Negar la germanidad es a veces muy agradable. Sobre todo cuando me ponen una cerveza al frente para el desayuno. Ya me ha pasado.

Y si ni siquiera sé quién soy yo como alemana, ¿qué es Alemania para mi y para otros?. Muchos dicen que marca un ejemplo de “superación de la historia” y en la memoria colectiva sirve para no olvidar que el patriotismo se puede convertir rápidamente en arrogancia nacional. Otros quieren volver a vivir su alemanidad normalmente, desde el mundial de 2006 se ve la bandera nacional incluso en los rostros, como maquillaje. Por otra parte hay quienes quieren definir una nueva identidad mutli cultural, condimentada y enriquecida por la perspectiva de los inmigrantes, pues hoy en día un quinto de la población alemana tiene antecedentes migratorios, como se le denomina, pero que los “implicados” quisieran re-componer en antecedentes vibratorios.

Nosotros habemus Papam, tenemos un ministro de Relaciones Exteriores gay y una canciller federal, nuestro liberal ministro de Hacienda fue adoptado de niño, sus verdaderos padres eran refugiados vietnamitas. Atención: ¡diversidad! El estado de bienestar está en muy malestar, la desigualdad social aumenta, la Eurozona esta en crisis. Atención: ¡precariedad! Y yo ya no se nada. ¿Es esto alemán, global o da igual? Cuando miro por la ventana veo hojas marrón en el piso y me doy cuenta de que viene el otoño. En otros lugares empieza la primavera. Y el sol brilla para todos. A veces más y a veces menos. Pero nunca en los colores nacionales. „Alemania somos…“, escribió el poeta Heinrich Heine en 1833, „nosotros mismos“. Y de esto no cayó en cuenta sino hasta que se miró a sí mismo desde la distancia, en el exilio en París. Tal vez esto es muy alemán, tomar distancia crítica de sí mismo. Y cuestionarlo todo…

Traducción: Natalia Guzmán Díaz


[1] Migrationshintergrund: antecedentes migratorios. Término acuñado por el instituto oficial de estadísticas que define a todas las personas que han migrado a Alemania después 1950 y sus descendientes, si los tienen, hayan nacido estos con o sin la nacionalidad alemana.

[2] Dicho popular en los 80s. En alemán moco y Opel riman (Popel/Opel) y al parecer fue un carro que por su costo y accesibilidad circulaba por montones por las calles alemanas.

[3] Wessi : viene de la palabra alemana West, oeste. Se usa despectiva y cariñosamente para definir a los que vienen del Oeste de Alemania. Se opone a Ossi, Ost, del este.
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Reflexiones sobre la violencia http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/zur-kritik-der-gewalt/ Tue, 14 Sep 2010 07:19:44 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1812 La salida del sol es un gran acontecimiento en la cotidianidad berlinesa. Su luz anuncia la llegada de la gracia, del gozo y de la alegría a la fría ciudad. En días soleados se camina con otra cadencia y el regocijo general hace que la tolerancia se asuma como fidedigna. La ciudad parece alborozarse en una magnitud sin parangón. El amor surgiría entonces de cualquier acto de fe, esparciéndose por doquier.

Sabine salio ese día a caminar por su ciudad. El brillo de su dorado cabello bajo el sol cautivaría a todos los amantes de Sjöfn, representante nórdica del amor. Pero era martes y Tyr, dios de la guerra, miraba a través de sus ojos.

Daniel rebosa juventud. Es un año menor que Sabine y su piel relucía bajo el sol cual mármol negro. Él se siente de aquí, aunque llamaría a Sjöfn, Vishnu y a Tyr, Shiva.

Ambos han nacido en Berlín, pero la ciudad no les pertenece al uno y a la otra del mismo modo. Ese día no van con sus bicicletas, prefieren utilizar el transporte público. La estación de Metro de Schlesienalle es como otra cualquiera, un poco sucia, con álgida luz y peculiar olor. Una cámara de seguridad nos muestra a estos jóvenes llenos de vida. Él está parado a medio metro de los rieles, cuando ella entra en la estación y se le acerca. Se sitúa a su lado, le dice algo. Gesticula y parece gritar. Es temprano en la mañana, quizás él se asombró, yo lo hubiera hecho. Le intenta dar la espalda desentendiéndose de la situación. Ella quiere pelear. Se  abalanza sobre él y lo empuja a los rieles. El tren viene en dos minutos. Un par de personas que estaban cerca y habían presenciado el hecho, rompen el estupor de la mañana e intentan sacarlo de los rieles. Daniel contará mas tarde que sus ejercicios como defensa del equipo de fútbol local lo ayudaron a reaccionar rápido. Hay sudor en casi todas las caras. Todo ha sido muy rápido. Se acabo la frescura  y el ambiente se cargó de pavor. Poco importa si salió o lo sacaron: está vivo. Más que daño físico, es un choque lo que le acomete. Todos están impactados. Con el zoom de las cámaras de seguridad se puede ver el rostro de Sabine, no muestra emoción alguna. Tyr siente por ella. Corre al otro lado del anden y se monta en el metro que va en la otra dirección. Se aleja… Ninguno de los presentes ha podido reaccionar aún. Luego alguien llamará a la policía, la detendrán y será interrogada. No hay arrepentimiento en ella, hay odio… ¿Por qué?

Son las siete de la mañana y Thilo Sarrazin escribe su libro: “Alemania se deshace”. Su hermano Nicolás Chauvin, inmortalizado en “La Cocarde tricolore”, le dicta el texto. Lo que escribe no lleva en sí la llama de la vida, sino las cenizas de la derrota. A ellos un Heine moderno les diría:

Los tejedores de Berlín.

Caminan por la ciudad con el ceño fruncido.

Se sientan frente a una cerveza  y aprietan los dientes;

Alemania, nosotros no vamos a tejer tu mortaja,

Tejiendo así nuestra propia maldición.

¡No tejemos, no tejemos!

Bendita nuestra religión, la religión de la intolerancia.

En soledades y linchamientos,

En ti creemos y te imponemos,

Nos engañamos, nos destrozamos.

¡No tejemos, no tejemos!

Bendito el gobierno, el gobierno de los ricos,

Que no puede curar nuestra miseria,

Que nos quita hasta la ultima esperanza

Y nos deja morir como perros.

¡No tejemos, no tejemos!

Bendita la falsa patria,

Donde la humillación y la vergüenza corren de la mano,

Donde cada flor con el despuntar se troncha,

Donde los podridos gusanos en festines se regocijan.

¡No tejemos, no tejemos!

No hay lágrimas en sus miradas sedientas.

Alemania, tus  tejedores no tejen,

Ni de noche ni de día.

¡Nueva Alemania tus tejedores no tejen mas!

Me voy a organizar

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