Abuela – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Mi abuela y mis amigos… http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/meine-oma-und-meine-freunde/ Tue, 31 Aug 2010 07:00:28 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1298 Los amigos son una joya, al decir de mi abuela tan preciada, que solo se tienen unos pocos. ¿Por qué? Mi abuela no me contó, ella siempre invitándome a probar. Con ellos y ellas he reído, llorado y aprendido infinidad de cosas. Los trances que creamos juntos son como un asalto a la razón. La desvalijamos de sus pretensiones absolutistas y la dejamos desnuda, viendo en ella lo que tanto esconde, su pasado, presente y opaco futuro. En estas tertulias siempre es menester decir de antemano cuanto se va a beber, diez botellas de vino, veinte o hasta que no podamos más. De este modo fingimos tenerlo todo bajo control. Estos miríficos momentos de intercambio intelectual y emocional suelen también estar acompañados por comelatas y fiestas que pueden acabar en grandes proyectos, en clases magistrales o simplemente en desmesuradas borracheras. En una de esas sobremesas llenas de música, Safo contó de la mano inquieta de Olympe de Gouges. Los redactores de la monumental Déclaration des droits de l’Homme et du Citoyen habían olvidado a sus madres, hermanas, esposas y compañeras de lucha, por lo cual Olympe se dio a la tarea de redactar una Déclaration des droits de la Femme et de la Citoyenne. Debido a ello quizás los ciudadanos ilustres de la época, que solo eran unos pocos, le mandaron a cortar la cabeza.

El recapitular de Safo encendió la noche. Freud  ya se había tomado unos tragos, quiso objetar algo, pero madame Beauvoir, la cual se encontraba a su lado, no lo dejo abrir la boca. Herder, con espíritu conciliador balbuceo: -¡Zeitgeist, no es más que esto! Bukowski desinhibido agregó: -Para que tanta discusión, si a fin de cuentas ciudadanos o ciudadanas no pueden cambiar nada. Marx entraba con una botella de vino en la mano y grito: -¡Lucha de clases! Lo que debemos hace… Tina Modotti le plantó un beso, mientras Hannah Arendt tajante mirando a ambos con actitud desdeñosa, dijo: – Carlitos, cuidado con afirmaciones que acaban en totalitarismos. Pero el decididamente no parecía querer escuchar, demasiada pasión. La situación parecía explotar. En medio de todo aquello la voz inquebrantable de Chavela Vargas nos canto El último trago. Yo me di cuenta de lo poco que me importaba la ciudadanía y lo mucho que me valoraba al ser humano. Martí, siempre a mi lado, intuyendo mis pesares, me comentó: – Lo más importante somos nosotros: hombres y mujeres; mas ese nosotros es la capacidad que tenemos de relacionarnos, por lo tanto la expresión política de este relacionarse, el ser ciudadano, no debe perderse de vista. Octavio Paz, que había acabado de aplaudir a Chavela, le dijo a Martí: – No olvides, somos los hijos de la chingada. Él ­– dijo señalándome – no es ciudadano de ninguna parte. En Cuba porque aunque con aparentes derechos no podía hacer nada. En Berlín porque no tiene derechos y si los tuviera, bien poco podría hacer. Bakunin, estaba en el suelo a mi derecha conversando con Tagore, pareció haberlo oído y agregó: –El estado de ciudadanía es una falacia, pues el Estado que lo valida, distingue entre ciudadanos y no ciudadanos, olvidando así la raíz de todo: el ser humano. Lezama Lima puso a Gardel cantando Volver. Foucault y Gramsci que estaban bailando sin música en una esquina a mi izquierda se lo agradecieron y siguieron en lo suyo. Indescriptiblemente Kant no dijo nada en toda la noche, se vía a triste; alguien comento que Juana Bacallao estaba embarazada de él; pero quizás eran solo rumores.

¡Qué nochecita! Lewis W. Hine hizo una foto de la ella. En ese momento mi abuela se encontraba en algún lugar de la sala; ella, iconoclasta, veterana de luchas, con su sonrisa alumbra corazones y un mojito en la mano, es el faro por el que me guío. Nos miramos, sonreímos. Con esa sonrisa ando de mitin en mitin, pues como dice mi abuela: lo mejor está por venir o por hacer, le diría Ana Laura con un guiño…

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Tira y afloja familiar http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/espanol-la-historia-no-es-un-sueno-eterno/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/espanol-la-historia-no-es-un-sueno-eterno/#comments Fri, 16 Jul 2010 08:00:37 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=460

Cada domingo, desde los cinco años, iba a ver a mi abuela paterna. Mi abuela estaba postrada en una silla de ruedas. Varias enfermedades le habían consumido la juventud. Este estado de invalidez parecía haberla dotado de una paz que se expresaba en un lúcido sentido histórico. Una mujer prematuramente envejecida como depositaria de la memoria colectiva. Todos los domingos, entonces, luego del almuerzo, me relataba un capítulo puntual de la historia boliviana. Intentaba así contrarrestar la influencia que recibía en la casa de ni abuela materna, donde vivía de lunes a sábado. Allí eran fervientes emenerristas. Mi abuela paterna me contaba sobre los Barrientos y la historia nacional. Su relato parecía una película de espionaje donde me costaba entender quiénes eran los malos y quiénes los buenos. Las historias estaban llenas de microhistorias. Me contaba sobre las imposturas de la Revolución del 52, sobre la vida de su padre en las minas, sobre la vida secreta decadente de Víctor Paz Estenssoro, el “Mono”, sobre el exilio interior de mi abuelo falangista, sobre mi tío muerto en un accidente aéreo justo frente a la casa, sobre el otro tío (más famoso) que había derrocado a Paz Estenssoro, etc.

Volvía a la casa materna, suspicaz y confundido, y allí contrarrestaban el relato con otras pruebas: los logros evidentes de la Revolución del 52 (nacionalización de las minas y la Reforma Agraria, por ejemplo), el desempeño manipulador de Barrientos cuando fue presidente, la larga duración en la política nacional del MNR como prueba de su éxito.

Ambos relatos contrapuestos iban componiendo mi identidad. Con el tiempo yo mismo rearmé el relato con la asistencia de libros y profesores. Me quedo con la noción de que la Historia resulta un proceso y no una sucesión de hitos y quiebres bruscos. La revolución del 52 puede ser ahora criticada y vista como insuficiente, un periodo lleno de contradicciones, pero a la vez sin ese proceso no habría sido posible nada de lo que estamos viviendo, mucho menos la misma Revolución que se fue gestando desde las rebeliones indígenas y que se sucedieron desde las postrimerías del siglo XIX hasta la cuarta década del siglo XX, y que se estaban preparando desde los levantamientos de lo Tupacs a finales del siglo XVIII. No hay año cero ni fin de la Historia. También aprendí que la historia no está rigurosamente descrita sólo en los libros de historia o de texto, sino en canciones o en la voz de los seres queridos.

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La escritura rellena las carencias http://superdemokraticos.com/es/poetologie/schreiben-kompensiert-lucken/ http://superdemokraticos.com/es/poetologie/schreiben-kompensiert-lucken/#comments Sat, 12 Jun 2010 12:58:04 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=171 Mi abuela siempre decía que la gente que escribe se siente fuera de la sociedad, o que intentaban revestir algo, alguna locura, una anomalía. No están en disposición de dialogar razonablemente, por eso debían gritar escribiendo cosas absurdas, porque no podían aceptar la menor contradicción. Pasé a su lado los años más tiernos de mi infancia, mi padre había perdido la memoria dos años después de mi nacimiento, las conexiones sociales estaban cortadas. Él necesitaba tiempo para reconstruir la imagen que tenía de sí mismo, todavía se estaba reacostumbrando a mi madre y hermana y no conservaba ningún recuerdo de mi procreación. En estos años con la abuela me aferré a la poesía oral, hice rimas de la mañana a la noche y me cuidé de llevarlas al papel. A menudo repetía durante todo el día los mismos versos, para no olvidarlos.

Una mañana (tenía 13 años y vivía desde hacía unos años con mis padres y mi hermana) me desperté y ya no comprendía mi vida.  Por supuesto, le sigo echando también la culpa a las hormonas. En un país en el que uno ensaya el pensamiento dialéctico, yo intentaba la contradicción (que de repente me tomé en serio a todos los niveles y que antes simplemente había aceptado) de  equilibrarlo cognitivamente. Cogí papel y bolígrafo y escribí; en principio a escondidas, no quería alterar a mi abuela. Después, cuando ella murió seguí a escondidas, porque los textos entraban en contradicción con el comportamiento del discurso, no entendí entonces que el pensamiento dialéctico se identificaba con la aceptación. La conversación con los demás siempre era difícil, escribir rellenaba las carencias, los huecos que debía dejar.

Hasta hoy en día son las carencias, la materia oscura, las que me encadenan al portátil. Proceden de impulsos que eructo con la acidez de mi estómago, no de reflexiones o percepciones producidas por mi cerebro. Con esto, a menudo todo se vuelve anacrónico. Para mí, el presente no brota de un desarrollo temporal lineal, sino de una anatomía específica de lo visible y lo invisible. “Hoy” es sólo un concepto para definir determinadas relaciones con lo visible. Desde hace más de diez años, en mi trabajo como autora, comisaria cultural y filósofa me centro en el escapismo: esto es, en las posibilidades y necesidades de la negación de la realidad y las estrategias de supervivencia, así como en el conflicto entre las memorias privada y colectiva, y el conflicto entre el espacio de maniobra humano y el afán regulatorio del sistema sociopolítico.

¿Es posible que nosotros, en el Oeste, todavía padezcamos un pensamiento totalitario, porque nos han hecho creer que la democracia es un software que se puede instalar y organizar? ¿Es acaso en realidad la democracia un sistema abierto, con una poderosa fuerza de autorregulación que no se debe sobreregular? En una democracia, ¿no debería lo individual estar quizá más centrado en sí mismo y ser fomentado? La democracia ya no admite discusión. Para mí, eso es un error. Precisamente porque en el Oeste nos hemos acomodado, somos los más amenazados de tomar tendencias postdemocráticas…

No, no sufro cuando escribo, martirizarme no es lo mío, siempre he disfrutado de la escritura y así ha sido hasta ahora. Si acaso perdiera el placer de escribir y tuviera la impresión de sufrir por ello, lo dejaría inmediatamente. Y el placer que tengo al escribir, bien se lo merecen los lectores.

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