Glück – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 ¿La máquina de la felicidad? http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/die-glucksmaschine/ http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/die-glucksmaschine/#comments Tue, 12 Oct 2010 15:00:55 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2471
raro (lo cual no es malo)
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Toca despedirse de Los Superdemokraticos y una trata de hacer el recuento. ¿Qué quedó de la experiencia? ¿Alcancé a disfrutarlo? ¿Llegó a ser este blog colectivo lo que esperaba?

Empecemos diciendo –yo y mis otras yos- que ninguna experiencia es nunca lo que una espera. Uno de mis yos piensa que hubo algo que se cumplió: la expectativa de encontrar gente afín, por ejemplo. O la expectativa de leer artículos interesantes y conocer más acerca de los países de quienes participaron. ¿Y qué no se cumplió? No sabría responder. Sólo puedo decir que me quedé con ganas de un mayor diálogo, de una mayor compenetración entre nosotros, los autores del blog. Puede ser que pensara el proyecto como una suerte de experimento de democracia virtual, un espacio para poner a prueba nuestros respectivos locus de participación política. Que nadie se levante para decir que me pasé de lista, quizá de soñadora, lo reconozco. Pero hice más, me pasé de soñadora despierta. En una especie de limbo creado por mis expectativas he vivido este período de tiempo empleado en Los Superdemokraticos construyendo ensayos de viabilidad política a partir de ideas de mis coterráneos (si, para mí este territorio virtual, no geográficamente delimitado, ha constituido este meses una suerte de patria compartida). Una patria virtual, una patria que no lleva la inscripción de los nacionalismos o las historias o mitos fundacionales y aglutinadores de un pathos común. Una patria que reconfigure la patria delimitada por lugares de nacimiento o anclajes territoriales de especificidades físicas geopolíticamente codificadas.
He vivido una patria colectiva y desterritorializada, con configuraciones azarosas que se pone en práctica entre signos de interrogación y que son discutidas con timidez para luego desvanecerse en el desgano de una falta de fe en la coincidencia colectiva. ¿Es esto negativo? No me interesa verlo de esa forma. Es lo que es. Me interesa más bien contemplar la capacidad productiva, políticamente activa que esto conlleva. Las maneras de aires desideologizados de nuestra interacción tienen que ver con una sensibilidad siglo XXI, muy a tono con un registro que aún no se encuentra en las épicas relatadas por la disciplina histórica, más allá de sus esfuerzos de revitalización. Nuestro interés no va enfocado hacia el derrumbe o sustitución de gobiernos o hacia la predica de nuevos sistemas de sociabilidad global. Nuestro entusiasmo se concentra en prácticas de pequeña escala, microestructuras o creación de nodos en el medio de la estructura local. La manera de comprobar lo que digo es leyendo los posts que componen este maravilloso blog. Para mí al menos, es claro que hay una pequeña diferencia de retórica: no queremos cambiar el mundo, queremos contribuir con algunos pedacitos, y dejar que cada cual tome su parte en un (des)orden global que no tiene por qué arribar a ningún a ningún estatus asociado con un telos de perfección. Sin abundar más, digamos que es posible hacer mucho más cuando se abarca menos. No es cuestión de edades, sino de posturas, y en el caso de nuestro recién comenzado siglo XXI, de tendencias. Es ese sentido, me enorgullece formar parte de esta generación. Ya el poeta Fernando Pessoa había expresado lúcidamente al respecto lo que sigue, y con lo cual me despido de mis compatrioras del blog, deseándoles lo mejor hasta que el azar nos reúna, que lo hará, en próximas complicidades:

Hablas de la civilización, y de que no debe ser,
o de que no debe ser así.
Dices que todos sufren, o la mayoría de todos,
Con las cosas humanas por estar tal como están.
Dices que si fueran diferentes sufrirían menos,
Dices que si fueran como tú quieres sería mejor.
Te escucho sin oír.
Si las cosas fuesen diferentes, serían diferentes: esto es todo.
Si las cosas fuesen como tú quieres, serían sólo como tú quieres.
¡Ay de ti y de todos los que pasan la vida
queriendo inventar la máquina de la felicidad!

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El mango debajo del árbol de navidad http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/die-mango-unterm-weihnachtsbaum/ http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/die-mango-unterm-weihnachtsbaum/#comments Tue, 21 Sep 2010 20:18:53 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1901 Empecé a darme cuenta de que existía algo como la globalización, una vez que mi madre me pidió que bajara al sótano para buscar un frasco de pepinos. En secreto preferí buscar dulces. Para mi sorpresa, encontré un baúl de madera con pegatinas de distintos países.

El día del frasco de pepinos yo tenía seis o siete años. Empecé a hacer preguntas y entonces supe que mi madre viajó con ese baúl cuando era jovencita a los Estados Unidos para trabajar allí como niñera. Ella llevó esa gran caja en un barco, pues no tenía una maleta. Hasta ese momento no me había llamado la atención que continuamente recibiéramos cartas desde EEUU o Indonesia, de sus amigos extranjeros, o el hecho de que mi madre comprara de vez en cuando Marsh Mellows y conociera frutas sobre las que yo nunca había escuchado hablar. Mi padre intentaba todas las navidades conseguir un mango, porque mi madre, a lo largo de sus viajes, se había enamorado de esa fruta. Si lograba conseguir alguno, lo envolvía en papel de regalo y lo ponía debajo del árbol de navidad. A mi madre eso la enternecía. Yo empecé a interesarme por los idiomas y las frutas exóticas.

En realidad empecé a entender eso de las frutas exóticas cuando los mangos empezaron a aparecer en la góndola de frutas y verduras de los supermercados Kupsch y Kaufland -cadenas de tiendas – en cualquier época del año, como si formaran parte de nuestra comida habitual, como las papas o las remolachas. En las navidades mi madre siguió haciendo como si se enterneciera en cada ocasión que descubría un mango debajo del árbol. Pero todos sabíamos que la sorpresa y ese “y de dónde lograste sacarlo?” eran fingidos. Ahora cualquiera podía comprar mangos. Por entonces aparecían además los primeros kiwis, puedo recordar que no supe cómo comerme el primero y que me quedé fascinada con esa fruta tan práctica: partir y cucharear en las dos mitades. Genial. Con el tiempo entendí que globalización significa más que una fruta exótica y cuales son sus consecuencias (en combinación con la adicción a las ganancias del capitalismo sin límites) para los más débiles en el mundo. También que mi país era un enclave de la felicidad en un mundo en el que muchas cosas están muy mal.

Cuando vienen a visitarme mis amigos a Buenos Aires ven una ciudad moderna, pero siempre se sorprenden de lo lejos que pueden estar del “mundo conectado”, porque no pueden responder a todo con un par de clicks como suele hacerse. También se extrañan de que pueda existir un país en el que no cualquiera sabe quién es Lady Gaga, en donde prácticamente no se ven I-pods en los buses y trenes. O que tenemos una moneda que no puede cambiarse en el extranjero. Tampoco pueden creer que aquí hay aspiradoras modernitas de Miele, pero que para algunos modelos no pueden conseguirse las bolsas del depósito de repuesto, porque nadie las importa. Es un país en el que una no puede pedir libros por Amazon, sin tener que ir hasta la ventanilla de correo internacional, esperar dos horas y pagar altos impuestos aduaneros. En el que una no puede comprar MP3 en tiendas Online internacionales, porque vive en la lugar equivocado, con una dirección IP equivocada: „el producto deseado sucumbe de limitaciones geográficas“.

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