fin – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Finales http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/schlusse/ http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/schlusse/#comments Wed, 06 Oct 2010 07:00:26 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2427 Tengo la manía de comenzar a leer las novelas por el final. Hay grandes mitos en torno a la primera frase. El asunto ése de atrapar al lector. Cosas del tipo del multicitado comienzo de Cien años de soledad que se volvió una suerte de modelo de “ábrete sésamo” para los escritores del boom: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…” Mis amigos narradores ya no son tan supersticiosos con la dichosa primera frase. Supongo que, como todo, es un asunto de modas. Pues bien, de moda o no, a mí la primera frase no es la que me engancha: es la última. Cuando abro un libro por primera vez lo hago por la página final. Y esa frase es la que me hace ir al comienzo o no. Supongo que no me gusta que me digan lo que tengo qué hacer: yo empiezo no donde debería si no por donde se me antoja. Supongo, también, que me gusta generarme expectativas: ¿cómo le va a hacer este autor para llegar hasta acá? Una suerte de nostalgia precoz.

No se trata de saber “el final”: el final de la trama casi siempre está antes de la última frase, a veces, incluso, está después: fuera del libro. Incluso hay libros que no tienen última frase, como Los detectives salvajes que se cierra con un enigma visual.

A veces no hay puntuación, o la frase es demasiado larga, entonces leo las últimas palabras. Tal es el caso de uno de mis finales predilectos: ese “sí quiero sí” de Molly Bloom al final del Ulises: esa afirmación tan erótica, tan vital. ¿Cómo no comenzar a leer algo que termina así? Sí, quiero, sí, me dije y me puse a leer. O el final de En el camino de Kerouac, que debo confesar que me saca una que otra lagrimita de cursilería culposa y que me encanta leer y releer en voz alta como si fuera un poema. Una frase que se alarga durante un párrafo bastante extenso para rematar diciendo: “…y nadie, nadie sabe lo que le va a pasar  a nadie excepto que todos seguirán desamparados y haciéndose viejos, pienso en Dean Moriarty, y hasta pienso en el viejo Dean Moriarty, ese padre al que nunca encontramos, sí, pienso en Dean Moriarty.” Ahora, que transcribo esos dos finales juntos, caigo en la cuenta de que tengo cierta debilidad por la utilización de la palabra “sí” en las despedidas. ¿Debería terminar diciendo “sí” este texto con el que cierro mi participación en Los Superdemokráticos? ¿Sí?

Realmente me gustaría terminar diciendo las palabras que Salinger pone en boca de Holden Caulfield al final de El guardián entre el centeno: “No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en el que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.” El problema es que no es una frase sino dos. Luego me pasa. Una frase me lleva a la de atrás y ésa a la de atrás y de pronto me encuentro a la mitad de libro habiéndolo leído en reversa. Entonces me voy al principio y termino el libro cuando vuelvo a llegar a la mitad.

Pero no estoy escribiendo en reversa. ¿O sí? Recuerdo de pronto el final de un cuento cuyo título y autor se me escapan. Recuerdo que terminaba diciendo: “Las despedidas no se anuncian y apretó el acelerador”. ¿Era así? Sí, creo que sí.

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Nunca supe como despedirme http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/im-abschiednehmen-war-ich-nie-gut/ Wed, 29 Sep 2010 15:00:57 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2325 Nunca supe como despedirme, no es que no me gusten las despedidas, diría que casi me dan igual. Nunca tomo conciencia del final. Y no es que yo pertenezca a esos que se dan cuenta de lo que terminó una vez que esto pasó, conmigo no funciona ese dicho que dice “ uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde”. Probablemente si yo no me doy cuenta del valor de algo, durante la convivencia, tampoco me daré cuenta de ello, en su ausencia. No es falta de cariño, ni de emoción. Es que no creo en los finales. El mundo de hoy no permite finales, ni si quiera la muerte lo es. A veces pienso que pertenezco a la última generación de este planeta, que hemos nacido para ver el final del mundo. Pero incluso dudo que ese final sea el final. Pero no quiero irme por las ramas, quiero hablar del final de este precioso proceso de escritura conjunta. Me ha encantado tener el ejercicio contundente de la escritura continua con temas ajenos que uno debe hacer propios para volverlos interesantes. Más aún me gustó, ver como diferentes personalidades, nacionalidades, vivencias, pasan por sus propios cuerpos-corazones-mentes los mismos temas que yo digería de cierta manera. Deberíamos tomar ejemplo de esta experiencia y repetirla en miles de formatos. Ya me imagino los proyectos: Supereskritores- Superdeskonocidos- Superfacebookeros- Superkiudadanos-Superkalifragilisticoespialidosos y seguiría la lista infinitamente. Chau, hasta luego, nos vemos, que se repita, te veo, hay cientos de maneras de despedirse, las más lindas son las que afirman que nos volveremos a ver, encontrar, leer. Esta es una gran nota de despedida, una larga nota de despedida. Tengo un amigo español, que se asombra de una característica que, el dice, es propia de los uruguayos y que consiste en que siempre estamos mucho rato, mucho tiempo para despedirnos, como si no nos fuesemos más, cada vez que alguien se va de un lugar, lo anuncia como una media hora antes con un lacónico “bueno, vamos arrancando” y así se alarga por varios minutos una despedida que parece nunca concretarse, hasta que finalmente, no sin haber dado varios besos y dicho varias veces chau, se van. Esta nota es una largo adiós, con varios besos y varios chaus. Vuelvo a decir que digo chau como quien dice hola, como si no me lo creo mucho, como que no termina, como que el fin no es verdad, no va a pasar. Tal vez haya algo de esta sensación en la democracia, como si la democracia no estuvieses construida de finales. Ahora que lo pienso los finales me suenan más fascistas, mas de historias con finales, unívocas, sin interpretación, cerradas. La democracia, perfectible, larga, compleja, diversa, no es más que un proceso, un largo proceso que comenzó antes y que terminará después, mucho después de que decidamos ponerle un punto final. La democracia es puro comienzo. Vuelven a mi mente momentos de ese libro maravilloso de Italo Calvino, que recomiendo a todo amante de la democracia “La jornada de un escrutador”:

(pag 16)“Amerigo había aprendido que los cambios en política se producen por caminos largos y complicados, y que no era cosa de esperárselos de un día para otro, por un giro de la fortuna.”

(Pàg. 27) Entonces, ¿lo único que importa de todas las cosas es el momento en que empiezan, en el que todas las energías están en tensión y en el que no existe más que el futuro? (…)¿lo que cuenta no son las instituciones que envejecen, sino las voluntades y las necesidades humanas que siguen renovándose y dando autenticidad a los instrumentos de qué se sirven?”

Los invito entonces, a todos, a un nuevo comienzo, el de cambiar de página, el de apagar la computadora o prender una nueva, el de ser un superciudadano superdemocrático supercomprometido y superoptimista. Les invito a decir chau muchas veces hoy, a terminar muchas historias, a ver por ultima vez a varios amigos y que todos estos finales no sean más que una gran mentira, una palabra que queda, una intención que no se concreta, porque después el tiempo, la vida, el mundo, nos acomodará en el verdadero lugar de nuestra fábula.

¿Qué parte del cuento vendremos a ser? ¿Prologo, desenlace, epílogo, didascalia, acotación, título, nota al pie? ¿Qué personaje somos y cual es nuestro triste o hermoso papel?

Se termina, ahí viene, empieza.

Besos

Chau

Adios

Nos vemos

Hasta luego

Besote

Abrazo

Saludos

Fin…

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