La verdad que cuando niño me dio muchísimos dolores de cabeza. ¿Yo no sé cuándo fue que él se acogió al buen vivir? Imagínense ustedes, que se fue de la casa con tres años detrás del padre, y yo lavando sin darme cuenta. Hasta que empiezo a preguntarme ¿Dónde estará el niño? Salí corriendo. En la esquina de Monte y San Rafael una mujer me gritó: ¡Párase! ¡El niño está aquí! Eso me salvó la vida, pues venia un carro que me hubiera matado. ¿Y ustedes creen que él se alegro de verme? ¡N’ombre no! Él estaba feliz con sus nuevos amigos.
Nosotros estuvimos juntos en la misma aula toda la secundaria. Nos conocimos discutiendo por alguna tontería. Con el tiempo nos volvimos inseparables. Algo que no se me olvida es una profesora que lo llevó a consejo disciplinario por haber dicho que Fidel era el presidente de Cuba. ¡Tú eras fanático a meterte en problema!
Yo lo conocí en noveno grado, él pasaba por mi casa cuando iba a hacer deporte. Me caía bien, aunque no hablábamos. Un día en una fiesta bailamos, y que conste, bailé contigo, porque mi amiguita decía que tu bailabas bien, lo cual era mentira, no sabias bailar nada.
¿Cómo nos conocimos? Bueno en la facultad fue cuando la amistad se hizo profunda. Allí éramos un grupo de amigos. Pedro siempre ha tenido un carácter difícil. A veces introvertido otras te sorprende por lo extrovertido. Al terminar la facultad comenzamos a estudiar con profesores particulares para las pruebas de ingreso de la universidad. En ese mismo tiempo entramos en un grupo de Teatro y de siete de la mañana a tres de la tarde trabajábamos de camilleros en un Hospital para pagar las clases. A partir de las ocho de la noche ensayábamos con el grupo de teatro. Terminábamos como a las doce de la noche y llegábamos a la casa a eso de las dos de la mañana. La verdad en aquellos tiempos no dormíamos mucho. No teníamos ni un kilo y siempre estábamos tomando vino malo. La nostalgia hace que Pedruco recree aquellos tiempos como geniales ¡No jodas macho! En verdad no fueron tiempos tan malos, pero porque nosotros le pusimos sentimiento y corazón. La cosa estaba en candela y nosotros con cantidad de sueños. Soñador: eso es lo que ha sido el negro toda su vida.
Yo fui una de las pocas que había pedido filosofía, y creo que Pedro también. El siempre estaba discutiendo en las clases y eso le costó más de un susto. Demasiado apasionado diré yo siempre. Y resulta que él vehemente compañero Pedro en tercer año pidió la baja. Nadie entendió nada. Hubo una reunión y se decidió que no se le podía dejar ir así. Él era muy buen estudiante. A mí me encargaron hablar con él. Se le dio la posibilidad de que comenzara el curso próximo nuevamente. A todos nos sorprendió cuando nos invitó a su fiesta de despedida. Eso de irse para Alemania así sin más, no se lo esperaba nadie. El caso es que ahora anda por allá estudiando filosofía.
Berlín fue un reto. El idioma e insertarme en la cultura eran la llave para poder continuar estudiado. La ciudad me anido y me mostro en su cotidianidad la pesadilla de ser emigrante. La aventura no termina. A veces se torna grotesca y cruel, mas siempre busco la sonrisa que me salva.
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